A medida que el encuentro avanza, la estructura de personalidad del otro va tomando forma en nuestra mente; comienza por nuestras primeras impresiones, con la observación de sus movimientos, sigue solo el oído de su voz, la comunicación no verbal y toda la infinita gama de contextos verbales, por medio de los cuales se pueden clarificar los términos, definir los problemas, orientar hacia una perspectiva, patentizar los presupuestos, evidenciar la arracionalidad de una proposición, ofrecer criterios de juicio o suplir los hechos necesarios.
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