Érase una vez un búho que tenía un problema muy importante: le daba miedo la oscuridad. Cuando llegaba la noche, se ponía a temblar como una hoja y no se atrevía a salir él solo a cazar ratones ni nada. Siempre quería salir con alguien más para que le hiciera compañía y, así, no tener miedo, pero los demás búhos no querían ir con él porque, si cazaban algo, se lo habían de repartir y salían perdiendo. Para evitar la oscuridad, quiso salir a cazar con una vela encendida pero él mismo la apagaba con el viento de sus alas. También intentó hacerlo con una linterna, pero los ratones se encondían en cuanto veían la luz, y no había forma de cazar ni uno. También probó a cazar de día, protegiéndose los ojos con unas gafas de sol, porque ya se sabe que a los búhos les deslumbra la luz del día y les sienta muy mal, pero los ratones desde lejos ya le veían venir y se le escapaban todos. Un día que tenía mucha hambre y estaba muy triste porque nadie entendía el miedo que pasaba, atravesó volando la plaza de una ciudad que estaba llena, llena de palomas. Y pensó: “Éstas sí que tienen suerte. Están siempre juntas y ,además, despiertas de día, cuando no da miedo”. Y tanta envidia le dieron que bajó a la plaza y se quedó a vivir con las palomas como una paloma más, y acabó incluso comiendo maíz. Y los turistas le hacían muchas fotografías porque decían que no habían visto jamás una paloma con gafas oscuras y con unos ojos tan grandes.
El búho tenía miedo de...
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