EL PLANETA TIERRA vive un período de intensas transformaciones técnico-científicas como contrapartida
de las cuales se han engendrado fenómenos de desequilibrio ecológico que amenazan, a corto plazo, si no
se le pone remedio, la implantación de la vida sobre su superficie.
La verdadera respuesta a la crisis ecológica sólo podrá hacerse a escala planetaria y a condición de que
se realice una auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la
producción de los bienes materiales e inmateriales.
El 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para
erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva
agenda de desarrollo sostenible. Cada objetivo tiene metas específicas que deben alcanzarse en los
próximos 15 años
Con respecto a los objetivos tenemos:
El mundo en constante cambio y evolución con desequilibrios ambientales, los cuales están afectando y afectaran
en un futuro la vida sobre la tierra, se ha visto en peligro tras estar en un momento de consumismo dejando
problemas ecológicos que han conmocionado a diversos campos tecnológicos, científicos y políticos. Los modos de
vida humanos van paralelo a este fenómeno pues somos nosotros los seres humanos quienes ocasionamos mayor
impacto ambiental sobre el planeta tierra. De igual manera estos comportamientos humanos se han venido
“masificando y estandarizando” generando estereotipos que muy seguramente no serán los mejores.
Para Guattari, la crisis medio ambiental es sólo la parte visible de algo más profundo que tiene que ver
con nuestra manera de asimilar la realidad y el mundo a través, por ejemplo, de los medios de
comunicación y su tendencia estandarizadora, de las modas y sus estereotipos, de la engañosa equidad
amoral del mercado, de la espectacularidad infantilizante de la industria cultural, entre otros.
Para combatir esto, Guattari propone desarrollar lo que el llama la “producción de subjetividad”, es decir,
singularizarnos individual y colectivamente, explorando nuevas formas de relacionarnos con los otros seres
vivos -no necesariamente humanos- y con nosotros mismos, enriqueciéndonos de ese modo para
desarrollar la biodiversidad necesaria para la vida misma; diversidad de ideas, de formas de intercambio,
de dinámicas relacionales, de formas de vida, etc.
Antes que individuos somos seres sociales. El lenguaje y el uso que hacemos de él nos permite
trabajar en un espacio de conocimiento compartido, y hasta cierto punto normativo; coherente con el
medio. Habitamos también un espacio vivo de palabras cuyos significados soportan las presiones de
los valores dominantes. En la economía, en la política, en nuestra cultura, aparecen o se redefinen
conceptos y palabras que introducen ruido en este complejo sistema de comunicación con el que
pretendemos alumbrarnos. Y junto a las palabras, seguimos polucionando nuestro ecosistema
simbólico con imágenes precocinadas y distribuidas para modificar nuestra sensibilidad y nuestra
relación con la verdad. La ecosofía plantea también esta cuestión como un problema ambientalista.