Creado por Oscar omar Hernandez
hace casi 5 años
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EL ÁGUILA REAL
Desde mi puesto de observación, bien camuflado bajo unas matas de boj, me deleito en la contemplación de cinco jóvenes zorros que juegan a la puerta de su refugio. Han salido hace media hora, con toda precaución, cuando el sol se asomaba sobre las cumbres. Poco a poco han ido cobrando confianza; tendidos en las posturas más cómicas han estado mordisqueándose, para terminar persiguiéndose abiertamente sobre la fresca hierba que crece ante el negro agujero de la cueva.
Súbitamente los cinco zorros a la vez se precipitan hacia su fortín. Casi en el mismo instante oigo detrás de mi cabeza un zumbido creciente, como el producido por una bandada de torcaces al pasar en vuelo bajo por un encinar. Primero veo una sombra enorme, exactamente delante de la mirilla de mi observatorio. Una masa parda se confunde con ella. Es el águila real. Con las alas semicerradas, formando un ángulo con el cuerpo, con las garras abiertas y adelantadas el ave de Júpiter se clava materialmente contra la pared de la cueva de los zorros. En el último instante gira en ángulo
¿Sabías que los jóvenes sois muy imprudentes?. Te lo digo yo, tu Ordenador. Pero quiero decírtelo con prudencia. No es mi intención molestarte sino invitarte a que examines si tengo razón, para que obres luego en consecuencia. Mis razones para afirmar esto me las brindáis vosotros, al observar que sois impetuosos, irreflexivos, inconscientes, atolondrados, extremistas, espontáneos, inconstantes, precipitados. ¿Admites todo esto?. No me digas que no. Luego entonces, una persona que actúa bajo estos impulsos, normalmente debe cometer muchas imprudencias.
Con esto, no pretendo limitar en lo más mínimo el derecho que tienes a ser joven. Mi deseo es ayudarte a que, a pesar de tu juventud, seas prudente, a que llegues a ser una persona equilibrada entre los extremos.
Digo “entre los extremos”, porque toda virtud tiene un justo medio entre no llegar o pasarse. Si no se llega a ese punto preciso o si se pasa de la raya, la virtud deja de ser virtud. Y a esto, precisamente, va la prudencia, a mantenerse en el justo medio. Con razón la han llamado “el regulador