El papa pide “cambios profundos” en los estilos de vida, los modelos de producción y consumo y las
estructuras de poder.
Critica “el rechazo de los poderosos” y “la falta de interés de los demás” por el medio ambiente.
Afirma que la Tierra “parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”.
El papa llama a “limitar al máximo el uso de recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la
eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar”.
Se refiere a “una general indiferencia” ante el “trágico” aumento de migrantes “huyendo de la miseria
empeorada por la degradación ambiental”.
Critica la privatización del agua, un derecho “humano básico, fundamental y universal” que “determina la
supervivencia de las personas”.
El papa cree que la “salvación de los bancos a toda costa (…) solo podrá generar nuevas crisis”.