A las personas a las que otorgamos connotaciones morales negativas les prestamos
más atención y las identificamos con mayor rapidez que a las que pensamos que son
amistosas o inofensivas.
Esta capacidad natural de inferir el nivel moral de los demás es básica para el buen
funcionamiento de las relaciones sociales, si bien los procesos cerebrales que usamos
para establecer estos criterios no son científicamente muy bien conocidos.
Esta asimetría nos permite aprender sobre las
personas inmorales (que pensamos son ajenas a
nuestros comportamientos), incluso sobre los rasgos
no éticos de estas personas.
Quizás por este motivo los investigadores hayan descubierto que prestamos más
atención hacia las personas moralmente dudosas o peligrosas, que a las que de
entrada nos inspiran confianza.
La mente humana está construida para mantener las relaciones sociales, incluso
cuando los demás a veces se portan mal", afirma la autora principal del artículo, Molly
Crockett. Y añade: “el cerebro forma opiniones sociales que permiten el perdón”.