Excelente mapa mental que responde a la pregunta ¿a qué se le llama “afrancesamiento de la cultura” en el porfiriato?, analizando de forma detallada el fenómeno cultural del afrancesamiento en el período del porfiriato.
Roger Shattuck cuenta que los años alrededor de 1900 fueron llamados por los franceses la belle époque:
los buenos tiempos, según él, principalmente porque los banquetes se habían convertido en el ritual
supremo. La capital cultural del mundo, París, creaba modas en el vestir, las artes y los placeres de la vida.
Dice Shattuck que parte del secreto de la época radica precisamente en la superficialidad. Para él, la política
encontró un equilibrio con la corrupción, probablemente refiriéndose a que una y otra se volvieron
prácticamente inherentes. El ocio de las clases altas produjo una vida de ostentación, frivolidad, buen
gusto y relajación moral. Lo que Shatutuck no menciona es que además de la superficialidad que relata, esa
etapa fue también prolífica en el desarrollo científico, económico y cultural. Lo cierto es que hacia finales
del siglo XIX París había remozado su fachada. Las reformas haussmannianas habían abierto avenidas entre
las callejuelas. Tenía ahora una magnífica ópera
Podía mirarse y ver que había dejado de ser una aldea cercana a grandes palacios. Se había convertido en
un vasto teatro para sí misma y para todo el mundo . Y el mundo le creyó. Sintió que debía seguir el ritmo de
París. Pensó que la Ciudad Luz tendría la autoridad para determinar en muchos sentidos el rumbo de la
modernidad. Cierto es que Francia no era la única potencia mundial de la segunda mitad del siglo XIX.
Inglaterra, Estados Unidos y una recién constituida Alemania hacían lo propio en lo económico, político y
militar, pero también en las ciencias y las artes. Dice Eugen Weber que el mensaje positivo del siglo XIX
giraba alrededor de la capacidad humana, la autosuficiencia y el progreso. El hombre controlaría su
entorno y a sí mismo. El mundo se podría no solo explicar, sino también dominar2 . Y eso fue lo que
trataron de hacer estas potencias: conocer, explicar, controlar, modificar, revelar y construir el mundo en
los distintos ámbitos. Ese control lo llamaron progreso
Por alguna razón (o por varias), Francia fue en muchos casos el modelo a seguir en las referencias a la
refinación: el vestir, las fiestas, la comida, la arquitectura, la literatura y demás artes. Y especialmente su
capital, París, se convirtió en la guía primera de estos ámbitos. No es que no existiera arquitectura o
literatura de renombre más allá de lo francés, pero en muchos sentidos el mundo y especialmente
Latinoamérica, obvió que todos aquellos objetos y modas de estos ámbitos que llevaran el apelativo de
“francés” debían ser equivalentes de progreso, status, desarrollo, buen gusto y finura, ¡aunque no siempre
fueran del todo franceses! Así el mundo adoptó lo francés como sinónimo de lo moderno. Los periódicos
anunciaban carrozas llegadas de París, arte de Francia, pasta dental como Pâte Dentrifice y corsetería
francesa. Sombreros y camisas finas de París y clases para hablar francés.
Y llegó entonces el momento en el que los gobiernos liberales mexicanos del último tercio del siglo XIX y las
clases económicas favorecidas también compraron el discurso de la modernidad, y buscaron aplicar los
distintos modelos modernos a la realidad mexicana . La presente investigación surgió precisamente cuándo
al buscar explicar la influencia de la cultura francesa durante el porfiriato, me di cuenta que lo que muchos
autores llaman “el afrancesamiento” de ese periodo, era en realidad un cliché que simplificaba las
explicaciones, ya que por una parte, como lo francés se asoció a lo moderno, todo lo francés era moderno, y
aunque no todo lo moderno era francés, la historiografía simplificó esa búsqueda de progreso, control y
refinamiento, llamando al periodo “afrancesado”. Ricardo Pérez Montfort por ejemplo dice: “Los contrastes
caracterizaban a la sociedad porfiriana. En los espacios rurales campeaba la precariedad ‘típica mexicana’,
mientras que la opulencia podía verse en las afr
Al hablar del porfiriato, Rafael Arvea, dice que es un “periodo en que se vieron entremezcladas tendencias
artísticas de filiación extranjera con las propias de nuestra cultura, dominadas en esencia por un
afrancesamiento dinámico5 ”. Gerardo Australia afirma que “el México porfirista veía en el duelo una
extensión del romanticismo a la francesa De esta manera decir “a la francesa” o mencionar lo francés se
volvió una especie de palabra-comodín que podía utilizarse indistintamente para referirse a algo moderno,
refinado, romántico, europeo, ecléctico, pudiente y/o pomposo. Por otra parte, la historiografía, al ligar lo
francés con la búsqueda de modernidad del porfiriato, fortaleció la idea de que no podía haber una
influencia francesa en México fuera de ese periodo. Se sobrentendió entonces y se asumió que el porfiriato
fue un periodo “afrancesado” y es así es como mucho de lo que se escribió durante el siglo XX
Una de las materias que precisamente ha sufrido cierta deformación historiográfica por estas asunciones es el
urbanismo. En primer lugar, al adjudicar una equivalencia entre lo francés y lo moderno, se asumió que el
urbanismo de la época, al tratar de ser moderno, debía ser francés. Y en segundo lugar, se asumió que, como el
gran despegue urbano de la ciudad de México se vivió durante el porfiriato, ese afrancesamiento urbano
existió sólo en ese periodo. Es por eso que surge esta investigación, buscando aclarar esas dos ideas que buena
parte de la historiografía ha obviado. La pregunta que guía el texto entonces es: ¿puede considerarse
afrancesado el urbanismo de la ciudad de México durante el porfiriato? Y la estrategia para responderla fue
hacer un estudio principalmente historiográfico y de algunas fuentes primarias que refuten esos lugares
comunes.
Tiendas
departamentales
Durante el esplendor del Porfiriato, la vida cotidiana experimentó cambios sustanciales entre los que
interesa destacar el establecimiento de grandes tiendas departamentales - grand magasins - en la
entonces plácida ciudad de México, fundadas en su mayoría por barcelonettes. Los objetos y bienes de
consumo difundidos por una nueva modalidad de consumo, la creación de fuentes de empleo, el
contacto con el personal extranjero y la imagen misma de la tienda, permitieron un flujo ideológico
continuo que consolidó una penetración cultural importante proveniente de Francia. La sociedad
porfiriana, que pretendía incorporarse al progreso y a la modernidad, asimiló no sólo los usos y
costumbres que estos bienes de consumo implicaban, sino también el modo de vida y los valores
sociales que se les asociaban para la construcción de una imagen cosmopolita.
En 1910, los Ferrocarriles Nacionales de México se anunciaban en el semanario Revista de Revistas con estas
palabras: 1 Revista de Revistas, 4 de septiembre de 1910. Hay que ir a la ciudad de México. Las iluminaciones,
desfiles, exposiciones, carros alegóricos y cabalgatas históricas en combinación con los hermosos parques y
alamedas, calles y edificios del París de América, formarán un conjunto que difícilmente podrá repetirse
Ciertamente, la capital del país presentaba un rostro de prosperidad afrancesada durante las
celebraciones del Centenario de la Independencia en el año de 1910. Los programas oficiales de
expansión y mejoramiento urbano pugnaban para que los nuevos fraccionamientos recordaran
a la bulliciosa y elegante Ciudad Luz finisecular. Los ciudadanos de entonces veían cómo, en la
vía pública, las bombillas eléctricas sustituían a las farolas de nafta y trementina; veloces
automóviles inquietaban a los caballos de los charabancs; y la gente se asombraba al ver esos
ruidosos tranvías movidos como por arte de magia sin las mansas y sufridas mulitas de antaño.
Al lado de los huaraches y los calzones de manta, los frufrús de sedas, los altos sombreros y las
levitas impecables se esforzaban por construir una imagen acorde con el ámbito cosmopolita
procurado por una burguesía en ascenso.
El primer paso del afrancesamiento en México fue la llegada de las tiendas departamentales, las cuales buscaban
parecerse a las grandes boutiques francesas. En especial, muchas de ellas traían modistas de París que
confeccionaban ropa a la usanza francesa. En ese tiempo, la mentalidad de la sociedad era la modernidad, el
poder ir para adelante, por lo que la admiración que tenían por otros países se reflejaba en preferir productos
extranjeros a los mexicanos. En la Ciudad de México existían lugares que eran exclusivos para productos traídos
desde Francia; para el cliente más exigente. Entre los productos preferidos por los mexicanos se encontraban
ropa, telas, accesorios, cosméticos y objetos suntuarios y de arte.
Entre la gran demanda que ejercía este país en los consumidores mexicanos, también se encuentran los
farmacéuticos y los productos de belleza, los cuales tenían un poder hipnótico en el comprador. Las casas
cosméticas francesas han tenido éxito en nuestro país desde ese entonces e incluso en la farmacéutica existe el
ejemplo de la Farmacia París ubicada en el Centro Histórico. La ropa, las modistas y los objetos de lujo franceses
eran bastante preciados por la sociedad y las tiendas de curiosidades que las vendían el negocio más redituable
en aquel momento
Al finalizar el siglo xix, el incremento en la producción industrial y el correspondiente aumento en la capacidad
adquisitiva trajeron consigo cambios importantes en las principales ciudades mexicanas, incidiendo
significativamente en la conformación de una cultura del consumo. El consumo, al identificarse con los valores
de la modernidad, estableció una serie de patrones indicativos que subrayan la pertenencia a determinado
estrato social. Más que las estadísticas meramente económicas, estos patrones de consumo constituyen
estructuras mentales que revelan el aprecio a ciertos bienes materiales y a un estilo de vida en el que el
progreso y el bienestar son fundamentales. Fenómeno eminentemente urbano, el consumo refleja la idea que
de sí mismas teman las capas acomodadas del Porfiriato, al considerarse grupos progresistas que veían en la
modernización del país un impulso de carácter nacionalista y se declaraban partidarios de adelantos
tecnológicos, aparatos, gustos, modas, hábitos
Estos mexicanos ilustrados que se consideraban a sí mismos «gente decente» -recordemos como
contraparte los conceptos de «vulgo», «populacho» y «multitudes» que se expresan comúnmente en la
prensa de la época- contaron con un medio adecuado y eficiente para estar al tanto del progreso y la
modernidad en los numerosos magazines ilustrados que irrumpieron en las últimas décadas del siglo xix.
Particularmente el sistema de anuncios que se publicaba en estas revistas constituía un buen catálogo de
opciones para adquirir bienes y servicios. El tercer elemento en la cadena consumista lo constituyen las
tiendas departamentales, de gran semejanza con las francesas en la ciudad de México y con más
influencia estadounidense en el norte del país.
En cuanto al número de consumidores, S.H. Haber considera 5 millones de personas de un total de 12.6 millones
de habitantes, según cifra del censo de 1895. Sin embargo, la población era mayoritariamente rural y pobre. El
consumo dependía de las cosechas, que no siempre eran buenas, y de los raquíticos salarios de los obreros. Los
peones sobrellevaban la pesada carga de la tienda de raya que no les permitía incursionar en otro tipo de
consumo. En el mismo año de 1895, más del 90 % de la población eran trabajadores empobrecidos de bajos
salarios; 8 % lo constituían burócratas y profesionales que vivían en las ciudades y tan sólo 2 % correspondía a
financieros, grandes comerciantes y hacendados, es decir, a los dueños del dinero y del poder adquisitivo. Por lo
tanto, de los 5 millones de consumidores citados por Haber, sólo 2 % de la población total podía constituirse en
un factor consumista de peso y el resto estaría sujeto a los inconvenientes de un ingreso inestable e insuficiente
Moda
Europa tuvo mucha influencia en la moda mexicana,sobretodo en las damas de sociedad y más
notoriamente durante el Porfiriato, ya que el presidente Porfirio Díaz tuvo una gran influencia de
Estados Unidos y de países europeos, principalmente de Francia, tanto las estructuras nacionales
como la indumentaria en nuestro país tuvieron muchas modificaciones debido al agrado de Porfirio
Díaz a la cultura europea. También se llegó a dar un cambio en la vida artística y cultural.Porfirio Díaz,
el dictador ilustrado, fue afrancesado hasta la muerte; y no es por mera coincidencia que haya elegido
morir en París cuando podía haberlo hecho en España.Vestidos de moda, así como corsés o accesorios,
se usaron por las mujeres de sociedad durante la época del Porfiriato.
Es importante mencionar que en esa época era de suma importancia saber diferenciar qué tipo de ropa
se usaría para cada ocasión; los domingos, las personas usaban lo mejor que tenían, tanto hombres
como mujeres salían a pasear al parque, a misa o a dar un paseo. Hoy en día no es tan común que
hagamos eso, pero en aquellos tiempos la forma de vestir era muy importante para distinguirse en
sociedad. En ese tiempo las mujeres tenían pocas distracciones y una de ellas era pasar tiempo en la
modista haciéndose nuevos vestidos. Lo que es fascinante del tema es que se traían revistas de Europa
con dibujos o fotografías del último grito de la moda en París y, así, las mujeres de la anterior joya de
España podían mandar traer la ropa o los zapatos que más les gustaran desde Europa.
En Francia, como ya se ha mencionadoanteriormente, se usaba ropa muy exagerada e incómoda y aquí
en México no fue la excepción. En Francia los colores mas usados en la ropa para las damas de
sociedad por lo general eran colores muy sencillos y poco llamativos.Se usaba mucho el blanco y
colores pastel, para adornar se usaba encaje y crinolinas. Las pelucas eran utilizadas tanto en hombres
como en mujeres,sin embargo las mujeres en algunas ocasiones preferían realizar sus propios
peinados aunque eran muy grandes y laboriosos. También se usaron hombreras.
En Francia se usaban crinolinas debajo de los vestidos para que les diera más vuelo a sus fabulosos
vestidos; la crinolina fue la primera moda francesa tratando de simular una muñeca de porcelana. En
Francia lo que los modistas trataban de imitar era a muñecas de porcelana, perfectas y con mucha
curva, obviamente el maquillaje también influía mucho. Las mujeres de México que tenían mucho
dinero en aquellos tiempos eran de piel clara por la ascendencia que tenían; era poco común ver
personas de tez morena formar parte de la élite en aquellos tiempos. Gracias a esto, era más fácil poder
imitar el modelo francés de muñeca de porcelana.
El paraguas lo utilizaban las mujeres para cubrirse del sol cuando salían a la plaza y las modistas los
hacían con la misma tela de sus vestidos, haciéndolos parte del conjunto incluyendo una pequeña
bolsa en la que cabían apenas unas pocas monedas. Los sombreros también formaban parte de su
conjunto, eran sombreros muy extravagantes y la mayoría eran traídos de Francia. Los escotes eran
discretos, pero provocativos y aquellos escotes de hombros eran muy utilizados por las damas de
compañía.El corsé en las mujeres de sociedad era forzoso desde muchos años atrás; moldeaba las
figuras de las mujeres dándoles una cintura extremadamente pequeña con el frente recto; sin
embargo, como anteriormente lo hemos mencionado, era muy incómodo para ellas.Una de las cosas
que más sorprenden en la ciudad de México era la persistencia de la huella francesa en la vida
cotidiana.
No sólo se puede ver en la arquitectura, recordando el Paseo de Reforma, sino también en fotografías de
aquellos tiempos; además podemos observar la forma de vestir de las personas de aquellos
tiempos.Francia fue el país que más influencia tuvo en la moda en México. La mayoría de las telas eran
traídas de Europa y muchos modistas franceses se vinieron a México.Durante esta época también
existían revistas de moda como “Álbum de Damas”, ya antes mencionada, en donde se escribían las
últimas tendencias y opinaban sobre la moda en Francia y cómo mejorarla en México. En consecuencia,
la industria nacional dependía, en gran medida, de la producción para la clase trabajadora, esto es,
mercancías baratas como telas de algodón y de percal, cigarros, cerveza, jabón y otros bienes de bajo
costo. No es gratuito que las grandes empresas nacionales de la época hayan sido textiles, cerveceras y
tabacaleras.
Pintura
Durante el Porfiriato, el arte mexicano adoptó una marcada tendencia afrancesada y elitista, manifiesta
principalmente en la arquitectura y y la escultura con influencias del Art Nouveau, cuyos ejemplos más
representativos, en la capital del país son: el “centro mercantil” (hoy hotel de la Ciudad de México), el “Palacio
de Bellas Artes” y el “Edificio de Correos”. Al comenzar el siglo XX, se inició en México una nueva orientación
en todos los ámbitos de la vida nacional. Los pintores muralistas llevaron a los edificios públicos la historia y la
ideológica de un México nuevo que retomaba la riqueza del pasado, en sus tradiciones, en su folklor, en los
vestigios de México prehispánico. Dentro de este movimiento se distinguieron 3 grandes artistas: José
Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Orozco gusta de capturar lo trágico y en su obra
encontramos una pintura agresiva y desencantada del mundo donde la realidad aparece en su forma más
cruda, con figuras contorsionadas
Tras la Revolución de 1910, se hizo necesaria una revaloración de la cultura que, además de cimentar las
nuevas tendencias ideológicas y políticas, permitiera iniciar el camino de la reconstrucción del país bajo una
perspectiva más nacionalista e inclusora de las clases sociales marginadas en el porfiriato. En tal revaloración
fue de singular importancia de José Vasconcelos, como promotor de arte que daría a México renombre
mundial: el muralismo.La Pintura de Diego Rivera se caracteriza por su carácter narrativo cuyo interés
temático central se centra en el mundo indígena, la historia nacional y la cultura popular; en sus obras
destacan siempre la ironía y lo festivo, que se manifiestan en los rostros de los personajes representativos en
un marco cromático de gran riqueza. David Alfaro Siqueiros, poseedor de una técnica magistral, abordó
principalmente temas sociales y políticos a través de una pintura fuerte y vigorosa de trazos y pinceladas muy
marcadas.
En el porfiriato se da un “afrancesamiento” de las urbes y de la sociedad, éste es uno de los rasgos más
sobresalientes de la época. Este estilo se percibirá en la sociedad, sobre todo por parte de las élites; el sector
minoritario de la sociedad. Esto se puede ver en sus modas, fiestas, educación, pero a gran escala en la
construcción de espacios arquitectónicos y en su ingeniería. “El afrancesamiento fue una sensibilidad
compartida por un sector ciertamente minoritario de la sociedad, las élites, pero que irradió a su conjunto y
floreció sobre todo en los centros urbanos” Artistas de la época retrataron el progreso que llegó al país
durante el porfiriato, como por ejemplo el paisajista mexicano José María Velasco
Velasco es considerado el gran maestro del dibujo de paisaje. El puente de Metlac realizada en 1881, es una obra
que se enriquece con la vista del puente y del ferrocarril que constituían la novedad, el progreso moderno y la
ciencia. Octavio Paz mencionó sobre el pintor mexicano: “Su pulso anota, sin temblor y sin precipitaciones, lo
que su tranquila mirada de águila descubre, con la misma apasionada indiferencia del sabio que sólo pretende
registrar los fenómenos, sin intentar hundirse en ellos” En un principio Velasco representaba en sus cuadros
paisajes naturales sin muestras de la civilización, y sin la incursión del hombre, pero a partir de 1880 durante el
Porfiriato, sus pinturas tratan de reflejar el momento que se está viviendo.
Por otra parte, como se mencionó anteriormente, aunque se logró pacificar al país en el momento en que Villa
empezó a hacer los cambios hacia un avance en México, como la construcción de una extensa red de
comunicaciones, puertos, telégrafos y ferrocarriles, no todos los mexicanos estuvieron conformes, pues los
beneficios no fueron para todos. La ausencia de partidos políticos y una economía mal distribuida hizo que solo
un pequeño grupo de mexicanos y extranjeros se vieran favorecidos. La clase media, descontenta por la
dictadura y con ideas y movimientos en desacuerdo o en contra del régimen empezó a expresarse por medio de
caricaturas políticas, impresas en periódicos de la época como “El hijo del Ahuizote”. (1885-1903). El ingenio y
sentido del humor satírico son los principales elementos de estas caricaturas que fueron auxiliares al
movimiento contra la dictadura.
Este tipo de publicaciones fueron perseguidas en la época, por ir en contra de la ideología impuesta; es por esto
que en un principio fueron anónimas, pero en tiempos de “El hijo del Ahuizote” algunas ya van firmadas. En
general las caricaturas devaluaban al gobierno y a Porfirio Díaz de distintas maneras, tratando de hacer llegar a
la sociedad el mensaje de “injusticia” o descontento. Por medio de las obras anteriores se puede analizar el
proceso que vivió el país en este período; los que se enfocaron en exaltar la tecnología y modernidad, como
Velasco, y los que criticaron la dictadura en el caso de las caricaturas.
Teatro
E L GÉNERO CHICO MEXICANO —una forma de teatro popular que, con el muralismo, llegó a ser una de las
expresiones más destacadas del nacionalismo cultural— ha sido tradicionalmente asociado con el estallido de la
Revolución Mexicana. Sin embargo, la investigación de sus orígenes durante el Porfiriato ha mostrado que, si
bien el año de 1911 marca un nuevo período en su desarrollo,1 su etapa formativa se remonta al año 1880 cuando
en México se introdujo una nueva forma de producción teatral. Imbricada con una serie de factores sociales y
económicos, la nueva costumbre de vender el teatro por horas 2 llevó a la masificación y comercialización del
teatro, lo cual a su vez provocó la convergencia de dos tradiciones teatrales, el género chico español y el teatro
popular mexicano, que constituyen los verdaderos orígenes del género chico mexicano.
Durante el último cuarto del siglo XIX, se vislumbraron, por lo menos, dos espacios socio-culturales en los
cuales se desarrollaban las actividades teatrales de la ciudad de México. Por un lado, se encuentra el espacio de
la cultura dominante al cual pertenecía el "teatro culto", europeizado, destinado a las clases medias y altas de la
sociedad.4 Por otro lado, se descubre una cultura popular en la que se desarrollaban actividades escénicas que
constituían, junto con los toros y las peleas de gallos, una de las diversiones más importantes de la clase
trabajadora n los principales teatros como el Arbeu, el Hidalgo, el Nacional y el Principal se presentaron las
obras más notables de Europa traídas por compañías, empresas y artistas de ese continente. Junto con las piezas
de Narciso Serna, Eusebio Blasco y José de Echegaray, se montaron las de Racine y Shakespeare. Las óperas de
Verdi y de Gounod atraían numeroso público y competían con las operetas de Offenbach, Lecocq y Strauss.
Aunque el teatro popular mantenía cierta independencia de las influencias europeas, pertenecía a una
subcultura que se desarrollaba dentro del marco de la cultura dominante. Indudablemente influido por las
diversiones tradicionales como los títeres y el circo, 1 8 el teatro popular mexicano durante el último cuarto
del siglo XIX desarrolló nuevas formas que, si bien utilizaban convenciones y obras del teatro "culto", las
transformaba, adaptándolas a los gustos y necesidades de los sectores populares. Básicamente se
vislumbran dos tipos de teatro popular: uno de temas obreros y el otro frivolo
La fecha oficial que se da al nacimiento del cine es el 28 de diciembre de 1895; sus creadores fueron los
hermanos Lumiere con ayuda de algunos avances técnicos realizados por Daguerre y Niepce, descubridores de
la fotografía. Su éxito fue tan espectacular, que no tardó en llegar a otros países. El caso de México se da el 6 de
agosto de 1896; sus espectadores fueron el Presidente Pofírio Díaz acompañado de su familia y miembros del
gabinete, quienes asombrados por observar imágenes en movimiento consideraron que el cine estaba en cierta
forma condenado a "la censura de parte de la aristocracia ideología porfirista, era considerado como un
espectáculo vulgar" En un principio a las películas se les llamaba "vistas", fueron explotadas de muchas maneras
y obtuvieron un público que hizo insuficiente las mismas y salas de proyección, haciendo que ambas se
multiplicaran rápidamente.
En cuanto a perfumes, cosméticos y medicamentos, los productos franceses ejercían una fascinación casi
hipnótica; ocioso es decir que en la mayoría de los casos provenían de Francia o tenían marca francesa, por su
indiscutible prestigio entre el público consumidor Durante el siglo xix el papel del farmacéutico se fue
transformando. Poco a poco dejo de confeccionar los medicamentos para convertirse en simple depositario de
ellos. Esos cambios se produjeron bajo las influencias de la gran revolución científica de finales del siglo xviii,
compañera esencial de la revolución francesa. Las ideas ilustradas arribaron a Nueva España enmarcadas en un
contexto político científico propiciado por una parte desde la Metrópoli y por otra por las necesidades de los
grupos novohispanos que buscaban la profesionalización de prácticas sanitarias.
En Puebla una institución fue escenario fundamental para la penetración de ideas ilustradas: el Hospital de San
Pedro, cuya comunidad médica interactuaría más adelante con la Junta de Sanidad y con la Academia Médico
Quirúrgica de Puebla. En Puebla se conocieron las primeras ediciones de la obra de Lavoisier, así como diversos
textos de farmacia de autores franceses. La nueva nomenclatura química y las nuevas teorías se
institucionalizaron a través de la enseñanza, y muy pronto los títulos de algunas fórmulas de medicamentos que
evocaban autores de origen galo, reconocidos en formularios internacionales, se fueron difundiendo a través de
la clientela del boticario.
Arquitectura
En vísperas de las celebraciones del Centenario de la Independencia en el año de 1910 se respiraba en la ciudad
un aire de prosperidad afrancesada. Los programas oficiales de expansión y mejoramiento urbano pugnaban
para que los nuevos fraccionamientos recordaran a la Ciudad Luz (como comúnmente se conoce a París). Las
bombillas eléctricas sustituían a las farolas de nafta y trementina, veloces automóviles y tranvías se dejaban ver a
lo largo de la ciudad. Es en este tiempo que en la zona Centro de la ciudad, en La Alameda Central se inicia la
construcción del Hemiciclo a Juárez entre otras edificaciones que mezclaban el estilo clásico con el naciente Art
Noveau. Dentro de las edificaciones más emblemáticas construidas en la época se encuentran el Palacio de Bellas
Artes, que hasta nuestros días es una de las construcciones más bellas y representativas de la Ciudad de México,
como también el Teatro Nacional.
Con el trazo del Paseo de Bucareli en 1775, se inaugura el urbanismo de influencia francesa en la capital de la Nueva España.
Para entonces, París es, gracias a las obras realizadas desde la época de Luis XIV, una especie de síntesis del urbanismo
occidental que se nutre de la Antigüedad clásica y del Renacimiento italiano. Entre las características de este tipo de
urbanismo destacan el uso de la línea recta y la observancia de la simetría, la homogeneidad y la geometría regular en las
formas urbanas. Se trata, entre otras cosas, de privilegiar la perspectiva. París se hace aún más celebre tras los trabajos
emprendidos por el prefecto Haussmann durante el Imperio de Napoleón III con él se agrega, a la regularidad, un
fundamento higienista y estratégico para proteger (y controlar) a la población. Debido a las dificultades políticas y
económicas por las que atraviesa entonces el México independiente, la influencia francesa no se hace sentir de lleno sino
hasta el porfiriato.
época en la que la ciudad de México se extiende siguiendo las características estéticas y funcionales que
hemos mencionado. Dos aspectos adicionales son tratados a lo largo de este artículo: la diferencia entre el
urbanismo y la arquitectura neoclásicos, que obedecen a impulsos transformadores distintos, y la
periodización de la influencia francesa en la ciudad de México con base en el análisis de su estructura
urbana. Através de su historia, la ciudad de México ha contado con varios ejemplos de obras urbanas cuya
influencia se reivindica como francesa. Se suele decir, por ejemplo, que el porfiriato es un periodo de
arquitectura (y de cultura) afrancesada, lo cual no es inexacto si no fuera porque el término es sumamente
vago. Hay vaguedad en las características de un supuesto estilo afrancesado, en la periodización (que por
cierto no se restringe únicamente al porfiriato)
stableceremos las fuentes en las que a su vez se inspira el urbanismo francés y los canales por los
cuales pudo influir sobre los urbanistas de la ciudad de México desde finales del siglo xviii hasta
principios del xx. De igual forma, esbozaremos una periodización del ascendiente francés en el
urbanismo mexicano tomando en cuenta la estructura general de la ciudad: una primera etapa
estará caracterizada por una urbe centralizada en torno a un punto. Más tarde veremos cómo la
ciudad se bipolariza y en un tercer momento asistiremos a su extensión geográfica y a su
desconcentración.
La distinción no consiste simplemente en separar los edificios en sí mismos (objeto de la arquitectura) de la
ciudad como un conjunto (objeto del urbanismo). Debemos también saber que la arquitectura neoclásica no
necesariamente obedece a las mismas ideas que dan origen al urbanismo neoclásico. Como lo explicaremos,
este urbanismo es en México, un creador de espacios a través del uso de la perspectiva a gran escala. En este
sentido, el urbanismo neoclásico mexicano está emparentado con el urbanismo barroco italiano y sobre
todo con el urbanismo barroco francés, parentesco inimaginable en términos arquitectónicos; en
arquitectura, el neoclásico mexicano es visto como una oposición al barroco. Adelante volveremos a hablar
de este desfase entre arquitectura y urbanismo. Por ahora basta con decir que para nuestros fines, la
arquitectura es un dato más del análisis urbano.
Y es que el urbanismo barroco francés recoge elementos de la antigüedad recuperados a su vez por el
Renacimiento italiano. Durante el Renacimiento, se reconsidera precisamente el valor de las ruinas de la
antigua Roma y el del tratado de Vitruvio, único texto escrito bajo el imperio (siglo I a. de C.) que aún se
conserva. Brunelleschi y Alberti (1485) desarrollan la perspectiva, dan valor a la geometría regular en las
formas urbanas y escriben, junto con muchos otros tratadistas, importantes reflexiones arquitectónicas y
urbanísticas que serán retomadas para el ordenamiento posterior de las ciudades occidentales. Así pues,
en el urbanismo barroco se encuentran decantadas (y acentuadas) muchas ideas del urbanismo
renacentista.
Lo mismo sucede con la institución reguladora de las construcciones que hasta aquí hemos descrito: la
Academia de Bellas Artes. El consejo de construcciones que encabezaba Colbert bajo el reinado de Luis xiv,
se convirtió en Academia Real de Arquitectura en 1671 siguiendo en parte un modelo italiano. Esta academia,
instalada en el Palacio de Louvre, se reorganiza en 1717 y 1775. Entre tanto, en España, la monarquía ve con
agrado esta forma de organización en la que se centraliza el trabajo de los artistas a la vez que se unifican los
criterios estéticos; esto ajusta perfectamente con el espíritu de las reformas borbónicas.
Bucareli no se ajusta al patrón norte-sur y este-oeste del resto de las calles, sino que tiende ligeramente
hacia el suroeste. Nosotros pensamos que no se trata de un accidente, sino de una decisión del propio
Bucareli, o posiblemente de su maestro mayor, Ignacio Castera. En Europa las avenidas barrocas son con
frecuencia, diagonales.23 La diagonalidad es un aspecto más de su carácter único, de su diferencia con el
resto de las calles, de su jerarquía
Literatura
Francia tema no sólo el aura de la gran tradición cultural, sino también el savoir faire que se requería para el correcto
desempeño social y educativo que conduciría, en su conjunto, a un proceso civilizatorio tan necesario en la época. La lengua
francesa expresaba cabalmente las formas de parnasiana belleza indispensables en los versos y prosas de los poetas
modernistas y, además, se aprendía tempranamente como idioma oficial en los principales colegios de la ciudad de México.
En el Colegio Grosso, por ejemplo, personajes como José Juan Tablada y Francisco M. De Olaguíbel lo aprendieron siendo
niños. Este último, recuerda Tablada, «sin haber estado nunca en Francia, dominaba absolutamente el idioma aún en sus
formas arcaicas y en su moderno argot, admirando a los mismos franceses que con él conversaban
El mismo Tablada, cuyos primeros versos recibieron como elogio que Manuel Gutiérrez Nájera dijera que «estaban
escritos casi en francés», recuerda a su padre y sus amigos como los prototipos de hombres formados en el espíritu de
la cultura francesa: 8 J.J. Tablada, op.cit, pp.148, 149. Aquellos hombres, refinado producto de la clásica cultura
francesa, hablaban de la Francia de su juventud como podría hablar un parisiense, con igual sentido de las
proporciones, con idéntico esprit [...] Sus conversaciones sobre Francia y las cosas de Francia, hacen aún, no obstante
los años, perdurar un encanto en mis recuerdos. Hablaban como perfectos iniciados de aquel París del Segundo
Imperio, que de una vez para siempre moldeó sus espíritus con normas de gusto depurado y refinamiento
intransigente
Los habitantes de la ciudad de México, el «París de América», tenían a su alcance productos franceses que
podían adquirir en un área comercial definida desde el siglo decimonónico. Este centro se ubicaba en las calles
de Plateros, de la Monterilla, del Empedradillo, del Relox, Porta Coelli, la Profesa, San Francisco, el Refugio, el
Portal de las Flores y San Bernardo. Ahí se encontraban «los joyeros, los restauranteros, los camiseros, los
confiteros, los sastres, los comerciantes de confecciones, de lencería y de novedades
ARAMILLO, Ana María Dolores Huerta. El afrancesamiento de la botica poblana durante la primera mitad del
siglo xix In: México Francia: Memoria de una sensibilidad común; Siglos XIX-XX. Tomo III-IV
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PÉREZ SILLER, Javier (dir.). México Francia: Memoria de una sensibilidad comun siglos XIX-XX. Tomo I. Nueva edición
los límites de la propuesta modernista como discurso poético alternativo a la infraestructura positivista del
régimen de Porfirio Díaz (1876-1911), a través de un estudio de la intermediación francesa en la Revista Azul
(1894-1896). Considerada la primera revista modernista en México, esta publicación era, paradójicamente, el
suplemento dominical de El Partido Liberal, periódico semioficial del porfiriato. Estudiamos la manera en que la
ecléctica producción francesa publicada en la revista influyó en la configuración «modernista» (antipositivista)
del grupo a partir de dos tópicos asociados a la estética decadente francesa: el culto del arte por el arte y las
representaciones de la mujer y del héroe decadentes. Del estudio se concluye que en la revista la estética
decadente fue ambivalente; permitió a los modernistas participar en el carnaval finisecular como enjuiciadores,
pero, a la vez, como rectificadores del progreso positivista.
En las postrimerías del siglo xix, un grupo de jóvenes escritores, en su mayoría poetas, empezaba a darse a
conocer en las capitales latinoamericanas más importantes.1 Afirmaban, con Charles Baudelaire, que la
verdadera realidad no estaba en las cosas naturales sino en los sueños.2 Suponían que la función del arte
radicaba en la traducción de esta «realidad» a un lenguaje especial, un lenguaje que retara las insuficiencias
espirituales de la era positivista.3 Se autodenominaron modernistas e inauguraron una sensibilidad literaria
evasiva a definiciones precisas.4 A pesar de la diversidad de estilos y estrategias que los caracterizaban como
individualidades artísticas, conformaron una comunidad literaria identificable, a través de las revistas
literarias de la época,5 precisamente por su explícito rechazo al positivismo epocal y al nacionalismo literario,
mediante una filiación a la doctrina del arte por el arte y mediante una actitud abierta al intercambio cultural,
No obstante, esta autolegitimación no dejó de ser problemática debido a la ambigüedad en la definición tanto del
modernismo como del positivismo. El espectro ideológico del modernismo y del positivismo encerró una
diversidad heterogénea de filosofías, escuelas, estilos, tendencias y términos que no podían ser excluyentes
entre sí. El crítico Ángel Rama señala que en el modernismo se produce una superposición de estéticas, muchas
veces consideradas antagónicas en el orbe europeo, tales como el simbolismo y el parnasianismo.7 Asimismo,
del concepto positivismo derivan varios significados. A pesar de que, en su estricto sentido filosófico, el
positivismo constituye una teoría del conocimiento atribuida a Auguste Comte (Francia, 1798-1857), éste
penetró la esfera latinoamericana como un conjunto híbrido de teorías filosóficas y sociales, muchas veces
antagónicas entre sí, en el que cabían Comte, Hippolyte Taine, Emile Littré, Pierre Laffitte y Ernest Renan, así
como los ingleses Stuart Mil
Dentro de la ecléctica producción de la revista (característica del modernismo hispanoamericano) es
posible rescatar la postura decadente que enarbolaron sus fundadores y colaboradores más asiduos a
través de la lección externa, principalmente francesa. En Europa, el decadentismo reveló su modernidad
estética al cuestionar la ética positivista y su optimismo burgués mediante un rechazo a las prescripciones
morales victorianas y mediante una exploración autorreflexiva y erótica de las ansiedades ocultas que esta
moralidad clausuraba.9 Los fundadores de la revista, Gutiérrez Nájera y Díaz Dufóo, fueron los
responsables de teorizar el decadentismo en crónicas y ensayos al contraponer el arte al progreso
positivista.
Gastronomia
Se dice que a don Porfirio Díaz le gustaba mucho la comida francesa. Por ello, en su mesa no
escaseaban platillos como el melón glacé ni los petits gâteaux, tampoco los quesos, los vinos y el
champagne. Entre esos platillos de alta cocina francesa no podían faltar los lujosos manteles de lino,
ni las vajillas de porcelana adornadas con filos de oro, ni el cristal grabado. Este gusto por la cocina
francesa en México no llegó a principios del siglo XX con el período presidencial de Díaz, sino a
mediados del siglo XIX con la intervención francesa (1861-1867) y el establecimiento del segundo
Imperio con Maximiliano y Carlota (1864-1867), quienes trajeron el refinamiento de la corte europea
que tanto gustó a la clase alta mexicana.
Se sabe que la emperatriz, quien fue coronada en la ahora Catedral Metropolitana el 10 de abril de
1864 como Carlota Amalia de México, organizaba banquetes memorables en el Castillo de
Chapultepec, en los que predominaban las aves como el pavo y el pato servidos en porcelana fina.
Entre los platillos más sofisticados sobresalían el pastel de codorniz, los pavos trufados, los espárragos
con salsa y la crema de vainilla y chocolate. Ella llegó a México con un chef húngaro, quien a su vez se
hizo acompañar por seis cocineros, cuatro confiteros, un panadero y más de 12 ayudantes. Todo un
ejército culinario con la finalidad de dar gusto a los paladares de sus invitados. Pero más allá de esas
comentadas fiestas de refinada gastronomía, a ella le gustaba la dulzura de los mangos y el aroma de
la vainilla. A Maximiliano, con los problemas estomacales que padecía, prefería tomar vino del Rhin,
que degustar un platillo completo de bien sazonada comida mexicana.
El entonces presidente Porfirio Díaz continúo con el gusto por todo lo que tenía que ver con Francia,
era una de sus debilidades. Así, fue común la apertura de restaurantes y cafés, donde los platillos galos
eran lo cotidiano. De hecho, la mayoría de los menús estaban escritos en francés, sin que a los
comensales que los frecuentaban les costara mucho trabajo su traducción, dado el conocimiento del
idioma en esa ápoca entre las clases altas. En ellos, lo más solicitado era la ya famosa panadería
francesa compuesta por croissants, brioches, hojaldres y pastelería fina. En esos años, que van de 1876
a 1910, se publicaron también numerosos libros de cocina, muy buscados actualmente por
investigadores gastronómicos como: El cocinero mexicano en Francia, El arte novísimo de cocinar y el
Manual de la cocina francesa, ya que contienen recetas de elaborada producción y secretos de cocción
Los franceses también empezaron a producir las ahora cotidianas barras de chocolate. Con ello, el
cacao mexicano se transformó. Ya no sólo era simplemente la base para preparar una bebida con agua
o con leche, tan socorrido entre la población -sobre todo en los conventos- sino que ahora se podía
adquirir en hermosas cajas que contenían los codiciados y deliciosos bombones, siempre obscuros de
intenso sabor y ricos matices, ideales para regalar a las damas de la época. Este refinamiento en la
cocina ha prevalecido en México, donde es constante la presencia de platillos y postres con marcada
influencia francesa, mucho más elaborada que antaño y siempre acompañada por un buen vino, que
ahora bien puede ser mexicano, y quesos finos como el roquefort o el de leche de cabra
Actualmente, aún es común ver platillos acompañados con papas a la francesa, crepas que envuelven
guisados mexicanos como las de flor de calabaza, pasteles cubiertos de crema o de pasta de hojaldre. Y
seguro, casi nadie se resistiría a unos deliciosos churros acompañados de una buena taza de chocolate
con leche.
La gastronomía fue uno de los aspectos donde mejor se manifestaba aquella «benemérita influencia francesa», según afirmaba un bon vivant como José Juan Tablada.10 Los restaurantes se preciaban de
contar con chefs o en ocasiones, con maitres dhotel traídos expresamente de París, como era el caso del Café Restaurante Chapultepec, el que se anunciaba como «El rendez vous de México.»11 En
cualquier restaurante de la calle de Plateros o del Coliseo Viejo se podían degustar platillos de carne, caza y mariscos: un filete de venado guarnecido con puré de castañas o un tournedo en el restaurante
Sylvain Daumont rociado con los mejores vinos de Borgoña o Burdeos. Y ni qué decir de las pastelerías y confiterías donde probar los deliciosos petit-fours y gateaux de todo tipo.
publicidad humorística
En México las agencias de publicidad se remontan al siglo XIX. En Francia, a finales del siglo XIX, se rechazaron
los estilos históricos y se optó por una nueva corriente denominada Art Nouveau, que incluía ideas procedentes
de todas las disciplinas del diseño y el arte, coadyuvando a la aparición de un diseño comercial. Esta influencia se
reflejó en México durante el Porfiriato y es en las páginas de la prensa ilustrada donde se dio un espacio
adecuado mediante sus imágenes publicitarias. En un clima de inquietud, artistas y críticos de arte
emprendieron el esfuerzo por consolidar un 'arte nuevo' siempre en una búsqueda de la anhelada modernidad y
de un perfil original respecto a patrones europeos
El primer publicista de México fue Juan Francisco Sahagún, quien en el periódico La Gaceta de México se
encargaba de los anuncios clasificados. Por otra parte, la primera campaña de publicidad se dio en el diario El
Corredor del Comercio, realizándose del 22 de febrero a abril de 18503. La gráfica de finales del siglo XIX y
principios del siglo XX mostraba en revistas o periódicos los movimientos artísticos y exhibía la modernidad
según menciona Emma Cosío VillegasEl lenguaje gráfico de los carteles y de la publicidad en México, al
integrarse al contexto urbano, abrió espacios inéditos para la creatividad de los artistas y generó variedad de
mensajes visuales. Al poblarse las arterias de las principales ciudades del país, con estos nuevos mensajes, las
calles se convirtieron en galerías públicas del hombre común.
Por otra parte, el siglo XIX fue el siglo de oro del arte popular mexicano. Al liquidarse las ideas absolutistas de los
gobernadores, nacieron las libertades de pensamiento, políticas, sociales, religiosas, que suscitaron la libertad de
expresión y de creación. Los artistas representaron sin censura sus conceptos plásticos, emancipándose de las
rígidas tradiciones impuestas por el despotismo del Estado y de la Iglesia. Entre ellos estuvo José Guadalupe
Posada que trabajó un concepto popular importante en esa época. Posada, para quien todo fue susceptible de
retratarse, utilizó la calavera como un pretexto para describir la realidad. Sus calaveras, universalmente
conocidas, son la muestra más acabada de su arte; el movimiento también se encuentra allí. La muerte no es
inmóvil ni pertenece tan sólo a otro mundo, pues se encuentra presente en el quehacer cotidiano de esta vida, de
nuestras propias vidas.
Posada aprovecha esta ganancia y hace de ella un panorama alucinado portentoso, la culminación de
su tarea creativa. Graba la imagen de un rostro de calavera a la que él denomin: Calavera Garbancera y
que posteriormente fue conocida como La catrina. ¿Pero qué es La Catrina?6 Esta imagen se ha
convertido en un ícono mexicano picaresco de la muerte, por la coquetería y alegría que emana.
Creada en 1910, durante el Porfiriato, continúa representando a una relevante clase social mexicana
en son de burla; siendo ya parte de esta cultura y un símbolo nacional: La Calavera Catrina nació con el
nombre de "Calavera garbancera" haciendo referencia a los garbanceros —gente ordinaria, descortés,
maleducada—, generalmente indígenas, que renegaban de sus costumbres, cultura y nacionalidad y
que al mismo tiempo vestían e imitaban los hábitos europeos. Dicha calavera no tiene ropa, sólo un
sombrero de ala con plumas de avestruz al estilo francés.
Con este objeto, Posada criticó a aquellos que querían aparentar un estilo de vida que no les
correspondía. Sus calaveras, burlonas, irónicas y hermosas, atestiguan el carácter de la vida como
algo poco digno de tomarse en serio. Universalmente conocidas, representan la muestra más
acabada de su arte . En la Catrina de Posada, los huesos simbolizan la pobreza de aquellos a quienes
representa7. La elegancia de ella es la burla directa hacia aquellos quienes, apenas teniendo para
comer, pretendían ser una clase social de alcurnia
Esta imagen se ha convertido en un ícono mexicano picaresco de la muerte, por la coquetería y alegría que
emana. Creada en 1910, durante el Porfiriato, continúa representando a una relevante clase social mexicana
en son de burla; siendo ya parte de esta cultura y un símbolo nacional: La Calavera Catrina nació con el
nombre de "Calavera garbancera" haciendo referencia a los garbanceros —gente ordinaria, descortés,
maleducada—, generalmente indígenas, que renegaban de sus costumbres, cultura y nacionalidad y que al
mismo tiempo vestían e imitaban los hábitos europeos. Dicha calavera no tiene ropa, sólo un sombrero de ala
con plumas de avestruz al estilo francés. Con este objeto, Posada criticó a aquellos que querían aparentar un
estilo de vida que no les correspondía. Sus calaveras, burlonas, irónicas y hermosas, atestiguan el carácter de
la vida como algo poco digno de tomarse en serio. Universalmente conocidas, representan la muestra más
acabada de su arte.
Música
don Porfirio pecó de un afrancesamiento enfermizo, sin embargo, durante su gestión se crean obras
emblemáticas del repertorio lírico patrio. En 1900 Gustavo E. Campa estrena su ópera El rey poeta, en
remembranza de Nezahualcóyotl y en 1901 Ricardo Castro monta su Atzimba, como homenaje a las gestas de
Conquista padecidas por los purépechas. Asimismo, el porfiriato es testigo e instigador de la implantación de la
música de cámara ‒a cargo, fundamentalmente, de Luis G. Saloma‒ y en su transcurso se consolidan las bases de
la escuela pianística mexicana, de la que contamos con innumerables ejemplos. Tampoco es de menospreciar el
hecho de que los compositores apoyados por el régimen porfirista buscan aproximarse a nuevas estéticas para
renovar sus lenguajes ‒ se caracterizó por ser uno de los periodos de la historia de México que rindió más frutos
en la música clásica1 y en diversos géneros, tanto de concierto, como de bailes de salón y sones populares y
tradicionales como La Sandunga o
Julián Carrillo como epítome del fenómeno‒ y, que ahí se propicia la expansión de una infraestructura “de vanguardia”,
aquella que habría de escucharse en los teatros, teniendo al Palacio de Bellas Artes como culminación interrumpida del
proceso. Es claro que a pesar de sus desaciertos y arbitrariedades, el desarrollo cultural impulsado por Don Porfirio posa
los cimientos de un México que deseaba orientarse hacia las nociones de “progreso” en boga ‒el Positivismo de Comte
en primer término‒, en abierta vinculación con otros países europeos y americanos. Onerosos fueron los precios, pero el
tirano creyó a pie juntillas que habían de pagarse. La apertura internacional por él decretada, generó la insipiencia de un
desarrollo sonoro que, al intentar nutrirse de las tendencias más cosmopolitas, da la pauta para aminorar el atraso que
había imperado a lo largo de la corta vida de la nación mexicana.
Los instrumentos favoritos en las casas durante el Porfiriato eran el piano y, ya a finales del siglo XIX, en 1898, la pianola, que
con sus rollos colaboraba a que familias sin miembros con habilidad musical, crearan bellas melodías en casa. Ambos eran
objetos irremplazables, pues aún no había radio . En cuanto a los jóvenes que decidían estudiar en el Conservatorio, su vida
artística era difícil, ya que no había muchas oportunidades profesionales y terminaban aceptando trabajos mal pagados Con
relación a las mujeres de clase alta, aquellas tocaban viejas melodías y sonatas entre las cuales había una marcada predilección
por las de Chopin, y conciertos de la “soberana música clásica”. También gustaban los géneros musicales ligeros como el
berceuse, el nocturno y desde luego de todo tipo de vals, aunque el alemán estuviese de moda. También estaban las marchas,
dianas, oberturas, mazurcas, plegarias y misas. Entre los compositores más apreciados destacaban:Giacomo Meyerbeer,
Estos años se caracterizaron por el gran impulso que recibió la música formal, sobre todo en lo que se refiere a
la producción del romanticismo y la música de salón. Asimismo, permitió que los compositores mexicanos
absorbieran las tendencias musicales de Europa y de otros países de América. Por un lado, de Europa, las
principales influencias vinieron de Italia, Francia y Alemania; por otro lado, de América, la influencia provino
de Estados Unidos y de Cuba.3 De Cuba llegó el género musical habanero, la fuerte influencia puede verse en
canciones tales como La Golondrina de Narciso Serradell Sevilla. La influencia europea se puede notar en las
obras de Ricardo Castro, el cual fue el compositor más Chopiniano de su generación. Al escuchar las
mazurcas y los valses se puede apreciar el tinte europeo. Un evento significativo era la ópera, ya que ahí se
reunían las clases acomodadas de la sociedad porfiriana y algunas veces acaparaban más la atención del
público que los propios cantantes.
Con respecto a los géneros con mayor popularidad, la mazurca, la polka, el vals, la ópera, la zarzuela y la
habanera o danza cubana eran los preferidos del público Los valses más populares, de compositores
mexicanos, fueron: Vals Poético- Felipe Villanueva Vals Capricho y Aires Nacionales Mexicanos Ricardo
Castro Sobre las Olas y Carmen, esta último dedicado a doña Carmen Romero Rubio de Díaz - Juventino
Rosas Club verde – Rodolfo Campodónico Viva mi Desgracia- Francisco Cárdenas Manuelita y Mírame mis
ojos Melesio Morales Vals brillante - Aniceto Ortega Cuando escuches este vals- Ángel J. Garrido
La marcha Dragona del michoacano Isaac Calderón nacido en el pueblo de Numarán. Se cuenta que en 1909 el
Kaiser Guillermo II solicitó, y obtuvo, el permiso de Porfirio Díaz para que guardia personal la interpretara.
Genaro Codina fue un gran compositor zacatecano que hizo dos marchas: la famosa Zacatecas y la marcha
Porfirio Díaz que es casi desconocida, a la que Carlos Esteva Loyola de la Orquesta Clásica de México rescató
del olvido el 10 de mayo de 2015, ocasión en la que explicó: "Una pareja de marchas sensacional.
Desafortunadamente la de Porfirio Díaz ha estado proscrita cien años."5 El duranguense Velino M. Preza
compuso varias marchas muy populares como: Cuarto Poder, Lindas Mexicanas, Adelante y Viva México. Otra
marcha muy popular era la Marcha Zaragoza del médico y compositor Aniceto Ortega de Villar
El compositor y pianista zacatecano Ernesto Elorduy fue el gran exponente de la mazurca, estilizada forma
musical en la música clásica y de concierto, que fue durante mucho tiempo música de danza para las clases y
posteriormente fue adoptada por las clases populares. Entre las que mazurcas de Elorduy destacan Polaca,
María Luisa, Ojos Negros, Mignon, Rosita y Apasionada.