Armero, localizada a 48 km del Nevado del Ruiz y a 169 km de Bogotá, era la tercera
población más grande del departamento de Tolima, después de Ibagué y El Espinal.
Importante centro agrícola, Armero producía cerca de una quinta
parte del arroz de Colombia, además de algodón, sorgo y café.
A finales de 1984 los geólogos notaron que la actividad sísmica en el área había
empezado a aumentar. La aparición de fumarolas, la deposición de azufre en la cima
del volcán y algunas erupciones freáticas alertaron a los geólogos sobre la posibilidad de
una erupción. Los eventos freáticos, producidos al encontrarse magma ascendente con
agua, continuaron hasta septiembre de 1985, disparando altos chorros de vapor en el
aire. La actividad comenzó a declinar en octubre, probablemente porque el nuevo magma
había finalizado su ascenso dentro de la estructura volcánica
La pérdida de vidas fue exacerbada por la falta de un marco de tiempo preciso para la
erupción y por la renuencia de las autoridades locales a la hora de tomar costosas
medidas preventivas sin signos claros de peligro inminente. Debido a que su última
erupción de importancia había ocurrido 140 años atrás, en 1845, era difícil para muchos
aceptar el peligro del volcán; los pobladores locales incluso le llamaban el «León
durmiente». Los mapas de riesgo que mostraban que Armero sería seriamente
afectado tras una erupción fueron distribuidos más de un mes antes del suceso, pero
el Congreso de Colombia acusó a la Defensa Civil y a las agencias científicas de
alarmistas.
rescate
La erupción ocurrió dos meses después del terremoto de México de 1985, lo cual limitó la
cantidad de víveres y suministros que podían ser enviados a cada uno de los
desastres por parte de otros países y organismos internacionales. Los esfuerzos de
socorro fueron coordinados desde Ibagué y Bogotá para Armero, y desde Cali para
Chinchiná, lugares en donde se concentraron los equipos médicos. Improvisadas
estaciones de triaje fueron establecidas en Lérida, Guayabal y Mariquita, y pronto fueron
saturadas por el alto número de lesionados. Las víctimas restantes fueron dirigidas a
hospitales en Ibagué, ya que los ubicados en la región habían sido destruidos o se
encontraban en riesgo de quedar sepultados por un nuevo lahar.