LECTURA III. LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Cantó la cigarra el verano entero y al llegar el frío, se encontró sin nada: ni mosca ni un gusano.
Fuese a llorar su hambre a la hormiga, su vecina, pidiéndole para vivir que le prestara grano hasta la estación venidera.
-Te pagaré -le dijo-, antes de la cosecha, la deuda con sus réditos; a fe mía.
Mas la hormiga no es generosa; éste es su menor defecto.
-¿Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido? –preguntó a la necesitada.
-Cantaba noche y día libremente.
-¿Con que cantabas? ¡Me gusta tu frescura! Pues baila, amiga mía.
Jean De la Fontaine.
3. Cuando la hormiga se dirige a la cigarra con el siguiente parlamento. “¿Con que cantabas? ¡Me gusta tu frescura! Pues baila ahora, amiga mía”, lo que intenta decirle es:
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