El hecho de vivir en lugares aislados,
con diferente clima, animales,
vegetación y diferentes vecinos hizo
que a partir de pequeñas variaciones
de dialecto se crearan idiomas
completamente diferentes.
Los lingüistas notaron que muchas lenguas
tienen características similares en su
gramática y vocabulario, como si
estuvieran emparentadas. Así, agruparon
las lenguas en familias distribuidas por el
mundo.
Entre el siglo III y el I antes de Cristo, el
Imperio Romano conquistó toda la región
alrededor del mediterráneo, imponiendo su
lengua: el latín.
De esa lengua romana surgieron las lenguas
romances: italiano, francés, rumano, portugués,
catalán y español. Al mezclarse con las lenguas
locales, el latín vulgar formó varias lenguas (es decir,
el latín que hablaba el pueblos, no el idioma culto en
el que se escribían los libros)
Cuando los españoles conquistan
América, el castellano se mezcló
con las lenguas de sustrato de cada
región. México aportó vocablos del
náhuatl, como “tamal”, “chicle”, o
“tomate”.