1.LA IMPORTANCIA DEL MITO VIVO

Desde hace mas de medio siglo se dio un cambio de perspectiva por parte de los estudiosos occidentales, con respecto al significado y importancia del mito.
deja de ser una "fabula","invención","ficción" para convertirse en algo como lo comprendían las sociedades arcaicas, como una historia verdadera de inapreciable valor.
pero su nuevo valor semántico da lugar a diversos juicios y errores.
por un lado puede ser utilizado en el sentido de "ficción" o "ilusión" o como lo utilizan los etnologos ,entre otros, como tradiccion sagrada, revelación primordial, modelo ejemplar.

El primero en criticar y rechazar la visión mitológica divinizada de Homero y Hesiodo fue Jenofanes y con el tiempo los griego fueron vaciando al mythos de todo valor religioso y metafísico y mythos termino por significar todo lo que no puede existir en la realidad mientras el judeocristianismo la relegaba al dominio de la mentira y de ilusión todo lo que no estaba justificado o valido por uno de los dos testamentos.

El texto se centra en las sociedades en las que el mito tiene o ha tenido durante los últimos tiempos vida.
busca comprender la estructura y función de los mitos en las sociedades tradicionales no solo esclareciendo una etapa de la historia del pensamiento humano sino tambien comprender mejor una categoría de nuestros contemporáneos.
Por ejemplo el de los "cargo cults" de Oceanía.

En 1960 en Congo(África central) quitaron los techos para dejar libre el paso de las monedad de oro que harán llover los antepasados.lo que nos importa de hablar de estos ejemplos, es captar el sentido de estas conductas extrañas,comprende sus causas y la justificación de estos excesos.
Porque comprenderlos equivale a reconocerlos.
no hay otra alternativa:
esforzarnos en negar,minimizar u olvidar, tales excesos, considerandolos como salvajismo o bien molestarse en comprender los antecedentes miticos que explican los excesos de este genero.

	Creado por janeb.tajanl hace casi 11 años

publicado en 1983

MITO Y REALIDAD DE Mircea Eliade, capitulo I