– “No capitán, no.... ¡El castillo¡
La sorpresa fue general, Hernando, después de
breves segundos de meditación, puso en juego
la torre, como le aconsejara Atahualpa, y pocas
jugadas después sufría Riquelme inevitable mate.
Después de aquella tarde, y cediéndole siempre
las pieza blancas, y al cabo de un par de meses el
discípulo era ya digno del maestro jugaba de igual
a igual.
Comentábase, en los apuntes a que me referido
que los otros ajedrecistas españoles, con excepción
de Riquelme invitaron al Inca; pero este se excusó
siempre de aceptar, diciéndoles por medio del
interprete Filipillo:
-¡Yo juego muy poquito y vuestra merced juega
mucho!”
El fragmento anterior pertenece a una de las más conocidas tradiciones de Ricardo Palma que lleva como título
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