En el escrito conocido como “Acto de protestación” considera Luisa de Marillac el sentido de su bautismo: «en el día de mi sagrado bautismo fui consagrada y dedicada a mi Dios para ser su hija».
Reconociendo que, con el bautismo, posee una nueva vida de comunión con Dios y ha entrado en la Iglesia, toma la resolución de vivirlo más a fondo:
«Confieso y renuevo la sagrada profesión hecha en mi nombre a mi Dios en mi bautismo, y me resuelvo irrevocablemente a servirle y amarle con más fidelidad, entregándome por completo a Él».
En actitud de discípula, santa Luisa descubre que la gracia de la nueva vida en Cristo aumenta a lo largo de la vida, bajo la acción del Espíritu Santo, recibido en nuestro Bautismo.