Ilustración y Reformas.

Ilustración y Reformas. La Ilustración es el fenómeno cultural e intelectual que define las formas de pensamiento del siglo XVIII, también conocido como siglo de las Luces. Se basaba en el culto a la razón; Progreso y felicidad popular fueron las dos grandes consignas de este siglo. Sin embargo, el pensamiento ilustrado fue un fenómeno minoritario que se redujo a algunos círculos intelectuales de la nobleza y el clero, por lo que la transformación que pretendían solo era parcial (sin acabar con los privilegios de estos estamentos). La Ilustración llegó a España con cierto retraso respecto a Europa, los reinados de Felipe V y Fernando VI no fueron más que una etapa previa o preparatoria, en la que el espíritu de cambio se canalizaba esencialmente a través de dos grupos minoritarios: los proyectistas (que pretendían ofrecer remedios a los problemas del país) y los novadores (quienes aspiraban a una cierta renovación en el panorama intelectual), de los cuales cabe destacar a Feijoo (Teatro Crítico Universal), padre Florez y Jovellanos (Informe sobre la ley Agraria). La nueva mentalidad europea se desarrolló en España en la segunda mitad del siglo durante el reinado de Carlos III. El despotismo ilustrado fue una teoría política basada en: el poder absoluto de la monarquía y el ideal del rey filósofo. La filosofía que inspiraba el despotismo ilustrado quedaba resumida en la famosa frase: ‘todo para el pueblo, pero sin el pueblo’. Y su mejor representante fue Carlos III, quien intento modernizar la sociedad española rodeándose de ministros y consejeros reformistas, como el conde de Aranda, el conde de Floridablanca y, sobre todo, Campomanes. Carlos III empezó por la reforma de Madrid, una de las capitales más sucias y pobres de Europa: se empedraron sus calles, se instalaron farolas, se construyeron fuentes, paseos monumentales, el observatorio, alcantarillado, Jardín Botánico, etc. Fue considerado como el mejor alcalde de Madrid. Potenció una política económica encaminada a la modernización y mejora de las estructuras productivas y comerciales. Entre los proyectos más impregnados de espíritu ilustrado cabría destacar el asentamiento de 2.500 familias en las colonizaciones de Sierra Morena. También se emprendieron reformas en Administración de Justicia y en el Ejército. Pero donde mejor se aprecia el espíritu ilustrado del reinado de Carlos III es en el afán de extender el deseo de modernización y reforma de toda la sociedad. Carlos III creó escuelas de oficios para que los jóvenes aprendiesen y trabajasen en las fábricas reales fomentadas por el mismo. En España se abrió la primera fábrica de cerámica china de toda Europa. Pero, aunque la educación fue una obsesión constante de la nueva monarquía ilustrada, su ideal no era conseguir una educación general para toda la sociedad sino una educación diferenciada según la posición social del individuo y con una clara finalidad pragmática (menos conocimientos especulativos y más conocimientos útiles). Se crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País, que eran instituciones privadas, fomentadas y apoyadas por Carlos III y, en particular, por su ministro Campomanes. Organizaban actividades encaminadas a difundir las nuevas teorías económicas y a propiciar la aplicación de nuevas técnicas. Era imprescindible la difusión de las ideas ilustradas y, para lograrlo, se creó la prensa, la cual recibió una gran acogida por parte de ese minoritario público deseoso por conocer las novedades científicas e intelectuales. Por lo que esta prensa no era política, sino científica, literaria o sociológica; y respondía en general a las nuevas concepciones ilustradas. En el reinado de Carlos III, cabe destacar las reformas emprendidas en la agricultura a raíz del Informe sobre la Ley Agraria redactado por Jovellanos, quien pensaba esencialmente que lo correcto era que los campesinos que trabajaban las tierras de la nobleza, fueran los dueños de estas parcelas (así ocurría en Inglaterra). Aunque este informe llegó demasiado tarde y en consecuencias ya poco propicias para su consideración por parte de la monarquía. Sin embargo, no todo fue como la seda durante el reinado de Carlos III: la doctrina jurídica que se practicaba era el regalismo, por lo que la intención del rey sobre la Iglesia española era, principalmente, dominarla. Quiso colocar a parientes y hombres de confianza en los cargos eclesiásticos, pero aun así había una orden religiosa que no podía controlar, los jesuitas. Para lograr expulsarlos, el Gobierno los acusó de haber instigado los motines de 1766 en Madrid, como el motín de Esquilache cuyo problema de fondo era el descontento social por la subida de precios y falta de los alimentos y la crisis económica bajo el pretexto de levantamiento en contra del Decreto de Sombreros y Capas del ministro Esquilache (redactado para acabar con la delincuencia de las calles). En 1767 la orden de los Jesuitas fue expulsada de España, pero los ciudadanos seguían en descontento y Carlos III tuvo que echar a Esquilache y abrir los graneros que estaban llenos de comida para que el pueblo se alimentase. Tras esto, adoptó una nueva medida poniendo el mismo un precio máximo para los alimentos.