El elogio de los espartanos, que habían visitado el campo de batalla, debió ser una fuente de orgullo,
dada la reputación de los espartanos como guerreros sin igual. Y cuando los atenienses contaron a
los enemigos muertos con el fin de cumplir la promesa a la diosa Artemisa —sacrificar un cabrito por
cada soldado enemigo muerto si ayudaba a los atenienses a obtener la victoria— descubrieron que
totalizaban unos 6.400.
El héroe del momento en Atenas justo después de la batalla fue Milcíades: había sido su política de
reclutar a la fuerza hoplita ateniense y presentar batalla en Maratón, y su estrategia y tácticas lo que
había propiciado la victoria en la batalla, como reconocían todos. V
Los enemigos del gran aristócrata aprovecharon la ocasión y lo acusaron de engañar al pueblo
ateniense. Demasiado enfermo a causa de una gangrena terminal como para defenderse, yació
tendido en el lugar de la asamblea mientras el pueblo lo declaraba culpable y le imponía una gran
multa. Era más de lo que podía pagar, pero de cualquier forma murió poco después, dejando la
deuda a su hijo Cimón, que la cubrió con la ayuda de sus familiares.