Cuando vamos a iniciar la pieza oratoria,
hemos de tener presente que la
movilidad aviva el interés y rompe la
monotonía.
Cuando vamos a iniciar la pieza oratoria,
hemos de tener presente que la movilidad
aviva el interés y rompe la monotonía.
Si el orador habla de pie y con una mesa al frente,
deberá evitar que lo separe del público o esconderse
detrás de esta, y asomarse a manera de balcón, o
tamborilear con las manos sobre la misma.
En caso de tener que tomar asiento, deberá mantener el cuerpo
erecto, las piernas sin cruzar, un poco separadas una de la otra, los
pies con caída normal, vertical y las manos apoyadas suavemente en
la mesa.
La postura y el porte nunca han de sugerir
arrogancia, desafío, menosprecio, indiferencia o
falsa solemnidad. El orador esta obligado a una
calidad humana y a demostrar cortesía, afecto
interés y sinceridad.
Ademanes
Entre los antiguos, calificaban como “lanza del
orador” a la mano y brazo derechos del hombre,
a los cuales les daban una importancia
prevalente; sin embargo, ambas extremidades
tienen igual valor interpretativo, de ilustración,
de admirable complemento de la expresión oral,
y a veces son valiosos sustitutos de esta.
La riqueza de movimientos de brazos y manos
no debe desaprovecharse. Han de caer
naturalmente sobre el cuerpo y, cuando lo exijan
las circunstancias, moverse con armonía y
naturalidad.
El movimiento de un
brazo no debe
contradecir al otro.
Los hombros no deben levantarse
para manifestar indiferencia u otro
estado de ánimo.
Con respecto a las manos, no debemos
contraer, crispar, frotar o entrecruzar los
dedos.
Voz
Es evidente que cuanto se dice reviste una importancia
capital; pero no menos la tienen las manifestaciones externas
que permiten su transmisión.
Dentro de este marco resaltan la postura y ademanes; pero si
solo nos sirviéramos de estas actitudes, el contacto con el
público seria muy pobre.
Se requiere de algo más que definitivamente logre el impacto que
se desea; de sonidos claros y bien articulados, armoniosos, con
modulaciones adecuadas
Por el contrario, la voz apagada, titubeante,
monótona, atropellada y entrecortada, por
mencionar unos cuantos de los vicios en que
frecuentemente se incurre, es presagio de
que el fracaso sobrevendrá
Contacto visual
La fisonomía del comunicador ha de
ser congruente con sus palabras. Los
movimientos faciales tienen la ventaja
de acentuar las ideas y de contribuir a
lograr una mayor fuerza interpretativa,
que facilita la comprensión del
mensaje.
El rostro excesivamente severo,
inexpresivo, o los gestos
exagerados, impresionan
desfavorablemente.
En consecuencia, la mejor
recomendación consiste en procurar que
los gestos se originen en las ideas o en
los sentimientos, y cumplan su propósito
de servir al objetivo de la comunicación.
La naturalidad en los gestos y la sonrisa
ocasional atraen la simpatía.