Creado por MARIA JOSE VERA OJEDA
hace más de 4 años
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«Tú, dueño de la fuerza, juzgas con clemencia y nos gobiernas con mucha indulgencia [...]. Actuando así has enseñado a tu pueblo que el justo debe amar a los hombres; además has llenado a tus hijos de dulce esperanza, pues Tú concedes después de los pecados la posibilidad de arrepentirse».
La corrupción es el pecado que, en lugar de ser reconocido como tal y de hacernos humildes, es elevado a sistema, se convierte en una costumbre mental, una manera de vivir.
El corrupto no conoce la humildad, no se considera necesitado de ayuda y lleva una doble vida.
El corrupto a menudo no se da cuenta de su estado, precisamente como quien tiene mal aliento y no se da cuenta.
La misericordia será siempre más grande que cualquier pecado, nadie puede ponerle un límite al amor de Dios cuando perdona.