Sacrificio – Tribulaciones – Mortificación

Descripción

(1. A. Tanquerey - Teología ascética y mística) Espiritualidades Contemporáneas Diapositivas sobre Sacrificio – Tribulaciones – Mortificación, creado por Isaac Demets Reyes el 14/03/2019.
Isaac Demets Reyes
Diapositivas por Isaac Demets Reyes, actualizado hace más de 1 año
Isaac Demets Reyes
Creado por Isaac Demets Reyes hace más de 5 años
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Resumen del Recurso

Diapositiva 1

    Sacrificio – Tribulaciones – Mortificación
    Es menester ejercitarse en el sacrificio al mismo tiempo que en el amor. (p. 213)   El sufrimiento es educador y fuente de méritos. (p. 324)

Diapositiva 2

    Sacrificio – Tribulaciones – Mortificación
    Menester es confesar que, si queremos amar a Dios y al prójimo por Dios, hemos de mortificar el egoísmo, la sensualidad, la soberbia, el amor desordenado de las riquezas, y, de esta manera, se impone necesariamente el sacrificio como condición esencial del amor de Dios en la tierra. (p. 224)

Diapositiva 3

    Sacrificio – Tribulaciones – Mortificación
    Las tribulaciones nos dan mejor ocasión de probar nuestro amor a Dios; porque amarle cuando nos colma de bienes es cosa fácil, pero de solo el amor perfecto es propio recibir los males de su mano, puesto que éstos no son amables sino por razón de quién los da. (p. 322)

Diapositiva 4

    Sacrificio – Tribulaciones – Mortificación
    El deber de sumisión al beneplácito de Dios en las desdichas, es de justicia y de obediencia, puesto que Dios es nuestro Soberano Dueño, que tiene sobre nosotros toda la potestad. Es deber de prudencia, porque sería necio querer sustraerse a la acción de la Providencia, cuando se halla la paz en la humilde resignación. Es deber de propio interés, porque la voluntad de Dios no nos prueba sino para bien nuestro, para ejercitarnos en la virtud, y para que consigamos mayores méritos. Pero sobre todo es un deber de amor, porque el amor es hacer don de sí hasta el sacrificio. (p. 322-323)

Diapositiva 5

    Sacrificio – Tribulaciones – Mortificación
    Por eso, el cristiano de verdad, que quiere salvar su alma cueste lo que costare, va mucho más allá, y para estar seguro de no rendirse al deleite sensual, mortifica la curiosidad de sus ojos, evitando, por ejemplo, el asomarse a la ventana para ver a los que pasan, llevando los ojos modestamente bajos, sin afectación, por la calle y en el paseo. Gusta, por el contrario, de pararlos sobre algún objeto, imagen piadosa, campanario, cruz, o estatua, para moverse al amor de Dios y de los Santos. (p. 512)
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