Los libros solo deben formar parte de proceso educativo. Cuando se lee se aprende y cuando se aprende, el ser humano está en posibilidades de discutir su contenido y expresar sus sentimientos.

En una sociedad que no lee, la tarea no radica en obligar sino en animar a leer. Ninguna tarea que se obliga implica un acto de reflexión; y el acto de leer implica reflexión, gozo pleno, interrogación, soledad para poder degustar con una mirada interior.

Nuestra sociedad, se ha visto involucrada en el ¡YO ORDENO! y listo; pero debemos estar claros que cuando los padres le dicen a un niño o joven ¡Apaga el televisor y ponte a leer!, se está obligando a cumplir esa acción y lo tomarán como algo impuesto y es muy probable que no lo terminen de leer o lo lean sin ningún tipo de interés.

En primer lugar, el hecho de animar a leer lleva implícita una acción. Animar a leer forma parte más de la acción que de la teoría, aunque es necesario conocer la teoría para poder actuar en consecuencia. Uno de los métodos más útiles a la hora de animar a la lectura es el uso de dinámicas y actividades literarias que permitan ejemplificar y dinamizar de una manera práctica el interés que pueda suscitar la lectura.

Leer: es un primer paso muy obvio y sencillo. No podemos animar a nadie a leer si nosotras/os no leemos, sea por placer, información, auto-formación

Hay audiolibros, y en las aulas son útiles incluso para alumnas y alumnos invidentes. Igualmente, se adquiere vocabulario, aunque no desarrollemos la decodificación de los textos o la fluidez en la lectura; favorece, por otro lado, desatar la imaginación y visualizar las escenas.