El domiugo 9 de febrero de 1913 desperto la ciudad sobrealtada. Las personas qué so levan tan con el
alba notaron extrafla agitaeión en las calles. Gents qua cnrrfan apresuradas. Corrillos on qué se
habiaba nealoradamonto. Las titnda toe est.anquillos, Jos pequenc.s establecimientlis quo a ea
temprana hors parecen horuiigueroe humanos, so hallaban ct.rralos y en his esquinne no se vela un
solo gendarme. No tordó en correr por toda Is ciudad con rapidez do rulámpago unit notca tan
estupenda como inepsrsdn:
9 de febrero. Varios militares se sublevan contra Madero y liberan a Félix Díaz, “el sobrino de su tío”, y Bernardo
Reyes, exministro porfirista, que estaban presos por insurrectos. En el intento de toma del Palacio Nacional,
Reyes muere a las puertas de éste. Félix Díaz y sus seguidores se apostan en La Ciudadela, a escaso kilómetro y
medio. En una decisión suicida, Madero designa a Victoriano Huerta, ya involucrado en la intriga, Comandante
Militar de la Plaza, en sustitución del General Lauro Villar, quien había sucumbido en la defensa del Palacio
Nacional. En los primeros combates hubo cientos de víctimas, la gran mayoría de ellos, civiles.
En la madrugada inició la sublevación contra el gobierno de Francisco I. Madero. Los generales Bernardo Reyes y
Félix Díaz fueron liberados de la prisión de Santiago Tlatelolco y de la Penitenciaría, respectivamente, donde
estaban recluidos por los hechos de armas que encabezaron en meses pasados: Bernardo Reyes con su Plan de
la Soledad, en noviembre de 1911; y Díaz, “el sobrino del tío”, como solía llamársele, con su Plan Felicista, en
octubre de 1912. En cuanto salieron tomaron camino a Palacio Nacional, desconocían que, apenas se supo lo
que estaba sucediendo, las fuerzas leales a Madero habían puesto bajo su resguardo el recinto.
Al llegar, el general Bernardo Reyes cayó abatido por las balas a las puertas del edificio; sin embargo, el plan
continuó y los sublevados intentaron apoderarse de ese recinto, pero al ser repelidos se posesionaron del
edificio de La Ciudadela, donde se pertrecharon. El general Lauro Villar, Comandante Militar de la plaza de la
ciudad de México, resultó herido en las primeras acciones, y fue sustituido por el general Victoriano Huerta por
orden del presidente Madero. Esa misma tarde el mandatario salió hacia Cuernavaca, Morelos, a conferenciar
con el general Felipe Ángeles, el militar en quien más confiaba.
cuando los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz levantaron en armas a un grupo de cadetes
de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan así como a la tropa del cuartel de Tacubaya.Sus objetivos
eran el Palacio Nacional, para capturar al secretario de Guerra Ángel García Peña; la prisión de
Santiago Tlatelolco, para liberar al general Bernardo Reyes; y la prisión de Lecumberri, para liberar al
general Félix Díaz Un grupo de vanguardia de la Escuela de Aspirantes logró tomar el control de Palacio
Nacional haciendo prisioneros a García Peña, Gustavo A. Madero —quien había pasado la noche
investigando los movimientos de la conspiración y ya había puesto al tanto de los hechos al
presidente, y al intendente del sitio Adolfo Bassó. Sin embargo, gracias a la pronta reacción del general
Lauro Villar, fiel al gobierno de Madero, el Palacio fue recuperado y los prisioneros liberados. Una
pequeña fuerza del 24.° Batallón del cuartel de San Pedro y San Pablo y del 1.°
Mientras tanto Bernardo Reyes y Félix Díaz habían sido liberados. Los golpistas se dirigieron a Palacio Nacional, un
pequeño grupo de vanguardia liderado por Gregorio Ruiz intimidó la rendición pero fue hecho prisionero, parte de su
tropa desertó y se sumó a los leales. A la defensa se habían unido el coronel Morelos y el vicealmirante Ángel Ortiz
Monasterio. El grueso de la columna de rebeldes fue encabezado por Bernardo Reyes, a su llegada al Zócalo los
esperaba una línea de tiradores. El general Lauro Villar, encargado de la defensa, salió al encuentro y frente a la
presencia de una multitud de curiosos solicitó tres veces a Reyes que depusiera las armas; por su parte, Reyes intentó
convencerlo para que se uniera al movimiento golpista. Debido a la negativa de Villar, Reyes intentó irse encima de él
en su cabalgadura, lo que desató una profusión de disparos. Reyes fue de los primeros en morir acribillado, mientras
que Lauro Villar salió herido en el hombro izquierdo.
Los leales tuvieron 43 bajas y los rebeldes aproximadamente 115.24Hubo 805 víctimas en total, la mayor parte
civilesDespués de este primer fracaso, las fuerzas rebeldes se desbandaron. A pesar de contar con superioridad
numérica, Díaz y Mondragón decidieron refugiarse en La Ciudadela. El edificio, que funcionaba como depósito de
armas y municiones, se encontraba resguardado por los generales Rafael Dávila y Manuel P. Villareal. Fue
tomado a traición a las 11:30 a. m, tras un corto intercambio de disparos, Villareal fue herido y rematado por la
espalda. De esta forma los golpistas tuvieron a su disposición 27 cañones, 8500 rifles, 100 ametralladoras, 5000
obuses y veinte millones de cartuchos Madero que se encontraba en el Castillo de Chapultepec había sido
informado por teléfono de lo sucedido, alrededor de las 7:00 a. m. García Peña le rindió personalmente los
informes de la recuperación del Palacio,
por lo que el presidente salió rumbo al Palacio Nacional, custodiado por cadetes del Colegio Militar y
gendarmes de la capital que habían sido congregados para su defensa por el licenciado Federico González
Garza —gobernador del Distrito Federal—, acompañado por miembros de su gabinete y amigos, en lo que se
denominó la «Marcha de la Lealtad La marcha fue lenta, tuvieron que detenerse en la Fotografía Daguerre
debido a que un francotirador de los rebeldes disparó a la caravana desde el edificio de la Mutua. Durante
este receso, el presidente Madero fue alcanzado por su hermano Gustavo, quien le informó del fracaso de la
segunda intentona. Asimismo, el general Victoriano Huerta, que había sido avisado de los acontecimientos
llegó al lugar. Por instancias del ministro de Guerra, Huerta fue nombrado comandante militar de la plaza en
sustitución del general Villar, quien había sido herido durante el combate.
ste hecho sería considerado más adelante un lamentable error. Al llegar a Palacio el presidente estructuró la
defensa, mandó llamar a los cuerpos militares, de Tlalpan, San Juan Teotihuacan, Chalco y Toluca. Se envió a La
Ciudadela a un grupo de guardias presidenciales al mando del mayor Emiliano López Figueroa para que
pidieran la rendición de los rebeldes, pero este movimiento fue inútil, López Figueroa fue capturado y los leales
se dispersaron, entre ellos logró escapar Francisco L. Urquizo. A las 3:00 p. m., Madero decidió trasladarse a
Cuernavaca para pedir personalmente ayuda al general Felipe Ángeles, militar de su confianza que se
encontraba combatiendo con sus tropas a Emiliano Zapata. Madero pasó la noche en el Hotel Bellavista. En la
capital, Huerta ordenó el fusilamiento del general Gregorio Ruiz, muy probablemente para silenciarlo, pues
éste sabía de las conversaciones previas que Huerta había mantenido con los rebeldes.
Ullóa, Bertha. (1981). La lucha armada; Historia General de México. México: El Colegio de México.
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10 de febrero. Félix Díaz y un agente de Huerta llegan a acuerdos para continuar con la revuelta.
Madero intenta nombrar a Felipe Ángeles como Jefe de la Plaza, pero el Ministro de Guerra impone a
Huerta argumentando el respeto al escalafón. En otro acto suicida, Madero accede. La ciudad de México
cayó en el caos como consecuencia del enfrentamiento armado. Según un cálculo aproximado, el
número de muertos ascendió a 506 personas. Este día Madero regresó de Cuernavaca acompañado por
el general Felipe Ángeles y las tropas de éste, a quien designó como Jefe de Estado Mayor de la
Secretaría de Guerra.
11 de febrero. Félix y Huerta se reúnen directamente en una casa de la colonia Juárez, y el embajador
Wilson visita al presidente de la República; le expresa sus simpatías por Félix Díaz y lo amenaza con la
intervención militar en caso de cualquier daño que se cause a los extranjeros.Continuó el combate en la
ciudad durante prácticamente todo el día. En otro escenario, el gobernador de Coahuila, Venustiano
Carranza, llamó la atención sobre los acontecimientos violentos de la capital del país. Apenas pasados
dos días del inicio de la revuelta, Huerta y Félix Díaz, es decir el “defensor” y el golpista, tuvieron una
reunión en una casa de la colonia Roma. El mismo día, en otra casa no muy lejana, en la sede de la
embajada de Estados Unidos en México, el embajador Henry Lane Wilson intercambió telegramas con la
Secretaría de Estado de su país, apoyando la rebelión.
En vista de la seria lucha, que probablemente será prolongada, entre las fuerzas revolucionarias y federales, que
tiene lugar ahora en el corazón de una moderna ciudad capital, guerra que está violando las reglas del combate
civilizado, e implicando indecible pérdida de vidas y destrucción de propiedades de los no combatientes, y
privando de toda garantía de protección a los 25,000 residentes extranjeros, estoy convencido de que el gobierno
de los Estados Unidos, por el interés de la humanidad y en el desempeño de sus obligaciones políticas, debería
enviar aquí instrucciones de un carácter firme, drástico y tal vez amenazante, para transmitirlas personalmente al
gobierno del presidente Madero, y a los leaders del movimiento revolucionario. Si yo estuviera en posesión de
instrucciones de ese carácter, o investido con los poderes generales en nombre del Presidente, posiblemente
estaría en aptitud de inducir la cesación de hostilidades
Abiertamente, el embajador Wilson buscaba interferir en el conflicto político militar que se desarrollaba en
México y que acabaría por derrocar al gobierno constitucional legítimamente electo. Pese a sus esfuerzos, su
gobierno rechazó la solicitud; se le negaron los poderes que solicitaba pero no cejó en su decisión de ser
protagonista de los hechos y presionar al presidente Madero. Es decir, a pesar de las indicaciones de sus
superiores, el diplomático estadounidense se fue por la libre, actuó de la manera más mezquina y, tal parece,
involucró sus fobias personales hacia el mandatario mexicano.
En la mañana del 10 de febrero Madero y Ángeles llegaron a la capital por el rumbo de Xochimilco y Tepepan,
fueron recibidos por el ministro de Guerra Ángel García Peña. A pesar de la insistencia del presidente para
nombrar a Ángeles como jefe de la plaza, el ministro ignoró la petición y decidió respetar el escalafón militar
manteniendo a Huerta en el mando. El número de leales aumentó, las tropas de Cuernavaca llegaron por la tarde
a la capital, asimismo cuatro regimientos de Celaya y Teotihuacan, y las tropas de Querétaro al mando de
Guillermo Rubio Navarrete. En total se contaba con seis mil hombres. Desde Toluca llegó un telegrama muy
urgenteCuartel General de Toluca, 10 de febrero de 1913. He sabido que en México se dice que he defeccionado.
Protesto enérgicamente contra esa falsa versión, y ruego a usted que esta mi protesta se haga pública.
Respetuosamente
El presidente Madero le envió respuesta de inmediato: «Nunca he puesto en duda su lealtad, hoy mando hacer
rectificaciones Un consejo militar presidido por Huerta se llevó a cabo para estructurar un plan de ataque que
consistiría en un ataque frontal a La Ciudadela conformado por cuatro columnas que dirigidas por Ángeles,
Gustavo Mass, Eduardo Cauz y José María Delgado siendo respaldadas por la artillería de Rubio Navarrete.
Mientras las fuerzas leales se reagruparon, las fuerzas rebeldes tuvieron tiempo para reorganizarse y tomar
posiciones en torno a La Ciudadela.
12 de febrero. Se suspende la energía eléctrica en la ciudad. Huerta disimula para no causar daño a las fuerzas
de Félix Díaz, las que continúan amagando a las fuerzas leales a Madero; desea demostrar que el gobierno de
Madero es incapaz de frenar la sublevación. Cunde el pánico entre la población. Continuó el enfrentamiento
armado en la ciudad de México; los cañonazos entre Palacio Nacional y el edificio de la Ciudadela provocaron
graves daños en los edificios de los alrededores, así como muchos muertos y heridos. Por decisión propia, el
embajador Wilson, junto con sus colegas de Alemania y España, “visitó” al presidente en Palacio Nacional para
pedir el cese de hostilidades.
Durante la visita, los diplomáticos se dirigieron a Madero manifestándole “(…) de parte de mi gobierno y de la
de mis colegas, que habíamos ido a protestar contra la continuación de la bárbara e inhumana guerra que se
estaba llevando a cabo entre las fuerzas revolucionarias y federales en medio de esta moderna ciudad capital.”
El ministro alemán, continúa Wilson, “llamó la atención al Presidente acerca del hecho de que mucha parte del
fuego de sus soldados era desordenado y loco y que deberían hacerse esfuerzos para colocar la línea de fuego
de tal modo que se causara el menor daño a los distritos residenciales”. Por su parte, el ministro español dijo al
presidente que todos consideraban que “la continuación de la lucha podría tener muy serias consecuencias.
Hasta entonces el pueblo se había portado de una forma extraordinaria, pero los trabajos están en suspenso y
el hambre es mala consejera, pudiendo provocar nuevos conflictos”. Las visitas y demandas al presidente,
Más tarde los diplomáticos fueron a ver a Félix Díaz a la Ciudadela, y Wilson informó al Departamento de Estado de
su país que referirió al sobrino de don Porfirio “que se habían hecho muchos perjuicios con los bombardeos a
diestra y siniestra de la ciudad, que parecía dirigido sobre la parte ocupada en su mayoría por extranjeros”, y que el
presidente, su presidente, “se sentía profundamente muy aprensivo por el resultado de este estado de cosas en
México; que se habían enviado barcos tanto a puertos del Golfo como del Pacífico, y transportes con marinos, que si
se hacía necesario serían desembarcados y traídos a la ciudad con el fin solamente de mantener el orden y dar
protección a las propiedades y vidas de los extranjeros.”
El fuego de artillería comenzó a las 6:00 a. m., los golpistas dirigieron sus disparos a la cárcel de Belén provocando
un motín y un intento de fuga masiva. Varios de los prófugos se unieron al alzamiento. La táctica de la tropa
felicista consistió en disparar gran parte de las granadas almacenadas, al parecer con la finalidad de producir un
efecto propagandístico para atraer la atención y posible intervención estadounidense. Huerta dirigía a las tropas
que eran fieles al presidente por zonas previamente establecidas con Díaz mandándolos al suicidio, al mismo
tiempo protegió a sus incondicionales. Lanzó una segunda carga de rurales con resultados similares al día
anterior, las bajas de los leales sumaron un centenar de hombres. Estas escaramuzas causaron muchas víctimas
civiles entre los vecinos de La Ciudadela. De esta forma se intentó demostrar que el gobierno de Madero era
incapaz de frenar la sublevación.
Nuevamente, la “labor humanitaria”. A todo esto Díaz respondió, según Wilson, que él mantenía a sus
hombres controlados y que el mayor daño no era provocado por los cañones de la Ciudadela, sino por
los que disparaban desde Palacio Nacional, y que él creía que “el gobierno, conocedor profundo de su
impopularidad, se sometería a los sentimientos de la nación y no forzaría una lucha sangrienta en el
corazón de la ciudad”
13 de febrero. Los cañones de los golpistas destrozan la “Puerta Mariana” del Palacio Nacional. El
embajador Wilson envía al Presidente Taft informes alarmistas y exagerados sobre lo que estaba
sucediendo, para promover la intervención. El fuego no cedía, más bien arreciaba. La puerta Mariana
de Palacio Nacional fue destrozada por una bomba arrojada desde la Ciudadela. Esos eran los daños
materiales, los humanos eran incontables
14 de febrero. A pesar de las artimañas de Huerta, los sublevados ya se encuentran sitiados. Madero
envía una carta al Presidente Taft en la que le explica la situación para prevenir el desembarco en
Veracruz de tropas estadounidenses, que ya se rumoraba. Varios senadores se reunieron a discutir la
necesidad de pedirle al presidente Madero que presentara su renuncia como vía para resolver el
conflicto que tenía a la capital del país convertida en un campo de batalla. Por su parte, Félix Díaz
exigía la renuncia del presidente y del vicepresidente. En las calles los cadáveres se acumulaban
millones de cartuchos para fusiles y cañones procedentes de Veracruz. El embajador estadounidense
Henry Lane Wilson, quien detestaba al presidente Madero, envió informes alarmistas y exagerados de lo
que acontecía al presidente de su país, William Howard Taft, con la intención de promover una
intervención. Mediante una visita de Enrique Cepeda a la embajada, se concertó una entrevista entre el
embajador, Félix Díaz y Victoriano Huerta para trazar el plan que eliminaría a Madero.44 14 de febrero El
14 de febrero llegaron a la capital las tropas de Oaxaca, por otra parte el general Aureliano Blanquet,
que se encontraba en Toluca combatiendo al zapatismo al mando del 29.° Batallón, llegó a la periferia de
la Ciudad de México y permaneció en los llanos de Tlaxpana por órdenes de Huerta. Las nuevas tropas
entraron en acción durante el transcurso del día pero con resultados adversos, dos compañías
defeccionaron y se pasaron al lado de los rebeldes. Sus ataques nuevamente fracasaron.
Huerta nuevamente mintió a Madero argumentando falta de fusiles y de hombres.Aunque los
sublevados estaban sitiados, haciendo obvio que el levantamiento había fracasado, el objetivo de todo
esto era hacer sentir incertidumbre entre la población, así como temor de una posible intervención
estadounidense, para justificar un golpe de Estado en aras de alcanzar la paz, que en apariencia, el
gobierno de Madero no lograba conseguir Enterado de los rumores de una posible intervención
estadounidense, Madero envió un telegrama a su homólogo William H. Taft en el que decía estar
informado de un posible desembarco de tropas estadounidenses en costas mexicanas con la intención
de salvaguardar los bienes y la vida de sus connacionales que residían en México. Le solicitó evitar esta
acción para no empeorar la situación prometiendo salvaguardar en la medida de lo posible la vida de
sus compatriotas.
La presión sobre el presidente Madero se hizo más insistente, comenzó a negociarse un armisticio con los
generales Díaz y Manuel Mondragón para permitir que los civiles abandonaran la ciudad. Las condiciones para el
armisticio eran la renuncia del presidente, del vicepresidente y del gabinete. Por supuesto Madero se negó a
aceptar tales condiciones, y pronto telegrafió al presidente de Estados Unidos, William Howard Taft, para saber
sobre sus supuestas intenciones de intervenir en México: “Indudablemente los informes que usted tiene y que le
han movido a tomar tal determinación son inexactos y exagerados…”, le decía Madero a Taft, y le hizo “un
llamamiento a los sentimientos de equidad y justicia que han sido la norma de su gobierno”, para que no se
precipitara en tomar una decisión respecto a México
El cañoneo persistió, un disparo destrozó la puerta Mariana del Palacio Nacional, de esta forma los
rebeldes demostraron que lo tenían a su alcance. La lucha armada se extendió por las calles de Victoria,
Morelos y Doctor Vértiz. Cayeron granadas que dañaron al club americano ubicado en la esquina de las
calles de San Francisco y Gante y al Casino Alemán en la calle de López. Los golpistas se apoderaron de
la torre de la iglesia del Campo Florido, haciendo de este lugar el escenario principal de los combates. El
gobierno recibió dos millones de cartuchos para fusiles y cañones procedentes de Veracruz.
El embajador estadounidense Henry Lane Wilson, quien detestaba al presidente Madero, envió informes
alarmistas y exagerados de lo que acontecía al presidente de su país, William Howard Taft, con la intención de
promover una intervención. Mediante una visita de Enrique Cepeda a la embajada, se concertó una entrevista
entre el embajador, Félix Díaz y Victoriano Huerta para trazar el plan que eliminaría a Madero
15 de febrero. El embajador Wilson intriga entre el cuerpo diplomático europeo haciendo hincapié en la
incompetencia de Madero para resolver el conflicto. Pedro Lascuraín, Ministro de Relaciones Exteriores, y 24
senadores de oposición solicitan a Madero su renuncia, pero el Presidente los rechaza. Madero, otra vez
suicida, permite a Huerta designar a su cómplice y ya conocido sanguinario Aureliano Blanquet como jefe
del resguardo del Palacio Nacional.
16 de febrero. Se pacta un armisticio por 24 horas. Los rebeldes lo violan. Madero reclama a Huerta su
inefectividad. Advertido por varios de sus colaboradores de que Huerta está pactando con los
insurrectos, Madero, ya en autoinmolación desenfrenada, le ratifica su confianza al traidor. Al amanecer
se acordó un armisticio, mismo que se rompió antes de las dos de la tarde. Los habitantes de la ciudad
sufrían la escasez de alimentos, de servicios y de agua; si bien el armisticio permitió que, quienes podían
pagar los elevados precios, salieran a abastecerse.
A las 2:00 a. m. del 16 de febrero se pactó un armisticio por 24 horas. La ciudadanía salió a las calles para
proveerse de alimentos, algunas familias que habían permanecido en las zonas de peligro abandonaron sus casas
hacia sitios más seguros. En el transcurso de la mañana un grupo de carros violaron el armisticio al penetrar en
La Ciudadela para entregar provisiones a los rebeldes, quienes además realizaron avances en la periferia de La
Ciudadela para instalar sus ametralladoras. A las 2:00 p. m. el fuego se reinició. La torre de la 6.ª demarcación de
policía fue destruida por el bombardeo. El escritor y periodista John Kenneth Turner fue arrestado por las fuerzas
rebeldes cuando intentaba tomar fotografías de las escenas dantescas en las zonas destruidas por los cañonesEl
autor del libro México bárbaro, obra que criticaba fuertemente al porfiriato, ocultó su identidad para
salvaguardar su vida.
Cuando Madero por segunda ocasión reclamó a Huerta la inefectividad de los ataques y la violación al
armisticio, el general argumentó que todo formaba parte de su estrategia para concentrar a los rebeldes y
aniquilarlos. El coronel Rubén Morales, asistente de Madero, planeó un ataque nocturno pero Huerta lo
impidió. El secretario particular de Madero, Juan Sánchez Azcona sorprendió a Huerta entrevistándose con
Alberto García Grandados y Enrique Cepeda, ambos simpatizantes de los golpistas. Alberto J. Pani, amigo y
colaborador del presidente en su informe diario le informó de la posibilidad de un acuerdo de los sitiadores y
los sitiados. A pesar de las advertencias de la patente deslealtad de Huerta, Madero continuó confiando en él
El embajador Wilson, que apoyaba los planes de los golpistas, estuvo enterado desde el principio del posible
convenio con los rebeldes y lo notificó al gobierno de Estados Unidos. Además para desacreditar al gobierno
mexicano y a los embajadores latinoamericanos que estaban a favor de Madero, trató de intranquilizar a
parte del cuerpo diplomático europeo —compuesto por el contralmirante Paul von Hintze de Alemania,
Francis W. Stronge de Inglaterra y Bernardo J. Cólogan y Cólogan de España— para que le ofrecieran su
respaldo arguyendo la incompetencia de Madero. Con el apoyo de este cuerpo diplomático solicitó al
gobierno sustituir en el control del orden en la capital, a los soldados por la policía, ya como diría más tarde
Manuel Márquez Sterling, ministro de Cuba, esta medida le resultaba muy conveniente
el personal policíaco era de la época de Don Porfirio Díaz, así se marginaba a los soldados revolucionarios y se
les daba todo el mando a la policía porfirista que apoyó en gran medida el CuartelazoEl ministro de Relaciones,
Pedro Lascuráin y un grupo de veinticuatro senadores de oposición se reunieron para pedir a Madero su
renuncia. El presidente se mantuvo firme a la presiones políticas de diplomáticos y senadores. A pesar de que la
casa particular de la familia Madero se encontraba lejos de los enfrentamientos bélicos, fue incendiada. Más
tarde, Huerta designó al general Aureliano Blanquet para resguardar el Palacio Nacional
Bernardo Cólogan, ministro de España en México, en nombre de sus colegas de Alemania e Inglaterra y del
embajador de Estados Unidos, pidió al presidente que firmara su renuncia; a lo que el presidente contestó “los
extranjeros no tienen derecho a injerirse en la política mexicana.”Henry Lane Wilson sostenía comunicación
con Victoriano Huerta y con Félix Díaz por la vía de intermediarios. Veinticinco senadores se presentaron en
Palacio Nacional para hablar con el primer mandatario, quien se resistía a recibirlos. El senador Gumersindo
Enríquez quien, en nombre de los 25 referidos, comunicó el acuerdo al que llegaron de “suplicar al señor
Presidente, al señor Vicepresidente y al gabinete que renuncien a su alta investidura en aras de la patria, a
impulso del más sublime patriotismo, ya que sin ese paso de elevadísima abnegación no hay esperanza de
paz… y se acordó también que todos los presentes viniéramos en masa a comunicar al señor presidente tal
solicitud
17 de febrero. Gustavo A. Madero, hermano del Presidente, habiendo comprobado la traición de Huerta,
con pistola en mano detiene a éste y lo acusa ante Madero. Huerta niega la traición y le promete al
Presidente que en 24 horas detendrá a los rebeldes. Madero vuelve a confiar en él y lo libera. El general
Huerta se reunió con el general Aureliano Blanquet; más tarde un grupo de soldados del 29º Batallón, bajo
las órdenes de este último, relevó a los guardias de Palacio Nacional, donde se encontraban Madero y
Pino Suárez.
18 de febrero. Huerta se desenmascara y se pone al frente de la sublevación. Ordena a Aureliano
Blanquet que tome el Palacio Nacional. El Presidente Madero y el Vicepresidente Pino Suárez son
aprehendidos. Mientras, Huerta tiende una celada a Gustavo A. Madero en el Restaurante Grambrinus; lo
detiene y entrega a Manuel Mondragón. Una soldadesca de 90 o 100 esbirros, se burla del hermano del
Presidente, lo insulta y lo martiriza. Uno, de apellido Melgarejo, con su bayoneta le saca el único que
tenía. Gustavo, ciego, lanza alaridos de dolor y desesperación. ¡Cobarde!, ¡ojo parado!, ¡llorón!, le gritaban
los asesinos. Finalmente lo masacran con marrazos, espadas y puñales. Ya yerto, su cuerpo destrozado
recibió además la descarga de decenas de fusiles. Todavía su pobre cadáver fue mutilado y sus
pertenencias despojadas
En una de las muchas reuniones sostenidas en la embajada de Estados Unidos en México, algunos de los
miembros del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país se informaban de los últimos acontecimientos
políticos en voz de su anfitrión, el embajador Henry Lane Wilson, quien les transmitía el comunicado del general
Victoriano Huerta: “El presidente de la República y sus ministros los tengo en mi poder, en el Palacio Nacional,
en calidad de presos.” Huerta explicaba las razones que lo movieron a llevar a cabo dicha aprehensión: el
patriotismo, decía… “este acto mío ruego a S. E. se sirva interpretarlo en la forma que respetuosamente le
suplico. No tiende más que a asegurar la paz en la República y a asegurar los intereses de sus hijos y los de las
diversas colonias extranjeras que tantos beneficios nos han proporcionado”
Además de exponer sus motivos, Huerta aprovechaba para pedirle al estadounidense que, por favor, les
avisara a los rebeldes de la Ciudadela lo que sucedía, lo cual “sería un nuevo motivo de agradecimiento del
pueblo de toda la República hacia usted y hacia el siempre glorioso pueblo americano.”17 En diez días la
situación se había transformado radicalmente. El golpe de los rebeldes fue mutando, cambió de liderazgo,
se involucraron otros personajes, entre ellos algunos embajadores. La ciudad estaba en caos, la gente que
alcanzó a resguardarse en su casa o en algún lugar cercano libró las balas, pero quienes no lo consiguieron
fueron presa fácil del fuego cruzado. La situación de la ciudad era de emergencia, había escasez de
alimentos y falta de servicios básicos, como luz y agua; los cadáveres se descomponían en las calles, en
algunos de los sitios más céntricos de la metrópoli se veían montones de muertos apilados, lo que
provocaba, por si fuera poco, una emergencia sanitaria.
el intendente de Palacio Nacional, y por la noche fue asesinado en la Ciudadela con saña inimaginable;
Madero y Pino Suárez, “los presidentes”, como solía llamárseles, fueron hechos prisioneros en Palacio
Nacional. Con esas acciones se iban concretando los hechos de acuerdo a los deseos de los insurrectos.
Mientras, en la embajada de Estados Unidos, esa noche era firmado el Pacto de la Ciudadela, o de la
Embajada, como también se le conoce, según el cual de, acuerdo al primer punto, “se da por inexistente y
desconocido el Poder Ejecutivo que funcionaba” es decir el gobierno del presidente Madero. El embajador
cubano relató cómo se llevó a cabo esa reunión en la embajada de Estados Unidos en la que se firmó y se
dio lectura al documento referido, en medio de un ambiente festivo por la caída de Madero,
particularmente de parte de Huerta y de Félix Díaz quienes, “concluida la lectura… se miraron fijamente. Se
hubieran devorado; y se abrazaron.
Gustavo A. Madero, quien afirmaba tener pruebas de que Huerta participaba en la conspiración, encaró a éste
frente al primer mandatario acusándolo de desleal, pero el militar lo negó todo y pidió tiempo para demostrar
que era una falsa acusación. El presidente confió en él y le dio 24 horas de plazo para hacer patente su lealtad.
Fuera del Palacio Nacional la crisis continuaba, los ciudadanos sufrían las consecuencias de los hechos
violentos. En otros sitios de la ciudad se gestaba el golpe final. Algunas embajadas sirvieron, primero, de refugio
para los ciudadanos extranjeros, y luego, para reuniones secretas, pláticas, negociaciones, conspiraciones,
acuerdos y pactos.
El embajador cubano Manuel Márquez Sterling narró algunos de los momentos vividos entre los
embajadores en el contexto de la crisis mexicana, particularmente destaca la actitud de Wilson, quien
durante alguna reunión expresó “Madero es un loco, un fool, un lunatic que debe ser legalmente declarado
sin capacidad mental para el ejercicio de su cargo”. Y continuó “Madero está irremisiblemente perdido. Su
caída es cuestión de horas y depende sólo de un acuerdo que se está negociando entre Huerta y Félix Díaz.”
19 de febrero. El embajador Wilson convoca a parte del cuerpo diplomático y recibe a los golpistas. Se
redacta el Pacto de la Embajada o Pacto de la Ciudadela, en el que se desconoce al gobierno de Madero
y se establece un gobierno provisional al mando de Victoriano Huerta. Se dan por terminadas las
acciones bélicas. Doña Sara Pérez de Madero y los otros familiares del todavía oficialmente Presidente
se refugian en la embajada japonesa. Se echan a vuelo las campanas de la Catedral. Madero es
obligado a presentar su renuncia. Solicita garantías para salir del país con su familia. El Congreso
nombra Presidente a Pedro Lascuráin, Ministro de Relaciones Exteriores, quien designa a Huerta
Ministro de Gobernación y éste renuncia de inmediato para que éste último se convierta
automáticamente en Presidente provisional. Estaba acordado que oportunamente convocaría a
elecciones para que fueran ganadas por Félix Díaz, Así terminó oficialmente la Decena Trágica, pero no
las tribulaciones de Mad
El 20 de febrero Madero y Pino Suárez permanecen detenidos en Palacio Nacional, acompañados por el
valiente embajador cubano Manuel Márquez Sterling, en espera de ser llevados al tren que los
conduciría a Veracruz para embarcarse hacia Cuba. Venustiano Carranza envió una circular a los
gobernadores de algunos estados para darles a conocer su posición con respecto a la situación política
en el país, y convocándolos a alistarse para defender la legalidad.
Desde su aprehensión, Madero y Pino Suárez permanecieron en el Palacio Nacional, esperando en vano un tren
que los conduciría al puerto de Veracruz, de donde se embarcarían a Cuba, cuyo embajador Manuel Márquez
Sterling hasta se había quedado a dormir "en zapatos" en su improvisada habitación, al exilio. Sarita, como se
conocía a la esposa de Madero, tenía protección de la delegación japonesa. Por la tarde del jueves 20 se
entrevistó con el embajador estadounidense para abogar por la vida de su esposo. El embajador le comentó
que él le había advertido a Madero mucho tiempo atrás que eso pasaría y que ahora pagaba las consecuencias
de su mal gobierno. Al final dijo a Sara "que no se preocupara, que no le pasaría nada a Madero".71 Ese mismo
día, cuando el diputado Luis Manuel Rojas, correligionario masón de Lane Wilson, le pidió interceder por la vida
del expresidente, el embajador se negó respondiendo "que estaba seguro que Madero se levantaría en armas
nuevamente
En Palacio Nacional el presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez firmaron su
renuncia. El ministro de Relaciones Exteriores, Pedro Lascuráin, asumió provisionalmente el Poder Ejecutivo, y
designó ministro de Gobernación al general Huerta. Unos momentos después, Lascuráin renunció y Huerta
protestó como presidente interino.
Los festejos en La Ciudadela continuaron hasta el amanecer del día 19. Al calor de la borrachera, los soldados
exigieron a Félix Díaz la entrega de los hermanos Madero. Huerta se opuso, pues necesitaba la renuncia oficial
del presidente para dar legalidad a la usurpación, a cambio, les entregó a Gustavo A. Madero y a Adolfo Bassó.
Los prisioneros fueron conducidos por Joaquín Maas y Luis Fuentes ante la presencia de Mondragón, quien, en
venganza por las muertes de Reyes y Ruiz, ordenó su muerte. Debido a las arengas que Cecilio Ocón dirigió a la
soldadesca, al filo de las 2:00 a. m., Gustavo fue cruelmente martirizado
En las afueras de La Ciudadela le arrancaron el único ojo que tenía dejándolo ciego, lo patearon, lo humillaron, lo
golpearon continuamente, un capitán le disparó, aún muerto su cuerpo fue mutilado y los soldados le siguieron
disparando. Le extrajeron el ojo postizo, su cadáver fue quemado, tenía treinta y siete heridas de bala. Acto
seguido, Adolfo Bassó fue fusilado, él mismo dio las órdenes al pelotón de fusilamiento. Antes del amanecer, en el
mismo lugar, fue asesinado el periodista y jefe político de Tacubaya, Manuel Oviedo, con quien Mondragón tenía
viejas rencillas
A mediodía, los embajadores de Cuba y España recibieron instrucciones específicas para no reconocer al nuevo
gobierno. El embajador Manuel Márquez Sterling, preocupado por las vidas de Madero y Pino Suárez, les ofreció
asilo político en La Habana, su gobierno había dispuesto el crucero Cuba en Veracruz para tal fin.68 Huerta
aseguró que respetaría sus vidas si firmaban sus renuncias y aceptaban el ofrecimiento cubano. Pedro Lascuráin
pidió a Huerta garantías de su palabra de respetar a los presos y éste con una imagen de la Virgen de
Guadalupe, que dijo le había dado su madre desde su infancia y que conservaba desde entonces, juró por esa
imagen a Lascuráin que cumpliría con su palabra. Poco después, una comisión de diputados se presentó ante
Francisco Madero y Pino Suárez para solicitar sus renuncias con los mismos términos. Bajo estas garantías y
condiciones firmaron sus renuncias
Pedro Lascuráin presentó las renuncias ante el Congreso que se encontraba reunido en sesión extraordinaria,
para conseguir el quórum necesario se requirió la presencia de varios diputados suplentes. El documento fue
sometido a votación. Se aprobó la renuncia de Pino Suárez con 119 votos a favor firmando en contra los
diputados Alarcón, Escudero, Hurtado Espinosa, Méndez, Morales, Luis T. Navarro, Ortega y Rojas. La renuncia
de Madero fue aprobada con 123 votos a favor, se opusieron Alarcón, Escudero, Hurtado Espinoza, Pérez y
Rojas. El dictamen fue aprobado por J.R. Azpe, Manuel Padilla, Manuel F. de la Hoz, José Mariano Pontón y José
María de la Garza. De acuerdo con la Constitución, Pedro Lascuráin asumió la presidencia interina de la
República, su única gestión fue nombrar a Victoriano Huerta como secretario de Gobernación, aprobado el
trámite, renunció a su cargo. Su mandato duró 45 minutos, ha sido el más corto de la historia de México, de
esta forma se cubrió con un golpe estado.
El día 21, familiares y amigos de Madero, y los embajadores de Cuba, Chile y Japón, hacen gestiones ante
Wilson para que pida a Huerta garantías para Madero y Pino Suárez. El embajador se niega aduciendo
que como diplomático no podía intervenir en los asuntos internos del país. Huerta ofrece una recepción
al cuerpo diplomático, durante la cual Wilson pronuncia un discurso en el que lo halaga profusamente.
Madero y Pino Suárez continúan prisioneros, y acompañados por el embajador cubano Márquez Sterling
para evitar que sean asesinados. Madero es visitado por su madre, Mercedes González Treviño, quien le
comunica la muerte de Gustavo. El ya expresidente pasa la noche llorando en silencio El cuerpo
diplomático reconoció a Huerta como presidente interino
Finalmente, el día 22 Félix Díaz, Manuel Mondragón, Aureliano Blanquet y Victoriano Huerta acuerdan
deshacerse de Madero y Pino Suárez, con la anuncia del embajador Wilson. Ya dormidos, los dos presos
fueron despertados y se les informó que serían trasladados a la Penitenciaría. Se les trasladaba en
automóviles separados. Cuando llegaron a Lecumberri, Francisco Cárdenas ordenó a Madero que bajara
del coche; ante la negativa, lo mató disparándole en la cabeza. Pino Suárez intentó huir pero fue herido
y rematado por Rafael Pimienta. Para simular un asalto, se hicieron disparos contra los vehículos.
Momentos después, Huerta declaró en una conferencia de prensa que la escolta que conducía a Madero
y Pino Suárez había sido asaltada por una turba enfurecida, y que se realizaría una investigación para
esclarecer los hechos. Los asesinos fueron recompensados con el pago de dieciocho mil pesos.
Madero y Pino Suárez fueron trasladados del Palacio Nacional a la Penitenciaría, en cuyas cercanías fueron
asesinados, simulando que se les disparó ante un intento de fuga. Huerta presentó ante las cámaras su
programa de gobierno, y su autoridad fue reconocida por los poderes Legislativo y Judicial y por la mayoría de
los estados. Ante los hechos consumados, con los telegramas e informes que salieron de la embajada
norteamericana a Washington como prueba de la injerencia de Wilson, y luego su actitud triunfalista, qué
duda puede caber acerca de la complicidad y de la coautoría del infausto embajador en la caída del gobierno
legítimo del presidente Francisco I. Madero. Apenas unos meses atrás, en septiembre de 1912, el presidente
Madero había dado un discurso que parecía una premonición de lo que sucedería en febrero de 1913. En su
informe de gobierno ante el Congreso de la Unión, reiteró la firmeza de sus ideales políticos, su energía y su
determinación inquebrantable de cumplirlos
Los choferes, testigos involuntarios de los asesinatos, fueron conminados a guardar silencio.80 Poco
después de la medianoche, Cárdenas se reportó en Palacio para rendir su informe al general
Victoriano Huerta, éste se encontraba en medio de una conferencia de prensa notificando que una
multitud iracunda había asaltado a la escolta que custodiaba y conducía a Madero y Pino Suárez a la
penitenciaría. Huerta, Mondragón y De la Barra informaron a la prensa que se realizaría una
investigación para esclarecer
De nada sirvieron las gestiones de sus familiares, amigos y de los ministros de Cuba, Chile y Japón
ante Wilson para que hiciera valer la influencia que tenía sobre Huerta, ya que el embajador les
respondió que él, como diplomático, no podía interferir en los asuntos internos de México.73 El
gabinete de Huerta se reunió para decidir el destino de Madero y Pino Suárez, no se llegó a ninguna
conclusión, sin embargo se consideró la peligrosidad de enviarlos a Veracruz, pues en dicho estado las
tropas y la marina no reconocerían a Huerta hasta que el Senado reconociera al nuevo gobierno.
Después Huerta realizó una recepción para el cuerpo diplomático, durante la ceremonia Henry Lane
Wilson leyó un discurso repleto de halagos.
El embajador de Cuba había ido a visitar a los prisioneros y ante el temor de Pino Suárez de ser
asesinados pasó la noche con ellos. Madero tenía mejor humor y motivó a los presentes para pasar
una velada agradable. Pino Suárez dijo que al ya no serles de utilidad a Huerta, serían asesinados.
Escribió una carta a su amigo Serapio Rendón donde le pedía velar por sus hijos y consolar a su
esposa.74 Por la noche, Madero recibió la visita de su madre, Mercedes González Treviño, quien le
notificó lo que había pasado con Gustavo, la noticia lo trastornó, pasó la noche llorando en silencio su
muerte.
Cuando Francisco I. Madero llegó a la Presidencia de México mantuvo vínculos con personas afines a Porfirio
Díaz; tratando de mantener la estabilidad económica, social y de preservar la inversión extranjera, no realizó
grandes reformas en la infraestructura de gobierno; y conservó intacto el ejército federal porfirista,
licenciando a las tropas rebeldes.67 Esto causó que perdiera el apoyo de muchos revolucionarios que
consideraban que no se identificaba con las clases marginadas.8 Los hacendados tampoco estaban
contentos ya que esperaban medidas más enérgicas para frenar la revolución campesina zapatista. La prensa
lo hizo objeto de críticas que a veces rayaron en la ridiculización, lo que fue debilitando su fuerza política
Cuando algunos revolucionarios lo abandonaron, llamó al general Victoriano Huerta para luchar contra
Pascual Orozco y Emiliano Zapata, que se habían levantado en armas.
Las élites militares se sumaron a la oposición buscando la oportunidad para derrocarlo, entre los dirigentes
de este movimiento estaban el general Bernardo Reyes y el general Félix Díaz, que contaba con el apoyo de
los porfiristas en el exilio. Después de romper relaciones con Madero, Bernardo Reyes se refugió en San
Antonio, Texas, e intentó organizar desde allá un levantamiento. El 16 de septiembre de 1911 proclamó el Plan
de la Soledad, que no consiguió apoyo en Estados Unidos, ni en México. Al ver que su intento resultó fallido,
regresó derrotado a México y se entregó voluntariamente el 25 de diciembre de 1911 en Linares, Nuevo León,
desde donde fue trasladado a la cárcel militar de Santiago de Tlatelolco.Félix Díaz encabezó otro
levantamiento en Veracruz el 16 de octubre de 1912, este con la intención de restablecer el antiguo régimen,
pero fue contenido rápidamente por las fuerzas federales y encarcelado en la Penitenciaría de Lecumberri.11
Madero decidió no ejecutarlos
Los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, acompañados del empresario Cecilio Ocón, se reunieron en
octubre de 1912 en La Habana, Cuba. Su intención era organizar una conspiración para derrocar a Madero,
por lo que más tarde visitaron en la cárcel a Reyes y a Díaz, quienes estuvieron de acuerdo con los planes.
Reyes propuso convocar a Huerta a participar en el movimiento, pero él rechazó la invitación porque
consideraba que no era el momento adecuadoPor otro lado, el gobierno de Estados Unidos no estaba de
acuerdo con la política interna de Madero. Las huelgas, los reclamos por los derechos de los trabajadores y las
peticiones de las clases acomodadas de restringir la entrada de capital extranjero, afectaban a muchas de sus
compañías. Se dio inicio a una campaña contra el gobierno mexicano evidenciada en la prensa
estadounidense y en las quejas de su gobierno por la falta de seguridad para sus ciudadanos radicados en
México y por una supuesta «discriminación» sufrida por estos
Así ha sido llamado el lapso de diez días —9 a 19 de febrero de 1913—en el que llegó a su culminación
el acoso permanente de que fue objeto el gobierno legítimo y popular de Francisco I. Madero. La
legitimidad y popularidad del Presidente no bastaron para protegerlo de los ataques del congreso y la
oligarquía porfiristas, la prensa díscola y los antiguos partidarios resentidos. Las rebeliones de Pascual
Orozco y Félix Díaz en 1912 no habían sido más que anuncios estentóreos de lo que sucedería en ese
febrero de 1913, triste y aciago para Madero y para México. La vacilación de Madero en la atención de
los principales problemas del país; sus promesas incumplidas; su negativa a reprimir, incluso de
manera legal, a sus atacantes; el distanciamiento con Pascual Orozco, Emiliano Zapata y otros antiguos
partidarios; su confianza incondicional en Huerta y otros infidentes, y la sucia intervención del
embajador norteamericano, Henry Lane Wilson, fueron las causas más visibles de la tragedia.
Se conoce como Decena Trágica al golpe militar que tuvo lugar del 9 al 19 de febrero de 1913 para derrocar a
Francisco I. Madero de la presidencia de México. La sublevación se inició en la Ciudad de México, donde un
grupo de disidentes comandado por el general Manuel Mondragón se levantó en armas y puso en libertad a
los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, quienes estaban presos. Posteriormente, asaltaron algunas
dependencias de gobierno y decretaron estado de sitio. Al derrotar a villa herido el general Lauro Villar,
defendiendo el Palacio Nacional, Madero nombró en su lugar a Victoriano Huerta. Al paso de los días se
solicitó la renuncia de Madero y José María Pino Suárez, lo cual fue rechazado. El 17 de febrero, Gustavo A.
Madero descubrió que Huerta estaba en arreglos con los opositores y lo llevó ante el presidente, quien no
creyó en sus palabras y lo liberó.
Poco después, Huerta firmó un acuerdo —el Pacto de la Embajada— en la sede de la embajada de Estados
Unidos en México, con el apoyo del embajador Henry Lane Wilson, con Félix Díaz, en su calidad de jefe del
ejército federal, consumando su traición destituyendo al presidente y al vicepresidente. Ese mismo día,
Madero y Pino Suárez fueron apresados, y obligados a renunciar al día siguiente. El 20 de febrero, Victoriano
Huerta fue designado presidente mediante una serie de maniobras ilegítimas, por lo que fue conocido como
«el usurpador». Aunque hay constitucionalistas, como Felipe Tena Ramírez, que argumentan que
jurídicamente no hubo una usurpación sino más bien una alta traición vía golpe de Estado. La revuelta
culminó el 22 de febrero con el asesinato de Madero y Pino Suárez
23 de febrero El diputado Luis Manuel Rojas, convencido de la participación del embajador estadounidense en
el golpe de Estado, leyó un discurso, redactado al estilo de Émile Zola, ante el pleno de la Cámara El Yo acuso
de Rojas fue publicado, la tesis de confabulación fue secundada por el periodista Norman Hapgood. Victoriano
Huerta se apresuró a defender a Lane Wilson argumentado que las muertes de Madero y Pino Suárez se
habían debido a la imprudencia de sus partidarios. El secretario de Gobernación, Alberto García Granados,
aseguró que Rojas sería desaforado para responder y probar sus acusaciones.83 En el mes de marzo, el recién
nombrado presidente estadounidense Woodrow Wilson destituyó a Henry Lane Wilson de su cargo. El
exembajador se retiró a Nuevo México fracasando en sus intentos para que el gobierno de los Estados Unidos
reconociese al gobierno de Huerta
27 de febreroPascual Orozco reconoció al gobierno de Huerta, unió sus fuerzas al nuevo régimen e intentó
convencer a Emiliano Zapata, por medio de su padre, de hacer lo mismo ofreciéndole el puesto de gobernador.
El caudillo se negó de manera rotunda, catalogó las acciones del nuevo gobierno como un "espectáculo
lúgubre", afirmó que él no había hecho una revolución para "asaltar puestos públicos", consideró a Orozco un
traidor y en respuesta mandó fusilar a su padre.84 El 30 de mayo, Zapata modificó el Plan de Ayala
26 de marzoEl gobernador del estado de Coahuila, Venustiano Carranza, proclamó el Plan de Guadalupe, por medio del cual se desconoció al gobierno golpista de Victoriano Huerta. Mediante este pronunciamiento
Carranza se autonombró primer jefe del Ejército Constitucionalista, el movimiento armado para derrocar a Huerta se extendió rápidamente a los estados de Sonora, Chihuahua, Durango y Coahuila. Se unieron a este
movimiento Pablo González, Álvaro Obregón y Francisco Villa.86 El gobierno de Huerta llegaría a su fin el 13 de agosto de 1914 al firmarse los Tratados de Teoloyucan.87 No obstante, la Revolución mexicana continuó su
curso. El 25 de agosto de 1913, nueve diputados de la XXVI Legislatura publicaron un manifiesto en el campo revolucionario carrancista
El resultado de las investigaciones oficiales que se realizaron por órdenes de Huerta y Mondragón se dieron a conocer el 13 de septiembre: el Tribunal Militar dictaminó que las muertes habían sido responsabilidad de tres
desconocidos, que a su vez habían muerto al intentar liberar a Madero y Pino SuárezEl resultado político de la Decena Trágica consistió en elevar interinamente al general Victoriano Huerta a la presidencia de la República,
desde la cual volvió a poner en vigencia el ya abolido régimen porfirista, sin Díaz a la cabeza. También implicó el fracaso de los avances democráticos que se habían puesto en práctica durante la campaña presidencial de
Madero.
El cuartelazo de La Ciudadela no fue una revolución sino una asonada militar, aseguran, y nunca en la
historia del mundo, los cuartelazos han llevado en sus bayonetas envenenadas de odios y despechos la
voz de todo un pueblo. Los señores secretarios de Estado que opinaron por la renuncia no obraron
patrióticamente [...] Los señores diplomáticos que se permitieron insinuar al presidente constitucional
de la República mexicana que debía renunciar a su cargo, cometieron un acto de osadía, pleno de
ignorancia y falta de respeto. Ninguna ley de Derecho Internacional Público, ninguna práctica
diplomática, autorizan a un ministro extranjero a inmiscuirse en los asuntos políticos esencialmente
internos del país cerca del cual están acreditados [...] Y principalmente algunos de los señores senadores
del Congreso de la Unión, sin ningún apoyo constitucional y solamente guiados por una perversidad sutil
hija del miedo y de la conveniencia personal,
Yo acuso a míster Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos en México, ante el honorable criterio
del gran pueblo americano, como responsable moral de la muerte de los señores Francisco I. Madero y José
María Pino Suárez, que fueron electos por el pueblo, presidente y vicepresidente de la República mexicana, en
1911 [...] Yo acuso al embajador Wilson de haber mostrado parcialidad en favor de la reacción, desde la primera
vez que don Félix Díaz se levantó en armas en Veracruz [...] Yo acuso al embajador Wilson de que por un
resentimiento personal hacia el presidente Madero, de que dio pruebas claras en algunas ocasiones, no ha
hecho uso de su gran poder moral ante los hombres del nuevo orden de cosas, en ayuda de los prisioneros [...]
Yo acuso al embajador Wilson de haberse inmiscuido personalmente en la política de México, habiendo
contribuido de manera poderosa a la caída de los gobiernos del presidente Díaz