En definitiva la mente respetuosa se vincula directamente con
aprender a vivir y comprender la diferencia de las distintas
personas, valorando la riqueza del aprendizaje que se da en estas circunstacias.
La percepción de diferencias constituye la materia prima de
la cognición humana: es útil en muchos aspectos y, de todos
modos, no se puede contener. Pero las maneras de etiquetar
e interpretar estas diferencias son un fenómeno cultural.
Lo ideal sería que la responsabilidad de fomentar el respeto a las diferencias y
de demostrar públicamente ese respeto se distribuyera por toda la sociedad.
El cometido de los educadores está cada vez más claro. Si queremos formar adultos respetuosos con
las diferencias tendremos que ofrecer lecciones y modelos educativos que fomenten esta actitud.