Muchos llevamos ya tiempo usando tecnología de forma común y quizá sea tiempo de plantearse qué tipo de hábitos tecnológicos hemos formado, cómo nos repercuten y hacia dónde nos llevan. Quizás sea bueno considerar aquello que sigue recordando Aristóteles de que los hábitos conforman una especie de segunda naturaleza, de segunda piel en la que vivimos y que, con más o menos acierto, nos facilitan la vida buena (virtud) o nos impiden decididamente llegar a ella (vicio).
En este sentido está claro que todo hábito, por lo tanto, afecta muy decididamente a nuestro modo de estar en el mundo.
Vivimos en un mundo donde encontramos cada vez menos barreras entre el plano físico y el digital. La identidad y huella digital son conceptos cada vez más reales para nosotros y la constante presencia de la tecnología en nuestras vidas puede tener un impacto positivo o negativo según el uso que hagamos de ella.
Vivir permanentemente conectados, nos da la posibilidad de establecer e incrementar vínculos con amigos, conocidos y desconocidos también. Aprendemos cosas
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nuevas, seguimos tutoriales en línea para hacer casi cualquier actividad, compartimos nuevas aventuras y experiencias en vivo. Cada uno de estos actos, en especial a los jóvenes, nos plantea nuevos desafíos y con ellos, la posibilidad de acompañarlos en la adopción, uso y comprensión, para poder utilizar las diferentes plataformas y apps de forma segura, maximizando los beneficios y evitando los riesgos. Generando conciencia en el impacto que los dispositivos y la red pueden provocar.
Por tal motivo debemos cuidar nuestra seguridad y la seguridad de nuestra familia no compartamos información ni datos personales en redes sociales sigamos con los buenos hábitos tecnológicos, aprovecha y disfruta de todas las herramientas y de las nuevas tecnologías que existen siempre con un buen uso de ellas.
Cuidar la identidad personal. Internet ya sabe quién eres por lo que tú proyectas de ti, por lo que escribes, por lo que compartes. Es tu identidad digital, cargada de referencias, momentos, relaciones, intereses, gustos, preferencias de todo tipo, páginas visitas, dispositivos, lugares… Prácticamente todo lo que haces forma tu identidad en la red. Saber cuidarla no es cualquier cosa, es aprender a ser responsable de sí mismo en la red, es decir, adulto digital.
2. ¡Ojo con el tiempo! Una buena pregunta es cuándo te conectas por primera vez en el día, cuándo por última. El número de veces a lo largo del día es incontable. De vez en cuando, por racionalizar, ¿no estaría de más saber al menos en qué se emplea el tiempo?
3. Calendarios y eventos. Uno, aprender a sincronizarlos en los distintos dispositivos. El uso de calendarios tiene dos grandes problemas: convertirlos en espacios de tareas y en hacerlos inservibles porque terminan siendo genéricos e imprecisos.
4. Buenas listas de tareas. Un buen hábito es precisamente este, el de ir anotando las tareas pendientes de buena manera. La fecha es fundamental: que te avise cuando tienes planificado hacerlo y no en todo momento. Y acostumbrarse a resolverla lo antes posible.
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5. Saber consultar. Para casi todo hay una app, con consejos de personas. Saber encontrar lo bueno y desechar lo malo. Por ejemplo, cuando vas de viaje, cuando estás en la calle buscando algo, cuando quieres encontrar un producto concreto.
6. Saber buscar, consultar dudas. Y, por tanto, saber leer en la red. Cada vez más personas realizan tutoriales en YouTube, porque se pregunta a YouTube muchas cosas que antes simplemente buscábamos en Google.
7. Saber leer. Es un requisito digital indispensable: qué lees, qué quieres leer, qué quisieras leer. Lo primero te ofrece cualquier cosa, cualquier fuente. Lo segundo se pregunta por los intereses. Lo tercero por lo que quiere encontrar en la red, con mucha más precisión. Para ello las herramientas de curación de contenidos son indispensables, en las que agregar buenas fuentes de información. Si tuviese que apostar por un buen hábito, éste sería uno de los más importantes.
8. Presencia social. Internet también es un espacio muy válido para la transformación social. De hecho, ya lo hace. De por sí excluye a aquellos que están al otro lado de la brecha digital y los margina. Los que están dentro del continente digital no pueden usar internet de cualquier modo, por tanto. Es una responsabilidad que también vincula buscando la mejora de la sociedad. Si se quiere.
Sé tú mismo? ¡Hasta cierto punto! Aquí el «ser uno mismo», relacionado con la autenticidad y la libertad personal, debe aprender a conjugarse con saber estar, al mismo tiempo, en un espacio «público» y compartido. Lo primero me parece fundamental y esencial, porque lo contrario sería caer en la esquizofrenia.
2. Redes, en plural. Ya no hablamos de una red, sino de muchas redes. Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat… Por un lado, ¿para qué tantas? Por otro, ¿eres capaz de mantenerlas? Y un poco más allá, ¿saber estar en cada una de ellas bien? Puede que quizá menos sea más.
3. ¿Qué hacer con las notificaciones? Si el móvil está continuamente dando alertas, de nada sirve. Sinceramente, cuanto más silenciadas estén determinadas notificaciones, y más sabiendo que luego las consultarás, mejor. A mi entender es una ayuda para estar centrada cada cosa en su momento y no depender continuamente del móvil.
4. ¿Fuente de entretenimiento o algo más? ¿En qué se ha convertido la red para las personas y qué relación directa tiene con su aburrimiento? Trabajando con jóvenes me doy cuenta de que muchos de ellos lo vinculan directamente con sus búsquedas de algo que
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conecte con ellos. Sin duda alguna una fuente para la creación de hábitos y costumbres de lo más cotidiano.
5. Seleccionar, seguir a «unos cuantos». Aprender a quién seguir, sin seguir «sin más». Porque ofrecen algo valioso para mi vida, porque son personas que aportan un valor distintivo a la red, porque son personas con quienes se puede intercambiar opiniones y dialogar. Pero entre todos ellos hay algunas personas que destacan por su visión, por su actividad, por sus valores. A esos, leerlos con frecuencia y buscar interactuar con ellos.
6. Todo internet es una gran red social. Los comportamientos se exportan. Las redes sociales, que son el núcleo más importante de Internet, hacen que los hábitos pasen de un lado a otro casi sin pensar. Según nos habituemos a estar en nuestras redes sociales, así también actuaremos o buscaremos actuar en el resto de espacios. Por ejemplo, usando aplicaciones de mensajería como Whatsapp, que con sus grupos ha hecho que los que lo tienen simulen estar en una red social de personas cercanas.
7. Aportar valor. Un mal hábito es estar en la red como mero consumidor. De la sociedad de consumo nacen hijos consumidores, que buscan aprovecharse más que aprovechar, disfrutar más que ser quien haga disfrutar, encontrar lo útil más que facilitarlo. Algo que cambiaría las tornas -con lo que sueño decididamente- es una red que dé al otro lo que necesite de forma desinteresada y generosa, que se ponga en contacto con quien lo necesita, con quien busca, y sepa escuchar.
8. La era del conocimiento compartido. Por último, la gran esperanza de la era digital: hábitos tecnológicos relacionados con compartir conocimiento y vida. En qué medida estamos aprendiendo a situarnos con otros mirando en la misma dirección, creando proyectos, impulsando internet.
Pero la tecnología es la mejor manera de avanzar en esta una era, colocando límites al momento de usarlas ya que pueden ser aditivas y convertirse en hábitos no saludables para nuestra salud, física y mental.