Después de la muerte de Don José María Morelos y Pavón en 1815, el movimiento insurgente empezó a
decaer, ya que los diversos grupos que luchaban por la independencia se habían dividido, y el gobierno
virreinal, presidido por el General Félix María Calleja, ofreció indultos a los principales líderes
insurgentes, y a los que no aceptaron el perdón, los persiguió hasta acabarlos o meterlos en prisión,
además de que, de los pocos jefes insurgentes que quedaban en pie de lucha, ninguno tenía la
capacidad ni el carisma, para tomar el mando del resto de los luchadores por la Independencia. De los
que sobrevivían en 1815, el que tenía más méritos, era Manuel Mier y Terán, quien tenía capacidad
militar, y el concepto de que no era necesario escribir leyes, ya que la Nueva España todavía era
colonia de España.
Por su parte, el Coronel Mier y Terán armó y disciplinó a sus tropas, y estableció su cuartel en el Cerro
Colorado, lugar localizado en el cruce de los caminos entre Puebla, Veracruz y Oaxaca, en donde se
mantuvo por más de dos años, hasta que, a principios de 1817, fue acorralado y vencido. Una vez
derrotado Mier y Terán, el Virrey Juan Ruiz de Apodaca (1816-1821), tenía la seguridad de que el
territorio de la Nueva España estaba completamente pacificado, pues sólo quedaban algunas
pequeñas zonas, donde había grupos de insurgentes que actuaban, más como bandoleros que como
libertadores, como era el caso de los independentistas del Sur (actual estado de Guerrero), Veracruz y
Guanajuato. Sin embargo, el 15 de abril de 1817, un joven español llamado Francisco Xavier Mina,
despertó y dio un nuevo impulso al movimiento insurgente. Mina era de ideas liberales y defendía la
Constitución de Cádiz. Perseguido por los monarquistas, sale de España para refugiarse en Francia.
pasa a Inglaterra, donde conoce al mexicano Fray Servando Teresa de Mier, quien lo convence de que
viaje a México, para luchar contra el absolutismo, argumentando que la lucha era válida, ya fuera en
España o en las colonias. Mina consiguió créditos, armas y voluntarios, y se fue a los Estados Unidos,
para de ahí pasar a la Nueva España, desembarcando en Soto la Marina, en las costas de Nueva
Santander (actual estado de Tamaulipas), con 300 aventureros. De inmediato, las tropas realistas salen
a combatir a los aventureros, a quienes derrotan. Mina y sus hombres pasan a San Luis Potosí, luego a
Zacatecas y después a Guanajuato, donde se unen a las fuerzas de Pedro Moreno. Los realistas
mandan a Pascual Liñán a combatirlo, quien derrota a Mina y a Moreno, en el Cerro del Sombrero, a
mediados de agosto de 1817, y posteriormente los derrota nuevamente en el Cerro de los Remedios.
Pedro Moreno murió en combate y Mina fue apresado y más tarde fusilado, el 11 de noviembre de
1817.
Cuando se creía que el movimiento insurgente estaba terminado, surgió la figura de un luchador
indomable, resistente al hambre, al frío y al calor, conocedor de las montañas del sur y que desde 1810,
se había unido a los insurgentes; su nombre: Vicente Guerrero. invencible en su territorio y limitado
fuera de él Guerrero constantemente ponía en apuros a las tropas realistas, establecidas en la
montañosa región del sur, y comandadas por el Coronel Gabriel Armijo, ya que los atacaba
continuamente y se movía de sitio; parecía un fantasma insurgente, que sólo se sentía cuando atacaba.
El Virrey Apodaca, constantemente urgía a Armijo a que acabara con los insurgentes, dirigidos por
Vicente Guerrero y por Pedro Ascencio Alquisiras.
El inicio
Alquisiras, a principios de 1820, derrotó a los realistas en Tlatlaya y posteriormente los volvió a derrotar
en Cerromel, haciéndoles grandes bajas y obligando al resto a huir. Sin embargo, los realistas se
reforzaron con tropas de Toluca, Querétaro y Celaya, por lo que emprendieron un nuevo ataque, siendo
nuevamente derrotados en Cerromel. Ante las derrotas constantes, el Coronel Armijo renunció a la
Comandancia del Sur, quedando vacante el cargo. Sin embargo, las derrotas sufridas por las fuerzas
realistas en el sur, no tenían gran significado, para que surgieran nuevos grupos de insurgentes, toda vez
que el gobierno virreinal controlaba el resto del territorioUn hecho inesperado que se dio en España,
cambió radicalmente el panorama para los insurgentes y para nuestro país.
A fines de mayo de 1820, el Rey de España Fernando VII, obligado por los liberales, juró la Constitución
de Cádiz de 1812, lo que significaba que se activaran nuevamente los derechos establecidos, de la
participación del pueblo en el gobierno y la libertad de imprenta. De inmediato, al saber del juramento
del Rey, surgen en la Nueva España varias publicaciones, en especial en México, Puebla, Veracruz y
Guadalajara. Un grupo de la iglesia, encabezado por Matías de Monteagudo y varios ricos propietarios,
que creían amenazada su fortuna, unido al gobierno virreinal, se reunió en la Casa de La Profesa de la
Ciudad de México, para organizarse y tratar de impedir que la gente conociera la Constitución de Cádiz.
Manifestó que el Rey no estaba libre y que, en tanto recobraba su libertad, el poder quedaba en manos
del Virrey Apodaca, mientras regía la citada Carta Constitucional
Los conspiradores de La Profesa, para llevar a cabo su propósito, necesitaban de un jefe militar de
prestigio, que tuviera la confianza de la gente, del alto clero y de los gobernantes. El personaje
seleccionado fue el entonces Coronel Agustín de Iturbide, quien residía en la Ciudad de México, sin
mando de tropas. Iturbide era un militar criollo, destacado en la lucha contra los insurgentes, que se
había distinguido por su carácter sanguinario y, en muchas ocasiones, acusado de malos manejos,
como eran utilizar sus cargos para enriquecerse, vendiendo azogue a los mineros de Guanajuato a
precios muy altos, comprando los granos a precios muy bajos y vendiéndolos muy caros, además de
impedir que los comerciantes compitieran con él, por lo que lo acusaron con el Virrey, y éste lo
suspendió de su puesto.
Aprovechando la renuncia del Coronel Armijo, de la Comandancia del Sur, el Sacerdote Matías de
Monteagudo, del Grupo de La Profesa, recomendó a Iturbide ante el Virrey, para ocupar el puesto
vacante, por lo que el 9 de noviembre de 1820, después de una entrevista con Iturbide, lo nombró
Comandante General del Sur, recomendándole que acabara con los rebeldes del sur, o que tratara de
atraerse a la causa realista, a Vicente Guerrero y a Pedro Ascencio Alquisiras. De inmediato Iturbide
pidió refuerzos, municiones y armas, para organizar a sus tropas, lo que le concedió el Virrey. El Coronel
realista pidió que le dieran el Regimiento de Celaya, que él había mandado estando en Guanajuato,
además de que se le unieron varias corporaciones. Una vez bien organizadas sus tropas, manifestó que
acabaría con las fuerzas de Vicente Guerrero, en dos o tres meses.
Iturbide estableció su Cuartel General en Teloloapan, a donde llegaron tropas procedentes de Tejupilco
y Temascaltepec, así como el Regimiento de Celaya. Una vez que consideró que su gente estaba
preparada y pertrechada para iniciar la campaña, Iturbide con 2,500 hombres, salió a combatir a
Vicente Guerrero y a Pedro Ascencio Alquisiras, y sobre todo, a poner en práctica un plan que había
elaborado, para que la Nueva España lograra la pacificación y la independencia. Por su parte, Vicente
Guerrero se internó en la sierra de Jaliaca, por lo que Iturbide ordenó que atacaran al caudillo
insurgente y le cortaran la comunicación con Alquisiras. Iturbide se dedicó a reunir a los diversos
destacamentos repartidos en diferentes lugares, para que, con esas tropas, acabara con los
insurgentes, objetivo tan anhelado por la población y, sobre todo, por los comerciantes
El 28 de diciembre, cuando la columna de Iturbide pasaba cerca de Tlatlaya, temerariamente Alquisiras
con su gente, atacó la retaguardia realista con tal ímpetu, que acabó con todos los soldados, y siguió
con el centro, al que estuvo a punto de derrotar, de no ser porque Iturbide mandó apoyo y alcanzó a
salvar a su gente; de lo contrario, hubiera sufrido una gran derrota. Las tropas realistas se regresaron a
su cuartel general, para reorganizarse. Al llegar a Teloloapan, Iturbide se enteró de que fuerzas de
Guerrero habían tomado Zacatepec, con lo que cortaron la línea realista. Con lo anterior, se dio cuenta
de que su objetivo de acabar con los insurgentes, de ninguna manera iba a ser fácil, por lo que optó
por tratar de atraerse a Guerrero, invitándolo, a través de cartas, para unirse a sus tropas.
Causas
Los acontecimientos políticos ocurridos en España en los primeros meses de 1820 repercutieron en
todo el mundo hispánico y trajeron consecuencias desastrosas para el conjunto de la monarquía. El
movimiento liderado por Rafael de Riego y Antonio Quiroga en Cabezas de San Juan, en defensa de la
Constitución liberal, obligó al rey Fernando VII a jurarla el 7 de marzo de 1820 y a convocar a elecciones
de diputados a Cortes por un nuevo periodo. En Nueva España, el virrey Juan Ruiz de Apodaca retardó
su promulgación por razones estratégicas, pero finalmente la proclamó ante la Real Audiencia el 31 de
mayo de 1820.
El temor de Apodaca no era gratuito; poner en vigor aquel código significaba dejar libres a los
insurgentes encarcelados y restablecer la libertad de imprenta, que tanto daño había causado a las
autoridades constituidas; con ello se fomentaba la opinión pública, de enorme peso ya en la vida
política del país, y, sobre todo, se alimentaba a los sentimientos de diversos grupos de poder que, a su
manera, también pugnaban por ciertos márgenes de autonomía dentro del reino. Un autor anónimo
escribió en aquella época unos apuntes en los que dio a conocer los factores de orden externo que
habían influido, de manera decisiva, en el movimiento por la Independencia de México; entre ellos
mencionaba el restablecimiento de la Constitución liberal en España
la instauración de la libertad de imprenta, que desató a la opinión pública en favor de la
Independencia, y los decretos de las Cortes que abolían la Inquisición y afectaban a los fueros y
privilegios del clero. Con respecto a esto último, ya Torres Puga profundizó en el estudio sobre el
funcionamiento del Santo Oficio a finales del virreinato, analizó algunos procesos célebres llevados a
cabo contra caudillos y partidarios de la insurgencia, como Miguel Hidalgo, José María Morelos y
Servando Teresa de Mier, explicó las consecuencias que trajo consigo la doble supresión de dicho
tribunal en los dos momentos de vigencia de las Cortes liberales (1812-1814 y 1820-1823)
, estudió la postura de la jerarquía de la iglesia novohispana ante tales acontecimientos, ilustró muy
bien la “guerra de papeles” que suscitó semejante medida en el público y dejó en claro que, para los
obispos, aceptar el sistema constitucional significaba aprobar la revolución política de España y que,
por lo mismo, mantener el vínculo institucional con su metrópoli propiciaría una “transformación
inevitable”.2 También los insurgentes se formaron una opinión con respecto a la Constitución.Los jefes
que aún se mantenían en pie de lucha en las montañas del sur, como Vicente Guerrero y Pedro
Ascencio Alquisiras, se dieron cuenta de las divisiones que ocasionó en los diputados de la metrópoli la
aplicación de aquel código, y, previendo un suceso semejante en Nueva España, se apresuraron a
plantear, a través de Guerrero, al comandante realista Carlos Moya el inicio de una rebelión como la de
Riego en España para lograr la Independencia.
Además, Guerrero estaba en desacuerdo con la Constitución liberal porque, en el artículo referente a
la igualdad, se ignoraba a los africanos y condicionaba la ciudadanía a negros y mulatos, la raza a la
que muchos de sus hombres pertenecían
Karla Fernanda Hughes Islas 3° "1" Matutino EPO331
Claudia Sierra Campuzano. (2007). Historia de México . Calle esfuerzo No 18-A Naucalpan, estado de
México : ESFINGE.
Diana Crucelly González Rey. (Junio 2015 ). El imperio de Agustín I, un intento de gobierno a través de
una conciliación política. HISTORIA CONOCIMIENTO HISTÓRICO , 9, 3-20.
Torre Villar Ernesto. (2010). La Independencia de México. FONDO DE CULTURA ECONOMICA : sfe.
Alfredo Ávila Rueda. (2017). El Acta. Relatos e Historias en México, 102, 14-27.
Riva palacios . 1986. El liberalismo Español y la Independencia de México. En México a través de los siglos
(V, 269-275) México : Cumbre .
Estructura militar
Iturbide organizó tres divisiones, una bajo el mando de Vicente Guerrero, otra dirigida por José Antonio
Echávarri, y una tercera a las órdenes de Anastasio Bustamante. Una vez organizadas sus tropas,
marchó a Valladolid y por todos los lugares por donde pasaba, ordenaba derribar las fortificaciones y
eliminar los impuestos, por lo que los soldados realistas se pasaban a sus fuerzas. Valladolid se rindió
sin combatir, e Iturbide continuó su avance hacia Guanajuato, en donde fue aclamado y como era de
esperarse, la gente se le unió para apoyar el Plan de Iguala, con el fin de ayudar a que se lograran los
objetivos planteados en dicho documento.
Cerca de San Juan del Río, Querétaro, se dio una acción de armas, en Arroyo Hondo, en la que se
enfrentaron la escolta de Iturbide, mandada por el Capitán Mariano Paredes y Arrillaga, contra tropas
realistas del Teniente Coronel Bocinos. En dicha batalla, las fuerzas realistas integradas por 400
hombres, cargaron contra los defensores de las Tres Garantías, quienes reaccionaron enérgicamente y
solamente con 30 hombres, sostuvieron la defensa, matando a 42 enemigos y haciendo varios
prisioneros, por lo que los realistas tuvieron que huir; esta acción pasó a la historia, como “Treinta
contra Cuatrocientos”
Cuando Iturbide estaba en San Juan del Río, se le presentó el General Guadalupe Victoria, quien le
propuso algunos cambios al Plan de Iguala, resaltando la propuesta de que gobernara el país, un
antiguo insurgente, que nunca se hubiera indultado y que fuera soltero, lo que era una autopropuesta,
ya que él era el único que no se había indultado y que permanecía soltero, lo que en nada agradó a
Iturbide. Otra acción de guerra entre trigarantes y realistas, se dio en la Hacienda de la Huerta, cerca
de Toluca, en donde tropas del Ejército Trigarante, bajo el mando de Vicente Filisola, se enfrentaron a
fuerzas del Coronel Ángel Díaz del Castillo, en la que triunfaron los defensores de la independencia,
haciéndoles cerca de 300 bajas, entre muertos, heridos y prisioneros, además de quitarles artillería y
parque. Por su parte, las pérdidas de los libertarios fueron también grandes. Sin embargo, al final
entraron victoriosos a Toluca
Mientras tanto, en la Ciudad de México, un grupo de militares españoles, dirigido por el General
Francisco Novella, descontento por la falta de actividad en contra del Ejército Trigarante, se amotinaron
contra el Virrey Apodaca, a quien obligaron a renunciar, por convenir al servicio de la Nación y su lugar
fue ocupado por el propio Novella, a quien se llamó Jefe Político Superior. Por su parte, Iturbide se
dirigió a Cuernavaca y de ahí a Puebla, en donde se enteró que había llegado al puerto de Veracruz, el
que sería el último Virrey de la Nueva España o Jefe Político Superior, Don Juan O´Donojú, quien al
arribar a Veracruz, hizo el juramento y tomó posesión del cargo de Capitán General y Jefe Superior
Político de la Nueva España
Como era su costumbre, Iturbide buscó entrevistarse con O´Donojú para convencerlo de firmar unos
tratados, por losque reconociera la independencia del Imperio Mexicano, lo que sucedió el 24 de
agosto de 1821, en la Villa de Córdoba. En dichos tratados, los dos personajes llegaron al acuerdo de
que se ratificaba el “Plan de Iguala”, que la Nueva España sería reconocida por España como Nación
Soberana e Independiente y se denominaría Imperio Mexicano; la forma de gobierno sería una
monarquía constitucional; se llamaría a gobernar al Rey de España o a alguien de su familia, y se
integraría una Junta Provisional de Gobierno, la cual nombraría una Regencia
Mientras tanto, en la Ciudad de México, el General Novella trataba de reunir tropas para enfrentar al
Ejército Trigarante, dándose la última acción de guerra en la Hacienda de Careaga, cerca de
Azcapotzalco, en donde el Coronel Anastasio Bustamante atacó a la guarnición realista, haciéndola
retroceder hasta Azcapotzalco, donde se posicionaron en el panteón y en las casas. Después de un
largo combate, los realistas se dirigieron al pueblo de Tacuba y de ahí se concentraron en la Ciudad de
México.
Don Juan O´Donojú, después de firmar el “Tratado de Córdoba”, escribió a Novella, para acordar la
capitulación del Ejército Realista o expedicionario y su salida de territorio mexicano. Por su parte,
Novella y O´Donojú se entrevistaron en la Hacienda de Patera, entre Azcapotzalco y la Villa de
Guadalupe, en donde el primero entregó el mando al segundo. Posteriormente se unió a la entrevista
Agustín de Iturbide, que estaba en el pueblo de Azcapotzalco, acordándose, finalmente, que se darían
garantías a los realistas para que salieran a Cuba, que serían liberados todos los presos políticos y que
se restablecería en la Nueva España, la libertad de imprenta. El 16 de septiembre, Don Juan O´Donojú,
desde el pueblo de Tacubaya, lanzó una proclama a todos los mexicanos, anunciándoles que la Guerra,
que había durado más de 10 años, llegaba a su fin y solamente estaba pendiente establecer la forma
de gobierno.
Ese mismo día, Iturbide publicó una proclama, en la que invitaba a todos los realistas a unirse al
Ejército Trigarante y a participar de la victoria. Solamente quedaban en poder de los españoles, el
puerto de Veracruz, Acapulco y la Fortaleza de San Carlos de Perote. El resto de la Nueva España, se
hallaba libre del yugo español. Iturbide, desde Tacubaya, se dedicó a elegir a los integrantes de la
Junta Provisional Gubernativa, seleccionando a 38 miembros, la mayoría de la aristocracia que había
apoyado a los realistas, durante la Guerra de Independencia. De igual manera, había preparado la
entrada del Ejército Trigarante, para el 27 de septiembre.
La insurgencia militar
Por qué razones los oficiales de mediana graduación del ejército regular, y uno que otro comandante
expedicionario, apoyaron el plan de Iturbide? La historiografía que se ocupa de este periodo ha
señalado que su adhesión se debió a que muchos de ellos estaban inconformes por no haber recibido
pagos oportunos, estímulos y condecoraciones de los respectivos gobiernos de turno. Algo hay de
cierto en esto, según lo refieren los más recientes estudios; sin embargo, las pruebas documentales
demuestran que la política de premios y estímulos fue seguida puntualmente en tiempos de Venegas,
Calleja, y quizá menos con Apodaca.
Otros autores contemporáneos, como Rodríguez O., se limitan a señalar que Iturbide mantuvo
correspondencia con los oficiales más importantes del ejército porque estaba consciente de que su
participación era crucial para lograr su proyecto, pero tampoco explican los motivos que estos tuvieron
para sumarse al Plan de Iguala. No hay duda de que faltan estudios biográficos más puntuales sobre
varios de los antiguos oficiales realistas que después de febrero de 1821 se hicieron trigarantes. En el
caso de Anastasio Bustamante, Andrews sugiere que el médico michoacano compartía las
frustraciones de sus pares y se oponía a muchas de las reformas liberales; se inclinaba por el
autogobierno y el plan de Iturbide “ofrecía remedios para muchos de los males que percibía en Nueva
España
expedicionario del regimiento de infantería de Saboya, que antes estaba a cargo de la comandancia de
Oaxaca, desertó de las fuerzas realistas y se unió a las de Iturbide “bajo el amparo de su credo
seudoamericano”, llegando a ostentar el empleo de primer jefe del Estado Mayor del Ejército
Trigarante. Desde nuestro punto de vista, existen otras explicaciones que ayudarían a resolver nuestra
pregunta inicial. Lo primero que debemos destacar es que la reimplantación de la Constitución liberal
en 1820 repercutió directamente en la estructura militar que se había arraigado en los pueblos Las
milicias urbanas, que se habían formado con base en el Reglamento Político Militar, estaban
condenadas a desaparecer porque aquella Carta no permitía la existencia de juntas locales de arbitrios
ni las contribuciones forzosas para sostener a las milicias. Los ayuntamientos constitucionales creados
en pueblos y provincias terminaron con las contribuciones y desarticularon las compañías urbanas y
rurales
Por último, estaba el tremendo peso de Iturbide, lo cual nos lleva a explicar los intentos por dar fin a la
guerra en dos niveles: a través del protagonismo del propio Agustín, pero también desde los liderazgos
locales en las provincias. En cuanto al primer punto, podemos decir que la imagen del jefe del ejército
de las tres garantías había crecido enormemente, a tal grado que muchos soldados lo consideraban el
nuevo salvador de la patria y el único que podía guiar al país a su ansiada Independencia. Aunque este
aspecto se relaciona más con la creación de la imagen del héroe,34 indudablemente influyó en la
voluntad de los soldados para incorporarse a sus filas. Vicente Filisola veía en Agustín de Iturbide a un
paladín defensor de la religión, en el que solo se respiraba equidad, humanidad, prudencia y
fraternidad. Por eso, sus hombres lo habían seguido.3
debilitamiento físico y emocional de los ejércitos realistas. Los soldados del rey no tenían ya la
fortaleza suficiente para realizar campañas prolongadas en territorios desconocidos y de clima
insalubre; sus divisiones estaban seriamente disminuidas encuanto al número de efectivos; les
faltaban recursos, armas y alimentos; no pocos vivían agraviados con el gobierno porque este jamás
reconoció sus sacrificios en el combate, y tampoco contaban con la simpatía de la gente que había
decidido armarse para defender sus intereses. Además, surgió una seria rivalidad entre las tropas
conformadas por criollos novohispanos y soldados expedicionarios provenientes de la Península, con lo
cual se perdió la cohesión que había en los cuerpos. Vicente Filisola se quejaba de esta situación ante
una persona a quien llama Nicolás, por medio de una carta que publicó el editor de El Mejicano
Independiente
Luego, tenemos el aspirantismo criollo. Es en estos últimos años, previos a la consumación de la
Independencia, cuando este sentimiento comienza a expresarse entre las antiguas tropas del rey.
Aunque no fue exclusivo de los criollos, porque también comprendía a algunos peninsulares deseosos
de ascensos, fue en aquellos donde mejor se puso de manifiesto. Un gran número de militares nacidos
en Nueva España ingresó al servicio de las armas sirviendo al realismo, como cadetes de un regimiento
de infantería provincial, convencidos de que en el ejército alcanzarían prestigio, poder y dinero, a los
que no habían tenido acceso. Si no lo lograron durante los años que combatieron a los insurgentes, el
Plan de Iguala les abría de nuevo las puertas a sus aspiraciones personales. No fueron pocos los
soldados y oficiales que abandonaron la causa de un rey para apoyar la Independencia y obtener un
nuevo grado militar que le significara un mejor salario y una mejor posición en la escala de oficiales.
No pocos de los soldados y oficiales mexicanos que iniciaron su carrera sirviendo al realismo se
pasaron enseguida a las filas del Ejército Trigarante. El problema fue que, ya conseguida la
Independencia de México, la gran mayoría quedaron desempleados; muchos más alegarán
enfermedades por antiguas heridas que les fueron causadas durante la guerra. Dada la crítica
situación económica en que se encontraba el país, exigían sus pagos al gobierno, pedían ascensos y
condecoraciones, y, sobre todo, sabían que su categoría de militares respaldaba con creces sus ansias
de protagonismo y deseos de triunfo
Estos fueron los tres valores esenciales que permitieron desatar el nudo “sin romper los vínculos que
unieron a los dos continentes”, según señalaban en su introducción los Tratados de Córdoba,
celebrados por Agustín de Iturbide y el teniente general Juan O’Donojú aquel 24 de agosto de 1821. Este
tratado no era sino la confirmación del Plan de Iguala, pero en su artículo tercero adicionó unas líneas
que abrían la posibilidad para que las Cortes del imperio designaran al futuro emperador de México, el
cual podía ser alguno de los firmantes.
Según Santa Anna, fue la firma de este tratado lo que en realidad “terminó la guerra e hizo concebir
lisonjeras esperanzas”
Circunsatancias
El 10 de enero de 1821, Agustín de Iturbide le escribió por primera vez a Vicente Guerrero, invitándolo a
que dejara de pelear, y a que pusiera a su gente a las órdenes del gobierno; además, le ofreció dejarlo
al mando de sus tropas. También le decía que suspendería todas las acciones militares, hasta que le
diera respuesta, afirmando que “no era capaz de faltar a su palabra de honor”.5 Sin embargo,
conocedor de las acciones poco honestas de Iturbide, durante la largalucha por la independencia y por
faltar a su palabra, Guerrero no respondió a la carta. Ante el silencio, Iturbide nuevamente escribe a
Guerrero, quien se encontraba en la sierra de Jaliaca y desde ahí le contesta al Jefe realista que los
españoles sólo querían mantener controlados a los americanos, lo que inició la guerra y que siempre se
burlaron de la gente nacida en América, por lo que él no descansaría hasta lograr la Independencia o
moriría en la batalla, para bien de la Patria, invitándolo a que se uniera a la causa
Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide se reunieron en Acatempan, en donde el primero reconoció al
segundo como el Primer Jefe del Ejército Nacional, poniendo a su disposición a sus tropas y para sellar
su pacto, se abrazaron, lo que pasó a la historia como el “Abrazo de Acatempan”. Por otra parte,
algunos historiadores como Lucas Alamán, dicen que la entrevista nunca se llevó a cabo y que Iturbide
nunca inspiró confianza a Guerrero. Lo que sí se puede comprobar, es que Iturbide informó al detalle a
Guerrero de su “Plan de Independencia”, el que fue aceptado en su mayor parte, menos en el punto
que decía que se le ofreciera la corona de México al Rey de España Iturbide prosiguió su plan, para lo
que escribió a los coroneles Anastasio Bustamante y Luis Cortazar, que estaban en Guanajuato,
invitándolos a unirse a su proyecto, lo cual aceptaron con gusto.
Por fin, el 24 de febrero de 1821, Iturbide reunió a sus tropas en Iguala, leyéndoles un manifiesto
dirigido a toda la población de la Nueva España, en el que declaraba la necesidad de la Independencia
de México, y la emancipación absoluta de España y de cualquier otra nación, que se integraba un
Ejército llamado de las Tres Garantías, que simbolizaban: la Religión católica como única, la
Independencia de los españoles y la Unión de todos los americanos que vivían en la Nueva España; el
gobierno sería una monarquía moderada y su gobernante, el Rey de España o cualquier persona de la
casa reinante; y que las propiedades de todas las personas, españoles, americanos y del clero, serían
respetadas
Todo el personal militar aceptó, entre vivas y aclamaciones, defender la independencia. En un acto
digno de cualquier obra de teatro, Iturbide se arrancó los galones de Coronel del Ejército Realista y los
tiró al piso, y aceptó el nombramiento de “Primer Jefe del Ejército Trigarante”, sacrificándose por la
patria. Iturbide, como no tenía imprenta, integró un equipo de escribientes, para hacer cientos de
copias del “Plan de Iguala”, enviándolas de inmediato a las principales autoridades de la Nueva España,
entre las que consideraba al Virrey Apodaca, al Arzobispo de México y a los comandantes militares. Por
su parte, la iglesia se unió al plan de Iturbide, lo mismo que las principales autoridades militares del
virreinato.
El único que no aprobó el proyecto de independencia, fue el Virrey Apodaca, quien acusó a Iturbide de
traidor, y trató de organizar un Ejército para combatirlo. Ya para entonces, la mayoría de los militares
se habían unido al Ejército Trigarante, por lo que ofreció perdonar a los que se habían unido a Iturbide,
sin que con esto se lograra algo. Cuando la población en general se enteró del “Plan de Iguala”, primero
lo tomó con desconfianza, pensando que era una trampa del gobierno virreinal; sin embargo, cuando
vieron que era cierto, se unieron con entusiasmo y aclamaron a Agustín de Iturbide, como el
“Libertador de la Patria”, olvidando que había sido uno de los más sanguinarios combatientes de los
insurgentes
Sin duda alguna, la base del movimiento libertador fue el Ejército Realista, con cerca de 30,000
hombres, que se fueron uniendo al Ejército Trigarante. Iturbide salió de las montañas del Sur para
recorrer las Intendencias (estados) de Valladolid y Guanajuato, con sus tropas, para convencer a las
tropas realistas, de la conveniencia de que se unieran para hacer la Independencia. Antes de salir, se
entrevistó con Vicente Guerrero, en Teloloapan, quien reconoció, el 14 de marzo de 1821, a Iturbide,
como Primer Jefe de las tropas de las Tres Garantías
La consumación de la independencia
En la Ciudad de México, el entusiasmo popular era desbordante y todos, tanto ricos como pobres, adornaron sus casas con flores y vistosos adornos, con los
colores adoptados para la bandera de México (verde, blanco y rojo); de igual manera, la gente se vestía con ropa de losmismos colores, para mostrar su
nacionalismo y su pertenencia a la nueva nación que estaba a punto de nacer. La mañana del 27 de septiembre de 1821, las tropas de las Tres Garantías
salieron de Tacubaya, pasando por Chapultepec, incorporándose al camino de Tacuba, para entrar a la capital de México. A las 10 de la mañana entró a la
ciudad“El Héroe de la Independencia”, montado en un corcel negro, seguido de las personalidades de la nueva nación y de 16,000 soldados
El Alcalde le dio las llaves de la ciudad y el Primer Jefe continuó su marcha entre aclamaciones, hasta el Palacio Nacional, donde se dirigió al balcón principal
junto con Don Juan O´Donojú, para ver el desfile de sus tropas.Durante el desfile, llamó la atención el paso de las tropas del Sur, con su aire marcial y sus
ropas desgarradas. Al concluir el paso de las tropas trigarantes, Iturbide y O´Donojú se dirigieron a la Catedral para ir a misa. Antes de terminar el día,
Iturbide lanzó una proclama al pueblo de México, en la que decía, que había cumplido su palabra dada en Iguala, de dar libertad al pueblo de México, sin
derramar sangre, sin dejar viudas desconsoladas ni hijos sin padre, invitándolos a ser felices, ya que habían logrado su libertad, y que se retiraba a la vida civil,
para dedicarse a su familia
Posteriormente, Iturbide asistió a una comida en Palacio y por la noche, los habitantes de la ciudad iluminaron casas, calles y plazas, para hacer inolvidable
el día de la libertad del pueblo de México, la fecha en que la Nueva España se convirtió en el Imperio Mexicano.21 Por su parte, la Junta Provisional
Gubernativa se reunió al día siguiente, el 28 de septiembre de 1821, Día de la Independencia de México, en la Catedral, eligiendo una Regencia, en la que
fue electo Presidente de la misma, el propio Agustín de Iturbide. Durante los trabajos se redactó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano,
declarando solemnemente: que la Nación era Soberana e Independiente de la antigua España, que entablaría relaciones amistosas con las demás potencias
y que sostendría, a costa de todo, la independencia de la nueva nación. Con esto, México surge como Nación Independiente, después de 300 años de ser
colonia española
El Ejército de las Tres Garantías entró triunfal a la Ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821, ante la alegría de todo el pueblo, con lo que
concluía la larga lucha fraticida, que durante once años ensangrentó el territorio novohispano. Al día siguiente, el 28 de septiembre, México surge
como nación independiente, eligiendo un sistema monárquico como sistema de gobierno, y como primer Gobernante, a Don Agustín de Iturbide, a
quien le debemos nuestra independencia
Logros y dificultades
El 28 de septiembre de 1821 se firmó el Acta de Independencia del Imperio mejicano, figurando a la
cabeza un militar, Agustín de Iturbide, y un eclesiástico, el doctor Antonio Joaquín Pérez, los
representantes de las dos corporaciones más conservadoras del virreinato
esta etapa se haya caracterizado por sus bajos índices de violencia. Si echamos un vistazo a lo que
sucedió en las distintas partes del país, podremos observar, sin dificultad, que los enfrentamientos
militares fueron contados y que la adhesión al Plan de Iguala se dio por la vía del diálogo, de la
negociación y el consenso, con todo y las particularidades que se presentaron en las distintas
provincias. Esto no significa, desde luego, que no hubiera resistencia por parte de los comandantes
fieles al régimen monárquico; esto se dio de tal modo que los partidarios de Iturbide tuvieron que
“forzar” la capitulación de varias plazas, como lo hemos señalado anteriormente, o tomar otras a
punta de pistola, como ocurrió en Azcapotzalco, Veracruz y Tepeaca, entre septiembre y octubre de
1821. De tal manera que lo que no pudo conseguir la insurgencia en más de diez años, Iturbide y su
ejército lo lograron en poco más de siete meses
Enseguida, la conformación de un nuevo ejército, con base en los puntos 9 y 16 del Plan de Iguala,
conocido inicialmente con el nombre de Ejercito de las Tres Garantías, y que meses después cambió de
nombre por el de Ejército Imperial Mejicano de las Tres Garantías. Previo a su entrada a la capital del
país, dicho ejército estaba conformado de la siguiente manera: como primer jefe, Agustín de Iturbide;
enseguida venía su Estado Mayor General, en el que figuraba como jefe principal el brigadier Melchor
Álvarez Thomas y como primeros ayudantes generales el coronel de Dragones Fieles de Potosí, Joaquín
Parrés y el teniente coronel de infantería Juan Davis Bradbum; como segundos ayudantes, el sargento
mayor Mariano Villaurrutia y los capitanes Juan José Rubio, José Mayoli, José María Quintero Castro y
Rafael Borja, y el ayudante mayor Ramón Parrés. Entre los “adictos al Estado Mayor”
se menciona al capitán Manuel Córdoba, al teniente Antonio Mora y a los subtenientes Bernardo Amat
y Tomás Souza. Los que hacían funciones de primeros ayudantes de campo del propio Iturbide eran el
coronel Rafael Ramiro, los tenientes coroneles Rafael Bustillo, Eugenio Cortés, el conde de Santa María
de Guadalupe del Peñasco, el señor conde Jala y Regla y el marqués de Salvatierra. Como segundos
ayudantes de campo figuraban los capitanes Manuel de la Llata, Vicente del Rivero, el teniente coronel
José María de Portilla, los capitanes Ignacio Basadre, Ramón Rey y Félix Survarán, así como el teniente
Ramón Malo, pariente de Iturbide.
En cuanto al Ejército de Operaciones, Iturbide lo dividió en cuatro secciones: el primero era el Ejército
de Vanguardia, al mando del marqués de Vivanco y su segundo al mando, el antiguo jefe insurgente
Vicente Guerrero. Bajo su mando estaban las divisiones del coronel Nicolás Bravo, segundo jefe de este
Ejército, y las de los tenientes coroneles Manuel Iruela y Antonio López de Santa Anna. El segundo era
el llamado Ejército del Centro, encabezado por el brigadier Domingo Estanislao Luaces y su segundo, el
coronel Anastasio Bustamante. Las divisiones que lo conformaban las dirigían los coroneles Joaquín
Parrés, José Antonio Echavarri y José Joaquín de Herrera
Además de la bandera, Iturbide dio a su ejército nuevas insignias, de acuerdo con los grados militares
de la oficialidad. En ellos estaban comprendidos los subtenientes, tenientes, ayudantes, capitanes,
sargento mayor, tenientes coroneles, coroneles, brigadieres, mariscales de campo, teniente general,
capitán general y generalísimo. De acuerdo con el Reglamento de divisas del Ejército Imperial Mejicano,
este último llevaría charreteras de oro, faja celeste y sobre las charreteras un sol bordado de piedras.
También usarían divisas diferentes el coronel efectivo y el coronel graduado, cuya única diferencia era
una estrella de color contrario al de la pala que se mostraba en el diseño. En los dragones de caballería
sobresalían las armas americanas del arco y flecha, además del casco y un par de sables, mientras que
los oficiales del Estado Mayor llevarían como divisa un águila coronada con las alas extendidas
Plan
La proclamación del Plan de Iguala, el 24 de febrero de 1821, obra de Agustín de Iturbide, en la que
parecen haber intervenido otros actores, fue lo que le dio un carácter institucional al movimiento.
Este proyecto político de 24 puntos declaraba la defensa de la religión católica como única en el reino,
la Independencia de la Nueva España de cualquier otra nación, el establecimiento de una monarquía
moderada como forma de gobierno y la formación de un ejército protector, denominado de “las tres
garantías”, que velaría por la religión, la independencia y la unión íntima de americanos y europeos.
Una Junta Gubernativa regiría provisionalmente mientras se convocaba a las Cortes, cuyos diputados
tendrían como misión redactar una Constitución para el llamado “Imperio Mejicano”
Como bien lo ha expuesto Jaime del Arenal, la originalidad del Plan de Iguala con respecto a otros
planes y proyectos anteriores, incluido el de Apatzingán, consistió, por un lado, en proponer una
Constitución acorde con la historia, las creencias y costumbres de los habitantes de la América
Septentrional y, por el otro, en convocar a un pacto de unión entre todas las fuerzas políticas, grupos
sociales y corporaciones, luego de una guerra devastadora y fratricida. En efecto, Iturbide en su plan
se acercó al sistema monárquico moderado, fortaleció el poder ejecutivo, tomó en cuenta la totalidad
de la extensión territorial del antiguo virreinato, incluyó a los españoles y fue mucho más explícito
con respecto a la composición multirracial de la América mexicana. Por algo Vicente Guerrero y sus
mulatos de la costa acogieron con beneplácito el documento de Iguala
A este proyecto se adhirieron, no los
principales jefes del antiguo ejército regular
de Nueva España, sino los oficiales de
mediana graduación y, posteriormente,
algunos jefes de las fuerzas expedicionarias
de 1813, 1815 y 1817, secundados por las
compañías de patriotas, realistas urbanos y
antiguos insurgentes indultados e
incorporados al régimen, quienes,
desconociendo a sus mandos superiores,
desertaban de sus cuerpos para engrosar las
filas del Ejército Trigarante. Juan Ortiz ofrece
una lista de varios de ellos: José Joaquín de
Herrera se adhirió al plan en Jalapa y fue
secundado por las tropas de aquel cantón,
Luis Cortázar y Anastasio Bustamante lo
hicieron en Guanajuato, Juan José Zenón
Fernández se sublevó a favor de Iturbide en
San Luis Potosí, Pedro Celestino Negrete y
José Antonio Andrade desconocieron a José
de la Cruz
se sumaron al plan en la Nueva Galicia, en Querétaro la mayoría de las tropas abandonaron a sus jefes,
en Monterrey ocurrió lo mismo, en las Provincias Internas de Oriente, Nicolás del Moral y Pedro Lemus
se rebelaron contra Joaquín de Arredondo, y el capitán de milicias de Huajuapan, Antonio León, tomó
Oaxaca e insurreccionó toda la provincia. La prensa trigarante de este período ofrece testimonios
muy precisos de la desbandada de oficiales que, de la noche a la mañana, se hicieron independentistas.
Los jefes de graduación llegaron al extremo de no aceptar la incorporación de más hombres a sus filas
“por no quitarlos de sus trabajos
La antigua estructura militar creada desde los primeros años de la insurrección con el plan de Calleja,
estructura que Iturbide conocía muy bien por haber actuado bajo las órdenes del exbrigadier, es lo que
le permitió establecer una red de contactos con oficiales de diferente graduación, ubicados en distintos
territorios de la Nueva España. Ya no se trataba de continuar con una guerra que solo había
desgastado a los dos bandos y acabado con la riqueza del país; ahora era imperativo negociar. La
liberación de las poblaciones solo sería posible en la medida que fructificaran los acuerdos políticos
entre los oficiales que comandaban las milicias y los emisarios de Iturbide, y entre estos y los
ayuntamientos
En las provincias, los justicias y subdelegados de los pueblos sirvieron de mediadores para involucrar a
los habitantes en el proyecto. Por medio de comisionados, Iturbide negoció con los ayuntamientos su
adhesión al Trigarante, la organización de la milicia, el número de hombres y la cantidad de dinero que
aportarían a la causa. Los comandantes locales que quedaban al frente de los pueblos serían los
encargados de resguardar el orden y proclamar la Independencia. Decenas de pueblos se unieron sin
problemas al movimiento. Iturbide supo aprovechar la vieja estructura militar para su servicio y
mantuvo tranquilos a los pueblos conservando sus formas de gobierno de acuerdo con sus tradiciones,
costumbres y necesidades.
Transformación
Para algunos grupos y corporaciones eclesiásticas, el restablecimiento de la Constitución Política de la
Monarquía Española significaba dos cosas: romper los lazos de fidelidad que los ataban con el
monarca y perder los fueros y privilegios que durante décadas habían disfrutado. Eso es, al menos, lo
que expresaban los conspiradores de la Profesa, encabezados por el canónigo Matías Monteagudo. La
participación de las fuerzas armadas para la realización del proyecto era vital. El militar elegido fue el
vallisoletano Agustín de Iturbide, quien se encargaría de comprometer a algunos jefes, apoderarse de
la ciudadela y pronunciarse por la Independencia en la propia capital del reino
Empero, las ideas de los conjurados de la Profesa no eran las mismas que las de Iturbide, a pesar de
que a ambos los unía el común rechazo al liberalismo constitucional: a los primeros, por las razones
que hemos expuesto; al segundo, porque lo consideraba ajeno a la realidad histórica de los
novohispanos, puesto que ponía en riesgo la situación tradicional de la Iglesia, era excluyente en
materia de empleos públicos, creaba una ciudadanía desigual y era bastante inequitativa en la
representación de las cortes
De acuerdo con Vicente Rocafuerte, María Ignacia Rodríguez de Velasco, alias “la Güera Rodríguez”,
una de las mujeres que había estado vinculada con la organización secreta de los Guadalupes,
convenció a Iturbide de modificar el plan en todo lo concerniente a la restitución del absolutismo y
evitar así el rechazo de los favorecedores del régimen constitucional. Además, le dijo que sería
necesario “contemporizar con unos y otros, y por lo mismo conviene que ni se exaspere abiertamente
a los liberales, ni se les quite toda esperanza a los serviles
Cuando Iturbide confió sus planes a Manuel Gómez Pedraza, este le hizo ver “lo indigesto” de ellos y la
inconveniencia de decírselo a Gabriel de Armijo, porque, estando este disgustado con el virrey, se
acreditaría el proyecto para su beneficio. Por tales motivos, le sugirió “que el movimiento debería
comenzar de la circunferencia al centro y que la ocupación de la capital sería el último paso de la
empresa”. A partir de esta entrevista, parece que Iturbide modificó el proyecto de la Profesa y
comenzó a madurar otro que sería proclamado meses después en la población de Iguala. Para echarlo
a caminar, primero solicitó al virrey la comandancia del sur, la cual le fue concedida el 9 de noviembre
de 1820, con lo cual sustituyó a Gabriel de Armijo
Ya estando ahí, el propio Gómez Pedraza lo puso en comunicación con algunos comandantes de otras
provincias, como Joaquín Parrés, José Antonio de Echavarri, Anastasio Bustamante, Anastasio Román
y Francisco de Arce, de los Llanos de Apan, quienes estuvieron de acuerdo con su propuesta. En
Veracruz, Juan Nepomuceno Gómez de Navarrete, amigo íntimo de Iturbide y diputado por Valladolid
a las Cortes españolas, trató de incorporar en el proyecto a los diputados que ahí se habían reunido
previamente a su salida rumbo a España. Les propuso que demoraran su partida y que, tan pronto
comenzara la rebelión, se constituyeran en el nuevo Congreso Mexicano. Sin embargo, no lograron
ponerse de acuerdo y los diputados zarparon a su destino el 13 de febrero de 1821.
Ya para entonces las negociaciones entre Iturbide y Guerrero iban muy adelantadas. Desde mediados
de noviembre de 1820 ambos jefes iniciaron un intercambio epistolar con el que buscaban opciones
para dar fin a la guerra. Pero fue hasta el 10 de enero de 1821 cuando el militar propuso al jefe
suriano sujetarse a sus órdenes cuando lanzara la proclama; a cambio, mantendría a Guerrero y sus
hombres en sus posiciones, respetaría sus respectivos mandos y les ofrecería otro tipo de ayudas.
Guerrero condicionó el reconocimiento siempre y cuando Iturbide estuviera de acuerdo en que se
planteara de manera radical la separación definitiva de España.
Parael 18 de febrero de ese mismo año, Iturbide
logró sus propósitos. Más de 3500 hombres
dispersos en la tierra caliente, desde Oaxaca hasta
Colima, dirigidos por Juan Álvarez, Gordiano
Guzmán, Pedro Ascencio Alquisiras e Isidoro
Montes de Oca, se sumaron al proyecto. Así se dio
comienzo a la “revolución de los militares”, que,
paradójicamente, no se desarrolló mediante el uso
de las armas, sino a través de acuerdos y
consensos, primero con la dirigencia insurgente y
después con las élites regionales que se hallaban
representadas en los ayuntamientos y en las
milicias locales
Y hablamos de “revolución de los militares”
porque, además de Iturbide, fueron los
miembros de esta corporación los principales
ejecutores del proyecto de Independencia, los
que realizaron las negociaciones políticas en
sus distintos niveles y los que tenían plena
conciencia de que su movimiento era
completamente distinto de aquel que había
iniciado el cura de Dolores en septiembre de
1810. Vicente Filisola, por ejemplo, decía en
una carta a “don Nicolás