-Sócrates: Mientras tengamos cuerpo y nuestra alma esté entremezclada con las miserias de éste, no podremos poseer jamás el objeto de nuestro deseo de una manera que nos satisfaga –y ese objeto, lo declaramos sin rodeos, es la verdad-. En efecto, el cuerpo nos produce mil preocupaciones por la necesidad que tenemos de cuidarlo, y si nos sobrevienen enfermedades nos vemos estorbados en nuestra búsqueda de lo real. El cuerpo nos inunda hasta tal punto de amores, de deseos, de temores, de imaginaciones de toda especie, de tantas futilidades, que, como en verdad se dice, todo pensamiento importante nos es hurtado por ese cuerpo. Guerras, revoluciones, batallas, no tienen otra causa que el cuerpo y sus deseos. La adquisición de riquezas materiales está en el origen de todas las guerras. Y nos vemos empujados a adquirir todas esas riquezas por causas de nuestro cuerpo, esclavos como somos de su servicio. Y también por culpa suya no encontramos tiempo para filosofar, por todas las razones acabadas de mencionar. Pero lo que colma el vaso es que si nos dejamos algún respiro y nos ponemos a reflexionar, nos interrumpe en mitad de nuestros pensamientos entrometiéndose en todo, confundiéndonos y aturdiéndonos hasta el punto de impedirnos contemplar la verdad. Por el contrario, está demostrado que si alguna vez vamos a poseer limpiamente un objeto de conocimiento, nos será necesario prescindir del cuerpo y considerar con el alma en sí misma las cosas en sí mismas. Entonces obtendremos eso que tanto deseamos, eso de lo que afirmamos estar enamorados: la sabiduría.
PLATÓN, Teeteto, 55b-67b
Del texto, se infiere que para obtener la verdadera sabiduría:
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