Abarca todo desde los acontecimientos mas cercanos, hasta el despues de este conflicto del gobierno y la iglesia catolica, abarcando personajes destacantes, asi como varias muertes de sarcedotes.
La Iglesia Católica tenía la organización estructural , los ingresos y sobre todo, la obediencia de la
mayoría de la población en México, necesarios para resistir a todo desafío grave causado por el lugar
que le había asignado el nuevo Estado. Esta influencia clerical , con su poder consiguiente, habría de
verse en casi todas las esferas de la vida y en todos los niveles sociales. La Iglesia era la propietaria de
inmuebles urbanos y rurales , y probablemente la arrendadora de la mayor parte de la población de
pueblos y ciudadesEn México, donde el poder de la Iglesia era más fuerte que el del Estado, y los
sacerdotes tenían mas privilegios que los políticos, las relaciones entre los dos poderes se resolvieron
mediante la guerra, y una guerra no fue suficiente. Una muestra de ello fue la ley Juárez del 23 de
noviembre de 1855 que abolió la inmunidad ; al igual que la ley Lerdo o ley de desamortización
del 25 de enero de 1856 que ordenó que las sociedades de la Iglesia se desprendieran.
Tales esfuerzos tuvieron más alcance cuando el 5 de febrero de 1857 fue proclamada la nueva
Constitución por un Congreso Constituyente dominado por liberales y, en el que la opinión católica no
estaba representada. La nueva Constitución instauró la libertad de prensa y de palabra, prohibió que los
clérigos fuesen elegidos para el congreso, autorizó la intervención del gobierno en el culto y confirmó la
ley Juárez y la ley Lerdo.
Apoyo que brindó la Iglesia a Porfirio Díaz y su gobierno, durante su mandato hasta 1911. En la cual la
iglesia gozaba de privilegios. Luego la limitación a la libertad religiosa que se dio desde la promulgación
de la Constitución de 1917.
Cinco artículos de la Constitución mexicana de 1917 buscaron eliminar especialmente los derechos de
la Iglesia Católica en la sociedad mexicana y los explicamos a continuación: El artículo 3 exigía una
educación laica en las escuelas. El artículo 5 prohíbe las órdenes monásticas. El artículo 24 prohibía el
culto en público fuera de las iglesias. Mientras que el artículo 27 restringía los derechos de propiedad
de las organizaciones religiosas, es decir, le quitaría los bienes a la Iglesia. Por último, el artículo 130 se
retiró a miembros del clero derechos civiles básicos: sacerdotes y líderes religiosos se les prohibió el
uso de sus hábitos, que no tenían derecho al voto y se les prohibió hacer comentarios sobre asuntos de
la vida pública en la prensa
Después de la revolución mexicana y con la firma de la constitución de 1917, Hubo unas leyes en contra
de la Iglesia (los artículos 3, 5, 24,27 y 130 explicados anteriormente en las Causas) de la cual los
religiosos no estuvieron de acuerdo. Cuando las medidas se pusieron en marcha en 1917, el presidente
de México fue Venustiano Carranza. Carranza fue depuesto debido a las maquinaciones de su antiguo
aliado Alvaro Obregón en 1919. Obregón fue presidente a finales de 1920. A pesar de compartir el
sentimiento anticlerical de Carranza, aplicó las medidas anticlericales de forma selectiva y sólo en
áreas en las que el sentimiento católico era más débil.
El conflicto entre la Iglesia y el Estado mexicano tiene raíces muy profundas, especialmente la asunción
de una elite gobernante de corte liberal y "librepensadora" que veía en el clero católico al enemigo más
peligroso para el Estado ilustrado, es decir, al Estado que quería cortar con la tradición hispánica (todos
los valores que recibimos de España, especialmente el catolicismo) para imponer la novedad que, en
ese momento, eran los principios democráticos, masónicos y anticristianos propagador por la
Revolución Francesa
Así fue como estos dos bandos (valores hispánicos y principios revolucionarios) se enfrentaron en el
movimiento de Independencia. Proclamado emperador, don Agustín de Iturbide (1821) fue rechazado
por la masonería, estableciéndose la República (1824) que nos hizo perder la mitad del territorio,
beneficiando a los Estados Unidos de América (1848). La revolución liberal triunfó y llevó al poder a
Benito Juárez (lo peor que le pudo pasar al país). Gobernó de 1855 a 1872 y trajo la guerra de Reforma y
la de Intervención. Con ésta se debilitaba definitivamente la resistencia católica del siglo diecinueve; y
con aquélla se buscaba someter a la Iglesia al poder temporal (es decir, al Gobierno). Separación
tajante entre Iglesia y Estado, confiscación de todos los bienes eclesiásticos, abolición de las
sociedades monásticas; todo esto quedaba sancionado en la Constitución de 1857 y en las leyes de
Reforma de 1859.
De 1876 a 1910 se desarrolla la dictadura de Porfirio Díaz. Sus principios liberales permiten que se
desarrollen los latifundios y el clima social se aligera. En este tiempo no se urge la aplicación de las
leyes anticlericales, con lo cual se da un respiro a la Iglesia. Pero, en contrapartida, se hace olvidar al
católico mexicano que las leyes vigentes atentaban contra el Reinado de Cristo
Revolución Mexicana
La Revolución estalló en 1910 acabando con la paz social y manifestando rápidamente su carácter
anticristiano a partir de 1913, cuando los carrancistas cerraron conventos, destruyeron iglesias, colgaron
sacerdotes... También se atacó a la Iglesia por medio de las leyes: se promulgó la ley del divorcio civil en
1914 y la Constitución política en 1917, elaborada por las facciones triunfantes (carrancistas y
obregonistas). En esta ley se repiten las disposiciones de la Reforma, pero van más lejos aún. Se le quita
a la Iglesia la personalidad jurídica, se prohíbe el culto fuera de los templos, el Estado se reserva el
derecho de establecer el número de iglesias y de sacerdotes, y se prohíbe que la prensa católica opine
de política. Asimismo, se establece la educación laica y la prohibición a los sacerdotes de ejercer el
magisterio en las escuelas. Ya con Obregón en el poder, la tensión crecio con, los choques entre los
sindicalistas marxistas gubernamentales y los sindicatos católicos
Aunque el general Obregón representaba a los grupos radicales de la revolución sonorense, su política
buscó un equilibrio similar al que Carranza había llevado en su relación con la Iglesia, permitiendo a la
vez a los grupos radicales como la Confederación Revolucionaria Obrera Mexicana (CROM), manifestar
sus tendencias anticlericales y, a los gobiernos estatales, emprender políticas contra los fanáticos
católicos. El presidente Obregón restituyó los templos confiscados durante la lucha armada, asimismo,
el Partido Nacional Republicano pudo continuar sus actividades; en Guadalajara, en enero de 1921 se
realizó la coronación de la Virgen de Zapopan; ese mismo años el arzobispo Orozco y Jiménez reanudó
las grandes reuniones de principios de siglo con el Congreso Social Agrícola .
Al año siguiente se reunió en Guadalajara el Congreso Nacional Católico Obrero, del que surgió la
Confederación Nacional Católica del Trabajo, mientras la Acción Católica Juvenil (ACJ) realizó su
reunión nacional en la ciudad de México. Como parte de esta reorganización, la Unión de Damas
Católicas realizó también su primer congreso nacional en 1922. Entre todos estos actos, destacó en
particular el Congreso Eucarístico Nacional de octubre de 1924, que culminó con grandes celebraciones
en la capital de la República. Los anticlericales reaccionaron y los empleados públicos que asistieron
fueron despedidos. Por su parte, la CROM se enfrentó de manera directa al clero, amenazando incluso
su seguridad. El 4 de junio de 1921 estalló una bomba enfrente del palacio arzobispal de Guadalajara.
Aunque la ACJM y los obreros católicos reaccionaron colocando guardias en los templos, diez días
después estalló una bomba en la Basílica de Guadalupe
En los estados proliferaron los enfrentamientos, destacándose por su violencia los de Yucatán ,
Michoacán , y Guadalajara, donde fueron agredidos los fieles que salían de la misa dominical. Los
incidentes rozaron un problema diplomático cuando en enero de 1923, el Delegado Apostólico, Filipi, fue
expulsado del país tras participar en la ceremonia de colocación de la primera piedra del Monumento a
Cristo Rey en el cerro del Cubilete. Entonces se alegó que un extranjero no podía ser ministro de cultos
según el artículo 130, y que la ceremonia había sido pública, a pesar de haberse realizado en propiedad
privada. La lista de incidentes menores en otros estados es bastante larga. Basta decir que se trató de
problemas entre curas y autoridades municipales, generalmente derivados de actos religiosos públicos
que los pueblos defendían aun con la violencia.
A pesar de todo, la moderación que pudo existir con Obregón fue ya imposible con su sucesor, el general
Plutarco Elías Calles, quien ganó las elecciones de 1924 con la sola oposición del PNR que nominó al
general Ángel Flores. De entrada, se recrudecieron los conflictos al interior de los estados. En Tabasco,
Tomás Garrido Canabal y su legislatura disminuyeron el número de sacerdotes, y prohibieron el ejercicio
como ministros de culto a quienes no estuvieran casados (18 de noviembre de 1925) entre otras
medidas . En Jalisco, el gobernador Zuno expulsó al arzobispo Orozco y Jiménez y delimitó a seis el
número de iglesias. Mientras su feligresía se organizó en la dinámica Unión Popular, Orozco terminó
arrestado en San Andrés Tuxtla, Veracruz, tras una entrada triunfal.
La constitución de 1917 contra la Iglesia Católica.
La Constitución de 1917 reflejó las ideas de los constitucionalistas al mando de Venustiano Carranza,
sobre todo en sus artículos 3, 5, 27 Y 130.: educación laica, supresión de los votos monásticos,
limitación estricta de la propiedad de las instituciones religiosas, desconocimiento de toda
personalidad jurídica de las iglesias, prohibición a los extranjeros de ejercer como ministros de culto,
declaratoria de los templos como propiedad de la Nación, prohibición de actos de culto fuera de los
templos, entre otras restricciones En la Constitución de 1917 el artículo 123, privó a la Iglesia de toda
personalidad jurídica, y prohibió el culto público fuera de dependencias eclesiásticas; además el Estado
se adjudicó la protestad de ordenar el número de Iglesias y sacerdotes que debía haber en el país así
como de negar el derecho del voto a los religiosos , a la prensa religiosa se le prohibió hacer
comentarios relativos a la vida social.
El Episcopado, protestó a través de una Carta Pastoral Colectiva. El presidente Carranza, aunque no
pudo modificar la legislación , moderó su aplicación. En los Estados se empezaron a manifestar los
conflictos generados por la aplicación de la Constitución de 1917 y quizás el más notable fue el caso
de Jalisco, donde los gobernadores Manuel Diéguez y Manuel Bouquet, así como la legislatura, se
enfrentaron con la resistencia del arzobispo Francisco Orozco y Jiménez ante la reducción de los
sacerdotes y el cierre de templos y colegios. Aunque tuvo que salir del Estado, Orozco y Jiménez
obtuvo la victoria gracias, por un parte a los católicos organizados de la arquidiócesis, quienes
iniciaron una política de manifestaciones, boicot, luto general; y por otra, a la buena voluntad de
Carranza, que buscaba reducir los conflictos internos en aras de la consolidación de su gobierno
Carranza, sin embargo, tuvo que enfrentarse finalmente con los sonorenses del Plan de Agua Prieta y,
tras su muerte y el interinato del general Adolfo de la Huerta, fue electo presidente el general Álvaro
Obregón, con la sola oposición del Partido Nacional Republicano, formada por algunos ex integrantes
del PCN , quienes apoyaron la candidatura del licenciado Alfredo Robles Domínguez.
Durante la Presidencia de Plutarco Elías Calles
Plutarco Elías Calles asumió la presidencia el 1 de diciembre de 1924 e, inmediatamente, apenas en
marzo del año siguiente, se comenzaron a dar los pri‑ meros síntomas de lo que sería un periodo
agitado en materia de libertad religiosa: en Tabasco, el gobernador estatal, Tomás Garrido Canabal,
habría de expedir dos “leyes” célebres por su contenido. De especial interés resulta la que fijaba los
requisitos para ejercer el ministerio sacerdotal en aquel estado: I. Ser tabasqueño o mexicano por
nacimiento, con cinco años de residencia en el Estado; II. Ser mayor de 40 años; III. Haber cursado los
estudios primario y preparatorio en escuela ofi‑ cial; IV. Ser de buenos antecedentes de moralidad; V.
Ser casado; y VI. No haber estado ni estar sujeto a proceso alguno
En junio llegó finalmente la Ley Calles, que entraría en vigor el 10. de agosto. de 1926. El Episcopado
entró en crisis, y ante la diversidad de opiniones, intentó consultar con la Santa Sede, que no contestó
sino hasta el 23 de julio de 1927 en términos ambiguos. Se impuso al final la postura de los radicales, y
el 25 de julio el Episcopado anunció en una Pastoral colectiva la suspensión de los cultos para el 1 de
agosto
Plutarco Elías Calles asume la presidencia y propone un nacionalismo nuevo y una revolución perpetua,
siguiendo las líneas del nacionalismo pagano: la religión sometida al Estado y la lealtad del ciudadano
solamente al gobernante civil. En este sentido fracasó el intento de crear una iglesia nacional. La
violencia a los católicos se intensificó en diferentes regiones del país. En Tabasco se decretó que el
sacerdote que quisiera oficiar debería estar casado y en Tamaulipas se prohibió oficiar a los sacerdotes
extranjeros. Entre los años 1925 y 1926 se prohibió el culto en Tabasco y se tomaron medidas muy
estrictas contra los practicantes en Chiapas, Hidalgo, Jalisco y Colima.
Los fieles católicos tomaron la iniciativa y, en marzo de 1925, forman la Liga Defensora de la Libertad
Religiosa (en adelante la llamaremos solamente la Liga), dirigida por don Miguel Palomar y Vizcarra,
basada principalmente en la gloriosa Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), Rápidamente
se establecieron en todo el país y planearon actuar por medios "constitucionales". Sin embargo, los
acontecimientos se precipitaron cuando se promulgó la famosa Ley Calles. Estaba integrada por treinta
y tres preceptos que explicitaban mejor la persecución legislativa de la Constitución: limitación del
número de sacerdotes (sólo uno por cada seis mil habitantes), inscripción de los sacerdotes en el
municipio para recibir la autorización de ejercer el culto, prohibición de la libertad de enseñanza y el
derecho de los padres de enseñar a los hijos en la fe.
Más decidida fue la actitud de la Liga. Aunque la mayor parte de las organizaciones del catolicismo
social estaban bajo fuerte tutela clerical , entre las divergencias de los prelados se había dado espacio a
la participación directiva de clases medias, obreros y campesinos que no eran eclesiásticos. El conflicto
que se iniciaba, la Cristiada, acabó siendo una movilización de grupos de la sociedad civil de manera
separada de la Iglesia y el Estado, evidenciando las debilidades de ambos, pues ni se seguían los
lineamientos de la primera ni era posible al segundo la erradicación total del movimiento. Los cultos
se suspendieron efectivamente el 10. de agosto de 1926, y de inmediato ocurrieron levantamientos
espontáneos en los estados del Occidente. Todavía el 21 de agosto, Álvaro Obregón concertó una
entrevista entre el Presidente y dos miembros del Comité Episcopal, Pascual Díaz y Leopoldo Ruiz y
Flores. El encuentro simplemente confirmó la distancia ideológica que separaba al Episcopal
Pascual Díaz y Leopoldo Ruiz y Flores. El encuentro simplemente confirmó la distancia ideológica
que separaba al Episcopado del Gobierno.
Esta Ley decidía el número de sacerdotes por cada templo, decía que los únicos sacerdotes debían
mexicano por nacimiento, lo que llevo a la expulsión de sacerdotes extranjeros, además se le prohibía
a la iglesia participar en actividades políticas y tenían prohibido tener o abrir Colegios, ya que en el
artículo 3, se enfatizaba el carácter laico de la educación, el estado era el único que podía impartir la
educación. También se le imponía Multas a la iglesia por infringir la Ley. Con estas medidas,
claramente anticlericales y anti eclesiásticas, se desencadenaría la llamada guerra Cristera.
la protesta tardía del obispo
Ruiz y Flores
Don Leopoldo Ruiz y Flores, al tiempo que se llevaban a cabo los arreglos con el presidente Portes Gil,
fue designado por la Santa Sede como delegado apos‑ tólico. Desde el primer momento en esa función,
se caracterizó por su extremada prudencia para evitar nuevas confrontaciones con los gobiernos
revolucionarios, lo que le valdría muchas críticas entre los mismos católicosSu silencio se mantuvo
incluso cuando fue expulsado de México en los primeros días de octubre de 1932 por el gobierno del
presidente Abelardo L. Rodríguez. Desde los Estados Unidos prosiguió su labor como delegado buscando
siempre apaciguar los ánimos y evi‑ tando hasta la más pequeña crítica hacia el gobierno. Sin embargo,
en los primeros días de 1935, tal vez porque ya era un hecho que se estaba preparando su relevo como
delegado apostólico
o quizá porque la educación socialista recientemente implementada por el gobierno del general
Cárdenas le había llevado a cambiar su postura conciliadora, o bien, como lo explicaba él mismo, por las
últimas declara‑ciones del gobierno en las que nuevamente se negaba que hubiera persecución reli‑
giosa y se afirmaba que lo único que ocurría en México era que se estaba aplicando la ley, Ruiz y Flores
saltó al ruedo con ímpetu inusitado e hizo publicar una Carta abierta al presidente Lázaro Cárdenas en la
que hacía un extenso resumen de la situación en la que, desde su óptica, se encontraba México después
de los arreglos. Si bien no deja de ser una protesta contra el gobierno redactada apasionadamente por
uno de los más directamente afectados, sin embargo, por los datos que aporta, se transcribe a
continuación el texto de la carta alusivo a este entorno
Excelentísimo Señor: Por los periódicos acabo de enterarme de la contestación que S. E. se sirvió dar a
las preguntas que los corresponsales de la Prensa le presentaron el día 25 del pasado Enero. No ha
podido menos de llamar poderosamente mi atención la inexactitud que esas con‑ testaciones contienen
sobre puntos de suma trascendencia para la tranquilidad del país, y sobre todo para la Iglesia Católica
para el bien de las almas de los católicos mexicanos. En vista de esto, creo de mi deber protestar contra
las declaraciones que oficialmente se hace en nombre del Presidente de la República y ratificar
públicamente los conceptos que esas declaraciones contienen.
Personajes
Venustiano Carranza: promulgo la constitución de 1917, donde se le quitaba privilegios a la Iglesia y se
le expropiaba sus territorios. Álvaro Obregón: fue presidente del 1 diciembre 1920 al 30 noviembre de
1924 pero aplico con menos severidad la ley Plutarco Elías Calles: presidente de 1924 a 1928. Impuso la
Ley de Calles, el detonante de la Guerra Cristera. Emilio Portes Gil: presidente Interino después de la
muerte o asesinato de Obregón quien Había quedado Electo, firmo el acuerdo con la Iglesia y el fin de
la guerra cristera.
La Guerra contó con la participación de 2 bandos: El católico, el cual encontraba conformado por
Obispos, intelectuales y Cristeros, que también hacían parte de los combatientes armados. En el otro
lado estaba el Gobierno y el Ejército federal. Los mártires: ¿Qué son los Mártires? Los mártires son los
cristianos que dan testimonio de la verdad en las enseñanzas de Cristo, prefiriendo la muerte y el
sufrimiento a la renuncia de la fe. En esta guerra fueron torturados cruelmente antes de acabar con
sus vidas. Entre los martines de esta guerra se encuentra a José Sánchez del Rio, un niño Cristero, que
en eso momento solo tenia 14 años, fue apresado y asesinado durante la batalla.
Comandantes Por parte del Gobierno y ejército mexicano Plutarco Elías Calles Emilio Portes Gil Joaquín
Amaro Domínguez Saturnino Cedillo Heliodoro Charis Marcelino García Barragán Jaime Carrillo
Genovevo Rivas Guillén Comandantes del Ejército Cristero
Los primeros jefes fueron los que tomaban la iniciativa del movimiento en su región o los que eran
elegidos por el grupo rebelde al que pertenecían. Predominaba la democracia. Las cualidades más
apreciadas y valoradas entre los líderes eran el valor personal y la experiencia militar. Entre ellos se
encontraban: Enrique Gorostieta Velarde José Reyes Vega Alberto Gutiérrez Aristeo Pedroza Andrés
Salazar Carlos Bouquet Carranza Dionisio Eduardo Ochoa Dámaso Barraza Domingo Anaya Jesús
Degollado Guízar Luis Navarro Origel Lauro Rocha Lucas Cuevas Matías Villa Michel Miguel Anguiano
Márquez Manuel Michel Victoriano Ramírez Victorino Bárcenas Justo Ávila Miguel Hernández Emilio
Barrios Simón Cortés Sabino Salas Fernando Pedroz Félix Barajas Chema Gutiérrez José Velasco Pedro
Cordero Pedro Sandoval Benjamín Mendoza Palacios
Michoacán.- 12,000 combatientes. La división del Sur contaba con 9 regimientos y la Brigada de los Altos
con 5 regimientos. Jalisco.- 10,000 combatientes. Guanajuato y Querétaro.- 4,000 combatientes. 2
regimientos para la Brigada de la Cruz en Sierra Gorda. Zacatecas.- 5,400 combatientes. Los 5
regimientos de la Brigada Quintanar, 3 de Chema Gutiérrez, Felipe Sánchez y Pedro Sandoval. Nayarit y
Sinaloa.- 2,500 combatientes. Volcanes de Colima.- 2,000 combatientes. 6 regimientos. Durango.- De
1,500 a 3,000 combatientes. Guerrero.- De 2,000 a 4,000 combatientes. Oaxaca.- 1,500 combatientes.
México, Morelos y Distrito Federal.- 1,000. Brigada Mendoza. Puebla, Tlaxcala y Veracruz.- 1,000
combatientes. Tehuantepec.- 800 combatientes.
El fin
Las posiciones se consolidan entre julio de 1927 y julio de 1928, es decir, desde que el General Gorostieta
asume la dirección de los Cristeros hasta la muerte de Obregón. Por una parte, el ejército contaba con
buen presupuesto, fábrica de armamento y la fuerza aérea; pero, por otra, la caballería era la fortaleza
de la milicia cristiana. Además, conocían el terreno y superaban, por mucho, la cantidad de cuacos del
ejército. Muchos factores providenciales hicieron que el Gobierno se fuese debilitando lentamente
Fin de la Guerra Cristera En octubre de 1927, el embajador de Estados Unidos en México fue Dwight
Whitney Morrow. Él inició una serie de reuniones con Calles. Morrow quería poner fin al conflicto. El
período presidencial de Calles se acercaba al final y el presidente electo Álvaro Obregón debe asumirá
el cargo el 1 de diciembre de 1928. Sin embargo, fue asesinado por un católico radical 17 de julio de
1928, un hecho que cuestiona seriamente el proceso de paz, entonces en marcha. Congreso nombró a
Emilio Portes Gil presidente interino en septiembre, marcando nuevas elecciones para noviembre de
1929.
Portes Gil fue más abierto sobre la Iglesia que Calles había sido, lo que permite Morrow y Burke,
reinicie su iniciativa de paz. El 21 de junio de 1929, ya finalizado el mandato de Plutarco Elías Calles, la
Iglesia católica y el gobierno interino de Emilio Portes Gil llegaron a acuerdos que finalmente pusieron
fin al respaldo armado de la Iglesia a los cristeros. Los obispos no exigirían la revocación de las leyes,
sólo su aplicación de forma menos estricta. El gobierno, sin modificar ningún párrafo de las leyes que
controlaban a la Iglesia, permitió que éstas continuaran su labor espiritual sin tratar de intervenir en la
vida política de México. Para el 27 de junio de 1929 los servicios religiosos en las iglesias se reanudaron.
la dirección de Gorostieta, el aumento de las tropas cristeras (se calcula que llegaron a 50 mil), la
rebelión de los Generales Manso y Escobar, las deserciones del ejército (ascendían a unas 30 mil)
debidas al desgaste de una lucha prolongada e injusta, la falta de recursos económicos debidos al
boicot, pero lo más angustiante para el Gobierno era el enfrentar a todo un pueblo que defendía su
Religión. Vaya aquí un homenaje a las mujeres mexicanas que formaban parte de las brigadas Santa
Juana de Arco. Ellas, mujeres fuertes, no dudaban en poner en riesgo su vida transportando mensajes,
alimentos, municiones, armas para las milicias de Cristo Rey.
Así, el movimiento cristero rápidamente se fue imponiendo: en pocos meses seis estados – Jalisco,
Nayarit, Aguascalientes, Zacatecas, Querétaro y Guanajuato - eran enteramente cristeros. La Cruzada
mexicana por el reinado de Cristo estaba llegando a su apogeo y el Gobierno se dio cuenta de que no
podía vencer. Hasta el general Amaro reconoció oficialmente la magnitud del conflicto y la necesidad de
un acuerdo.
Los Acuerdos, Fin de la Lucha Armada El Gobierno utilizó otra estrategia: la guerra mediática. Los medios
de comunicación lanzaron la falsa noticia de que iba a haber un acuerdo con los obispos. Esto debilitó
psicológicamente a las milicias de Cristo que querían seguir luchando por su Iglesia. Ya no valía la pena
el esfuerzo ni el sacrificio ni el disparo certero... El General Gorostieta protestaba: "...si quieren arreglos,
consúltenos primero a nosotros…" Lamentablemente, el General fue asesinado el 2 de junio. En su
reemplazo asumió la conducción de la Guardia Nacional el General Degollado.
Tanto presionó el gobierno, que al final consiguieron que se firmara un acuerdo donde se negociaban los
derechos de la Iglesia. Hicieron traer a dos obispos desterrados en los Estados Unidos de América para
que firmaran el arreglo. Así se acabó fríamente, en un escritorio, lo que tan ardientemente se había
comenzado en el campo de batalla. El aviso del fin de la Cruzada armada se dio en un comunicado el día
21 de Junio de 1929, firmado por Monseñor Leopoldo Ruiz. Las causas nadie las preguntaba: "Monseñor
lo dice, así se hace", era la frase de los rancheros realistas. Con este acuerdo diplomático, las milicias de
Cristo Rey dejaron de ser legítimas defensoras de la cristiandad, para pasar a ser consideradas un grupo
de bandidos…
Desarollo
Desarrollo de la Guerra Los rebeldes en Jalisco (particularmente en la región al norte de Guadalajara)
comenzaron a reunir sus fuerzas. Esta región se ha convertido en el principal foco de la rebelión
liderada por René Capistran Garza, líder de la Asociación Mexicana de la Juventud Católica , que
comenzó el 1 de Enero de 1927. La rebelión había comenzado formalmente con la publicación de un
manifiesto Garza en el Día de Año Nuevo titulado A la Nación (a la nación). En el declaró que la hora
de la batalla y la hora de la victoria es de Dios. Los grupos rebeldes se movieron a la región noreste de
Guadalajara y comenzaron a ocupar aldeas, a menudo sólo equipadas con viejos fusiles y palos. El
grito de guerra de los cristeros era ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!. Estos rebeldes, que
en su gran mayoría no tenían experiencia militar previa, planeaban bien sus combates. Los líderes
rebeldes más exitosos fueron Jesús Degollado (boticario), Victoriano Ramíre.
Para los Cristeros las motivaciones religiosas de la rebelión fueron reforzadas por otras
preocupaciones políticas y materiales. Los participantes de la rebelión provenían frecuentemente de
comunidades rurales que habían sido golpeadas por la política de reforma agraria conducida por el
gobierno desde 1920, o que se sentían amenazadas por los cambios políticos y económicos recientes.
Muchos de los agraristas y otros que estaban en contra del gobierno eran católicos. Existe cierta
controversia sobre si las acciones de los cristeros bien no fueron apoyados por los obispos o el
Papa. Oficialmente, el episcopado mexicano nunca apoyó la rebelión, pero según varios relatos los
rebeldes tenían de la parte del episcopado el reconocimiento de la legitimidad de su causa. El
episcopado nunca condenó a los rebeldes. El obispo de Guadalajara, José Francisco Orozco y Jiménez,
se situó por los rebeldes; a pesar de rechazar formalmente la revuelta armada, no estaba dispuesto a
abandonar.
En 23 de febrero de 1927, el cristeros derrotado por las tropas federales primera vez en San Francisco
del Rincón, Guanajuato, seguido por otra victoria en San Julián, Jalisco. Sin embargo, la rebelión sería
casi extinta en 19 de abril, cuando el padre Vega dirigió el asalto de un tren pensado para soportar
una carga de dinero. Durante el tirote, su hermano fue muerto y el padre Vega mandó incendiar los
carruajes del tren, causando la muerte de 51 civiles. Esta atrocidad ha puesto la opinión pública en
contra de la cristeros. El gobierno comenzó a trasladar a los civiles de regreso a los centros
poblacionales impidiéndoles suministrar víveres a los rebeldes. Al llegar el verano, la rebelión fue casi
totalmente dominada. Garza dejó la dirección de la rebelión en julio, después de un intento fallido de
obtener fondos en el Estados Unidos. El movimiento rebelde ganó nueva vida a través de los
esfuerzos de Victoriano Ramírez, conocido como
El Catorce (El Catorce). Según la leyenda, este apodo tuvo su origen en el hecho de que, tras su evasión
de la prisión, había matado a todos los catorce hombres que habían sido enviados en su persecución. El
Catorce era analfabeta, pero un líder de la guerrilla nació. Lo hizo subir la rebelión, permitiendo que la
Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa tuviera un nuevo general. Los dos padres
comandantes, el padre Vega y el padre Pedroza, eran soldados natos. Los cristeros se llevaron a cabo
las riendas del conflicto durante 1928 y en 1929 el gobierno federal se enfrentó a una nueva crisis: una
revuelta en el ejército, dirigido por Arnulfo R. Gómez en Veracruz. Los cristeros trataron de aprovechar
está atacando a Guadalajara a finales de marzo. El ataque fracasó, pero los rebeldes tuvieron éxito en
tomar Morelos Tepatitlán de 19 de abril. El padre Vega fue muerto en esta batalla.
Sin embargo, la revuelta de los militares fue controlada rápidamente, y pronto los cristeros se
enfrentaron con divisiones internas. Mario Valdés, que muchos historiadores creen que era un agente
federal, que llevo a cabo la captura contra El Catorce que conducen a la ejecución de este después de
una condena por un tribunal imparcial marciales. Esto debilito la lucha de la iglesia, que ya sin un líder
perdía su rumbo.
Consecuencias
La guerra costó la vida a cerca de 90.000 personas: 56.882 en el lado federal, 30.000 cristeros y
numerosos civiles y cristeros muertos en ofensiva anticlerical después de la guerra. Conforme
prometido por Portes Gil, la ley Calles permaneció en los libros, pero no se hizo ningún intento
organizado por parte del gobierno federal para su aplicación efectiva. Después de la guerra se
reanudaron los servicios religiosos y las iglesias tuvieron nuevamente sus derechos, aunque las leyes
aun permanecieran, estas no fueron aplicadas. Otra consecuencia fue la migración de los mexicanos a
Estados Unidos por Haber Sido Tocados por la Guerra y la situación de crisis que empezaban a Vivir.
Efectivamente, la lucha es eterna y, desde la creación, se lanzó un grito que con el tiempo se ha hecho
un eco cada vez más sonoro. Los Macabeos lo pronunciaron en las batallas del Antiguo Testamento al
defender su patria. Fue lo que los Apóstoles pregonaron por todo el mundo y que animó a los Mártires a
dar su vida por Cristo. Fue el grito que se estampó en una época, la Cristiandad, cuando el mundo se
regía por el Evangelio. Fue el grito de San Miguel: "¡Quién como Dios!" el que se escuchó en la resistencia
que hicieron los contra-revolucionarios, cuando el mundo trataba de sacudirse del suave yugo social de
Nuestro Señor Jesucristo: lo tomaron los Vandeanos franceses, los Carlistas españoles, los Federales
argentinos y, finalmente, los Cristeros mexicanos.
México no es el gobierno ni las instituciones democráticas que hoy nos dirigen. No es tan sólo su
territorio y su población. México son los méritos de los compatriotas que nos han precedido. Es el
trabajo del campesino que siembra con sudor el suelo de nuestra patria. Es la labor oculta de las madres
cristianas que, con lágrimas, moldean los corazones de futuros guadalupanos. Es, sin lugar a dudas, la
sangre de todos aquellos que lucharon y murieron por un México grande que se identifica con el legado
de España. Y es por eso que la lucha cristera no fue inútil, no. Es el fuego que a veces se arrebata y crece
por el fervor patrio de los entusiastas que encarnan el grito de San Miguel; pero que también se aletarga
con los tratos burgueses, los negocios fructuosos, los pactos democráticos y las tolerancias suicidas.
Pero de las brazas encendidas por el Movimiento Cristero, puede encenderse el fuego que dé paso a una
patria nueva, rejuvenecida que, como el ave fénix, de la evocación.
de sus brazas casi apagadas, renazca al esplendor del Reinado de Nuestro Señor Jesucristo. En la sangre
hispanoamericana corre este designio divino: luchar por el reinado de Cristo. En nosotros está pasar a la
historia y ser premiados en la eternidad por ser aliados de San Miguel, o la vergüenza y el sinsabor
eternos de haber desperdiciado el patrimonio de nuestros caídos, siendo así traidores a Dios y a la
Patria... ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa María de Guadalupe!
Restauración de servicios religiosos y
finalización del conflicto
En inicio con la Ley Calles, la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa
abogó por una salida negociada a la tensión. Acató la Ley aún cuando iba en
contravía de las directrices de la Santa Sede y le comunicó a esta última la situación
política internar, lo que se convirtió en rechazo del Vaticano a lo decidido por Calles.
A su vez, la Iglesia recolectó alrededor de dos millones de firmas de sus fieles para
proponer una reforma constitucional. El congreso denegó su petición por lo que
optaron por un boicot económico altamente efectivo que radicalizó la posición del
gobierno y posteriormente de ellos mismos. En 1929, Calles cede el poder a Emilio
Portes Gil quien después de varios intentos de reivindicación, termina la Guerra
Cristera e inicia un período de “relaciones nicodémicas” entre estos dos entes, es
decir, el Estado renunció a aplicar la ley y la Iglesia renunció a disputar
públicamente las condiciones impuestas (Explorando México, 2017).
Fuera del arzobispo, nadie del cuerpo eclesiástico haría comentarios sobre la política
nacional. La Constitución no se modificó pero se reanudaron los servicios religiosos, se
le permitió nuevamente a los sacerdotes portar su vestimenta fuera de las iglesias y se
suprimió la limitación del número de sacerdotes y la licencia requerida de las que
hablaba la Ley Calles.
Gran movimiento migratorio a otras regiones del país y el extranjero
Como es natural en tiempos de conflictos y tensiones políticas, muchas personas huyeron de su zona
de residencia en búsqueda de lugares más seguros. Muchos mexicanos huyeron de la violencia y se
refugiaron en Estados Unidos. Para 1930, más de un millón y medio de mexicanos había emigrado al
norte de la frontera (Mercado Vargas & Palmerín Cena, 2017), lo que constituía el 10% de la población
mexicana por aquel entonces. En todo caso, habría que resaltar que no todos desplazados se
trasladaron después de la Guerra Cristera. El movimiento migratorio también fue entre estados de la
república mexicana e incluso del campo a la ciudad. Recordemos que la mayoría de católicos
levantados en armas fueron campesinos y las batallas de la guerra tuvieron escenario en las áreas
rurales. Con la pacificación entre el gobierno y la Iglesia, muchos de los católicos todavía alzados en
armas fueron excomulgados y perdieron sus puestos de trabajo en el campo por atender al llamado del
combate.
Creación del movimiento político Sinariquista de México
El acuerdo de las relaciones nicodémicas entre el Estado y la Iglesia en
1929 no fueron bien vistas por todos los obispos y algunos laicos. De esta
inconformidad empezaría a surgir un movimiento legionario concentrado
especialmente en las zonas más conservadoras, católicas y de derecha de
toda la Guerra cristera: Guanajuato, Michoacán, Jalisco y Querétaro. Este
movimiento era la continuación de la Guerra de Cristero pero no desde la
rebelión armada sino a través de las directrices pacifistas de la jerarquía
católica mediante la conciencia de las demandas sociocatólicas. El 23 de
mayo de 1937 se funda oficialmente este movimiento político, social y
cultural cimentado en el catolicismo, el fascismo, el anticomunismo y el
nacionalismo.
EL
BOYCOT
Oración + luto + boycot = victoria, decían los innumerables billetitos que en todas partes circulaban;
billetitos que sin saber los perseguidores, ni a qué hora, ni cómo se fijaban, aparecían pegados en todas
partes: en las esquinas de las calles, en las puertas y ventanas de las casas, en los postes de la luz, en los
árboles de los jardines, en los coches y tranvías, en el palacio de Gobierno. Un pequeño periódico
titulado Acción Popular, órgano de la Liga en Colima, impreso y repartido clandestinamente, unificaba la
acción colectiva del pueblo colimense. Toda esta propaganda se hacía en medio de muchos peligros y
burlando la extremada vigilancia de los enemigos.
Un solo folleto de propaganda católica era causa suficiente para que aquel que lo trajera fuese
conducido a la prisión y allí injuriado y golpeado por los esbirros del gobernador Solórzano Béjar. Así los
muchachos de la A. C. J. M. continuamente eran arrestados; pero esto no atemorizaba a ninguno y la
propaganda continuaba cada vez con mayor entusiasmo. En la ciudad, gracias a la organización, las
hojas volantes, periódicos o folletos se repartían simultáneamente en menos de diez, de quince
minutos, y cuando los gendarmes querían impedirlo, todo estaba ya concluído, la ciudad estaba ya
inundada con la propaganda. A los pueblos y aldeas la propaganda impresa se mandaba en el fondo de
los cajones o canastas de fruta.
EN LAS BARBAS DE LOS
POLICÍAS
Muchas veces quisieron los servidores del tirano llevarse preso al Párroco de San Jerónimo don
Ignacio Ramos; mas el pueblo nunca lo permitió. Siempre los fieles estaban alerta: una o dos
campanadas de contraseña significaban que había peligro, que algo malo ocurría y todos dejaban sus
trabajos, las casas se cerraban y se corría a la defensa de su Sacerdote. En cierta ocasión un grueso
piquete de soldados se presentó a las puertas de la casa parroquial en busca del Párroco; pero el
pueblo en masa se amotinó al momento; aun niños de cuatro años llevaban sus sombreritos llenos
de piedras, para luchar contra los perseguidores en caso de que quisieran llevarse a su Pastor; el
capitán, jefe de la escolta, optó entonces por la paz y regresó a la capital del Estado sin atreverse a
ejecutar la comisión que llevaba.
Y así como eran luchadores, eran fervientes: se hacía penitencia pública, se lloraba diariamente, allí
en aquel templo helado y sin sagrario; aun los niños ayunaban y, de la mano de sus padres o
hermanos mayores, descalzos y con coronas de espinas, salían de sus casas y atravesaban el poblado
hasta llegar al templo. En otra ocasión, por esta su misma actitud gallarda, fueron a dar a la cárcel
muchas de las señoritas de las principales familias de allí. En la prisión no hicieron otra cosa que
cantar y rezar; ya cantaban sus canciones populares del boycot, ya alabanzas, ya rezaban todas
unidas y en voz alta el Santo Rosario con la letanía cantada, o lanzaban el intrépido grito de ¡Viva
Cristo Rey! Los enemigos ardían de rabia que desahogaban con insultos y palabras tabernarias; mas
ellas perseveraban en su misma actitud.
Pío XI bendice el grito: ¡Viva Cristo Rey!
El escritor Luis Cano Medina explicó en uno de sus libros que el grito se debe a la devoción de los
católicos a Cristo Rey, especialmente porque en 1924 México fue el primer país en consagrarse a Él.
Durante la Guerra Cristera, el ejército católico se consagró a Cristo Rey y por ello fueron llamados “Los
Cristos Reyes” o “Cristeros”. “¡Viva Cristo Rey!” era el grito de resistencia y la jaculatoria de los mártires.
El papel de las mujeres El P. Sáenz indicó que en la guerra cristera hubo varias agrupaciones femeninas.
Una de estas fueron las Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco, fundadas en el año 1927 y
conformadas por cerca de 25 mil mujeres, casadas y solteras. Ellas recaudaban dinero, ofrecían refugio
y cuidaban a los heridos y enfermos.
Karla Fernanda Hughes Islas EPO 331 matutino NL20 referencias:
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Doralicia Carmona Dávila. (2018). Finaliza la guerra cristera sin pacto alguno del gobierno con el
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Goytortúa Santos, José (1972) Pensativa. México. Porrúa.
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Jean Meyer . (1974). La cristiada Los cristeros. Tucuman 7.N C1050, Buenos Aires Argentina: Siglo
veintiuno .
La Guerra Cristera fue la lucha entre la Iglesia católica y el
Estado en México, un conflicto armado que tuvo lugar entre
1926 y 1929, Duró aproximadamente 3 años.
Inicio
A su regreso de Roma, en el mes de enero, el arzobispo González y Valencia y el obispo Miguel de la
Mora realizaron declaraciones al periódico El Universal en el sentido de que el Papa había apoyado
las demandas que en otro tiempo habíahecho el episcopado a fin de que se reformaran los artículos
constitucionales que limitaban la libertad religiosa. Poco después, al ser entrevistado por el mismo
dia‑ rio, el arzobispo primado de México, Mons. Mora y del Río, fue un poco más allá al hablar de toda
una estrategia de movilización para que los laicos buscaran estas reformas por todas las vías a su
alcance. El gobierno de Calles calificó tales declaraciones como una invitación a la rebelión e intentó
procesar judicialmente al obispo por el cargo de sedición, aun‑ que el juez lo dejó en libertad por
falta de méritos; sin embargo, las represalias del gobierno superaron todo lo que se esperaba
en menos de dos meses fueron expulsados todos los sacerdotes extranjeros, las escuelas e
instituciones de beneficencia llevadas por la Iglesia fueron clausuradas y el gobierno exigió a los
Congresos estatales que legislaran cuanto antes a fin de determinar a cuántos sacerdotes se les iba a
permitir ejercitar su ministerio en cada estado. De todas estas medidas se intentó hacer ver como causa
las declaraciones del arzobispo de México e Calles había conseguido del Congreso que se le facultara
para adicionar el Código penal mediante una ley que él mismo habría de elaborar. Esta ley se conoció el
14 de junio y fue publicada en el Diario Oficial el 2 de julio de 1926, es la que se conoce como “Ley
Calles”. Además, en los últimos meses de 1926 llegaría al Congreso otra ley reglamentando el Art.130
Constitucional en materia de cultos, una especie de enmienda constitucional que radicalizaba todavía
más un artículo que ya contenía una gran cantidad de limitaciones a la libertad religiosa.
Inicio de la Guerra En junio de 1926, se promulgó la Ley de Reforma al código Penal, conocida como Ley
de Calles. Esta ley establece sanciones específicas para los sacerdotes y religiosos que se atrevieron a
violar las disposiciones de la constitución de 1917. A modo de ejemplo, el uso de vestimenta religiosa
en público fue penalizado por 500 pesos. Un sacerdote que critica al gobierno podía ser condenado a
cinco años de prisión. En respuesta a estas medidas, la resistencia de las organizaciones católicas
comenzó a intensificarse. La más importante de estas organizaciones fue la Liga Nacional para la
Defensa de la Libertad Religiosa, fundada en 1924. Él se unió a la Asociación Mexicana de la Juventud
Católica (fundada en 1913) y la Unión Popular, un partido político católico fundada en 1925. En 11 de
julio, de 1926, los obispos mexicanos votaron por la suspensión de todas las manifestaciones públicas
de culto en respuesta a la ley Calles.
El 14 de julio, dieron los religiosos su apoyo a los planes para llevar a cabo un boicot económico contra
el gobierno, y sería especialmente exitoso en México centro-occidental (los estados mexicanos de
Jalisco, Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas). Los católicos residentes en estas regiones dejaron de ir
a los cines y teatros y no utilizaban el transporte público. Los profesores dejaron de enseñar en las
escuelas seculares. Sin embargo, este boicot fracasó en octubre de 1926, en gran medida debido a la
falta de apoyo en el seno de los católicos más ricos, que estaban perdiendo dinero debido al boicot.
Por esta razón los ricos eran mal vistos y su reputación empeoró cuando pagaron al ejército federal
por protección y al llamar a la policía para deshacer los piquetes de protesta. Sin embargo, los obispos
católicos trabajaban para conseguir que los artículos constitucionales antes mencionados fueran
enmendados.
Sin embargo, el gobierno de Calles consideraba este comportamiento como una forma de
insubordinación y ordenó el cierre de numerosas iglesias. En septiembre del episcopado presentó una
propuesta de modificación de la constitución que fue rechazado por el Congreso mexicano el 22 de
setiembre de 1926
El Papa Pío XI, después de un prudente silencio, daba a conocer al mundo civilizado lo que estaba
ocurriendo en México a través de su encíclica Iniquis afflictisque, de noviembre de 1926. En ella, el
Pontífice señalaba que “a causa de la ley promulgada por el presidente de la República el 2 de julio de
este año, casi ninguna libertad existe ni se ha dejado para la Iglesia”. Y denunciaba: “todo aquel que
venere, como tiene obligación, a Dios Creador nuestro y Redentor amadí‑ simo; todo aquel que quiera
obedecer los preceptos de la Santa Madre Iglesia, ése será juzgado como culpable y malhechor, ése
merecerá ser privado de sus derechos civiles, ése deberá ser arrojado a la prisión junto con hombres
criminales”. Men‑ cionaba incluso feroces atropellos: “Así, han sido conducidos a la cárcel colegios
enteros de canónigos, llevándose incluso en camilla a los ancianos. Sacerdotes y laicos, por los
caminos y plazas, en frente de las iglesias, han sido inmisericorde‑ mente asesinados”.
Y mostraba estar enterado hasta de los incidentes más atroces, sin dejar de asentarlos en la encíclica
Finaliza la guerra
El arzobispo de Michoacán y delegado apostólico Leopoldo Ruiz y Flores y el obispo de Tabasco Pascual
Díaz, firman con el presidente Portes Gil los acuerdos entre la Iglesia Católica y el Estado, redactados por
el embajador norteamericano Dwight W. Morrow, que no tienen carácter oficial, pues la Iglesia carece de
personalidad jurídica para convenir con el Ejecutivo. Sin pedir ni ceder algo a cambio, el gobierno
concede amnistía a los cristeros que se rindan y devuelve los templos y casas que no estén ocupadas por
alguna oficina gubernamental. La Iglesia y los católicos quedan en la misma situación que tenían antes
de estallar la guerra cristera. Portes Gil, antes de firmarlos, pide como favor que salgan del país los
prelados González y Valencia, y Manríquez y Zárate, únicos que tomaron partido en favor de los
cristeros, y Monseñor Orozco, “pesadilla” del gobierno, para calmar a los jacobinos que seguramente
estarán contra estos arreglos
Lo cual es aceptado. Inmediatamente después de este acto, los prelados van a dar gracias a la Basílica
de Guadalupe, en donde Monseñor Ruiz y Flores comunica a Monseñor Díaz que el Papa lo ha nombrado
arzobispo de México. Desde el 5 de junio pasado comenzaron los arreglos. En Saint Louis Missouri,
Morrow había hecho enganchar su vagón al tren en el que iban Mons. Ruiz y Flores y Mons. Pascual Díaz,
y durante el trayecto hasta la frontera mexicana estuvieron los tres preparando la negociación.
En los siguientes días, los radicales rojos y blancos trataron de que fracasaran las negociaciones. El 11
de junio, el general Aristeo Pedroza, párroco de Ayo el Chico, en Jalisco, escribió a Ruiz y Flores: “Si el
tirano se niega a conceder todas las libertades que exigimos, dejad que el pueblo continúe la lucha
para alcanzarlas y no entreguéis a toda esa porción de vuestra grey a una matanza estéril. Recordad
que Vosotros declarasteis hace tres años que era lícita la defensa armada contra la tiranía callista; no
entreguéis a vuestras ovejas a la cuchilla del verdugo". Por fin, el día 12 se celebró la primera entrevista
entre el presidente Portes Gil y los prelados representantes de la iglesia católica. El 14, en un telegrama
al presidente, Adalberto Tejeda, secretario de Gobernación, deploró la vuelta inminente del "cochino
clero que quiere reanudar su tarea monstruosa de deformar las conciencias y la moralidad del
pueblo..No vais a permitir que las leyes de Reforma y la Constitución
Finaliza así la guerra sin pacto ni compromiso alguno del gobierno con el Vaticano, únicamente los
actos del clero se ajustarán a las prescripciones de las leyes vigentes. Roma ordenó a Mons. Ruiz
practicar “la ciencia de perder ganando". Los comunistas de entonces así lo comprenden: "La Iglesia
que durante siglos fue la representante del orden feudal, latifundista, hoy sabrá representar además
los intereses de la clase capitalista, patronal, explotadora; la Iglesia, eterno instrumento para
mantener sumisas y en la ignorancia a las masas populares, iniciará de nuevo y con doble esfuerzo su
tarea para destruir en el corazón y en la mente de las masas la poca conciencia que la Revolución les
ha dado".
Más de medio siglo después, en 1992, el presidente Salinas reformará el artículo 130, y el 16 de julio
siguiente, publicará la Ley Reglamentaria sobre Asociaciones Religiosas y Culto Público, para reconocer
personalidad jurídica a las iglesias y corporaciones religiosas, levantar la prohibición de que los
extranjeros sean ministros de culto religioso y otorgar derechos políticos a los ministros de cualquier
culto religioso; mantendrá la prohibición a asociarse con fines políticos y realizar proselitismo a
partidos o asociaciones políticas; y establecerá un marco más flexible para las celebraciones y
manifestaciones de culto externo. Asimismo, reformará el artículo 5ª para no prohibir más las órdenes
monásticas, y el 27 para que las iglesias puedan adquirir, poseer y administrar inmuebles para cumplir
sus fines. En 1993, también reformará el artículo 3º, para retirar la prohibición a las corporaciones
religiosas a participar en la educación.