conjunto de técnicas y actividades que puedes realizar con tu bebé con el objetivo de desarrollar al máximo sus capacidades físicas y mentales que serán muy importantes para su vida adulta.
Los primeros años de vida de un niño constituyen un periodo de aprendizaje continuo. Un periodo frágil y fascinante. Frágil por los cuidados que necesitan y fascinante porque cada bebé, cada niño, posee capacidades únicas que se irán perfeccionando y sorprenderán por inesperadas.
Estimular al bebé, al niño, es brindarle herramientas (actividades, juguetes.. etc.) adecuadas y adaptadas a su edad que le permitan ir superando desafíos y, al mismo tiempo, generarles deseos de explorar; es decir, a través de esta estimulación favoreceremos por un lado el desarrollo armónico de sus capacidades, y por el otro, el descubrimiento y su adaptabilidad al mundo social.
En este curso vamos a definir el concepto de estimulación temprana, señalar la importancia de la misma en el desarrollo infantil; sus finalidades, áreas; así como la exposición de un programa de estimulación que sirva de guía y ayuda a docentes y padres.
Es el conjunto de técnicas y actividades que puedes realizar con tu bebé con el objetivo de desarrollar al máximo sus capacidades físicas y mentales que serán muy importantes para su vida adulta. La estimulación temprana ofrece una gama de experiencias nuevas que también ayudan al correcto desarrollo motriz, cognitivo, social y emocional de tu hijo.
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El principal objetivo de la estimulación temprana, no es otro que, permitir el máximo desarrollo del niño (tanto a nivel general como en áreas específicas), sirviendo de estrategia para evitar y atenuar riesgos que puedan alterar su evolución normal.
La estimulación temprana es muy recomendable e importante desde los primeros meses, además el primer año de vida constituye la base del desarrollo humano. Esta importancia ha sido demostrada en numerosas investigaciones. Investigaciones que ponen en evidencia cómo a través de la misma el cerebro del bebé desarrolla más conexiones neuronales que le permitirán un mayor aprovechamiento de sus capacidades.
Debemos partir de la idea de que cualquier niño, cualquier bebé, es susceptible de recibir actividades de estimulación; independientemente de que su desarrollo sea normal o sea considerado de riesgo o alto riesgo.
En este sentido, el niño ha de ser el eje central del programa de estimulación y ha de ser sujeto activo, no pasivo, recibiendo estimulación (información). La cuestión no es sólo estimular, sino que el niño participe de forma activa en el proceso de estimulación. Pues sólo su acción, y no sólo por la presencia del estimulo, es lo que posibilita la formación de estructuras cognoscitivas y afectivas; y por supuesto el desarrollo.
Todas las acciones implicadas en un programa de estimulación temprana deben estar planificadas y consensuadas por un equipo multidisciplinar (psicólogos, pedagogos, médicos, fisioterapeutas, logopedas). Este equipo previamente ha evaluado al niño y ha entrado en contacto con su familia, para elaborar el programa de estimulación. Una vez elaborado y tomadas las decisiones oportunas se lleva a cabo la intervención, y en función de las necesidades del niño la desarrollará un profesional o varios profesionales coordinados (por ejemplo: un fisioterapeuta para las actividades del área psicomotora y un logopeda para las del desarrollo del lenguaje).
En función de las necesidades del niño y de su familia, la intervención se podrá realizar:
En un centro específico.
En el domicilio del niño.
En un centro hospitalario (en casos de niños que por su problemática deban estar grandes periodos de tiempo ingresados).
Frecuencia de las sesiones
La frecuencia de las sesiones de estimulación es otro factor importante; lo habitual son realizar dos sesiones semanales de entre 45 y 60 minutos de duración.
Estas áreas son:
Desarrollo físico.
Desarrollo psicomotor.
Motricidad gruesa.
Motricidad fina.
Desarrollo perceptivo-cognitivo.
Sensorial.
Cognitivo.
Desarrollo lenguaje.
Desarrollo psicosocial y afectivo (habilidades sociales y autonomía personal).
La familia representa el primer contexto social donde se desenvuelve el niño; es considerado, junto a la escuela (más adelante) uno de los pilares básicos de educación y socialización. En este momento constituye también una fuente de información fundamental para la recogida de datos sobre la situación del menor. Por tanto, la relación de la familia con el profesional se convierte en imprescindible para un completo desarrollo del proceso de estimulación.
Actividades de desarrollo motor: motricidad gruesa y fina (0-3 meses)
Motricidad gruesa:
Objetivo: mejorar tono muscular.
Tumbar al bebé boca arriba, colocando sus brazos extendidos a lo largo del cuerpo. Coger ambos brazos y llevarlos hacia arriba, a ambos lados de la cabeza, y volver a la posición inicial. Repetir alternando brazos: primero uno y luego otro.
Tumbado, acariciar la espalda del bebé desde el cuello hacia abajo.
Trabajar las piernas del bebé, las flexionaremos sobre su tronco y las volvemos a estirar. Se puede realizar con las dos piernas a la vez o alternándolas.
Acariciar la base de los dedos de ambos pies con suavidad, se encogerán.
Objetivo: control postural.
Tumbado boca abajo acercar nuestro rostro a él y llamarle en voz baja y sonriendo. El bebé levantará la cabeza durante unos segundos para mirarnos.
El bebé sentado en una silla o similar, mostrarle objetos que le motiven e ir elevándolos poco a poco para que intente levantar la cabeza.
Sujetar al bebé en posición de pie durante unos segundos, de forma que sus pies queden apoyados sobre diferentes superficies: blandas o duras.
Objetivo: inicio del volteo.
Tumbado el bebé boca arriba con las piernas hacía el adulto, sujetarle por los hombros y balancearlo de un lado a otro procurando hacer todo el recorrido.
Colocar al niño de costado y ofrecerle un juguete de frente a él y hacia la mano que está arriba. Alejárselo poco a poco, obligándole a estirarse hacia ese lado hasta quedar boca abajo. Ayudarle las primeras veces.
Motricidad fina:
Objetivo: tonicidad y fuerza.
Haciendo uso del reflejo de prensión abrir mediante caricias las manos del bebé y colocarle objetos pequeños que pueda usar fácilmente; o ponerle nuestro dedo índice.
Jugar a dar palmitas. Será el adulto quien, cogiendo las manos del bebé, dirija el juego.
Objetivo: coordinación óculo-manual.
Jugar con las manos del niño, moviéndolas de forma que pueda verlas.
Llevar su mano hacia su boca para que se la chupe, hacerlo con ambas manos (coordinación mano-boca).
Objetivo: inicio prensión.
Colocar al bebé boca abajo y cerca de su mano ponerle rozando los dedos algún juguete sonoro. Si no es capaz de alcanzarlo, le ayudaremos.
Enseñar a sujetar objetos, dirigiendo sus manos hacia ellos y cerrando los dedos sobre los mismos. Poco a poco, retirar la ayuda. Utilizar objetos de diferentes tamaños y texturas.
Aprovechar el reflejo de prensión para trabajar la prensión manual. De esta forma se pasará de la prensión involuntaria a la voluntaria
Tener siempre presente la maduración del niño.
Las actividades de los distintos intervalos de edad o trimestres se podrán repetir en los sucesivos con el fin de consolidar objetivos.
Mostrarse, siempre, afectuosos con el/la niña.
Verbalizar todas las acciones que realicemos.
No forzar nunca al niñ@ si ofrece resistencia, dejar los ejercicios para otra ocasión en que se muestre más abierto a la estimulación.
Tener cuidado en la forma de coger las extremidades: hacerlo siempre hacia la mitad de los huesos largos, evitando tirar de las articulaciones.
La repetición de las actividades es necesaria para la integración de las nuevas habilidades. Es preferible hacer varias veces la actividad en periodos cortos de tiempo, que hacerlas una vez durante más tiempo.