Mapa mental elaborado a partir de las lecturas: "Reformulando la noción de “Derecho a la Ciudad” desde una perspectiva feminista" de Paula Perez Sanz, y "Del urbanismo androcéntrico a la ciudad cuidadora" de Blanca Valdivia
"Del urbanismo androcéntrico
a la ciudad cuidadora". - Blanca
Valdivia
Annotations:
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Configura el espacio segregándolo según
estas dos esferas y le asigna funciones
específicas , a las que también se le
atribuyen categorías genéricas . Sin
embargo, esta dicotomía no ha sido una
constante histórica, sino que tiene su
origen en los inicios del sistema
capitalista y es una consecuencia de la
división sexual del trabajo.
Esta división sexual del trabajo
iría acompañada de unos
determinados roles asignados a
cada sexo
La diferencia biológica se
utiliza como justificación
natural de la diferencia
construida socialmente entre
los sexos y de la división sexual
del trabajo .
La reproducción implica permitirle al otro
subsistir, física y afectivamente. Sin
embargo, mientras que en lo productivo
recaen el prestigio, la autonomía y el poder
de decisión, la reproducción y su práctica
diaria le ha rebajado a la categoría de
rutina, y por definición, no reporta nada
extraordinario.
Sandercorck y Forsyth señalan que
en planificación urbana la línea
establecida entre lo público y lo
privado, o la vida doméstica, se ha
configurado poniendo en una
situación de ventaja a los hombres.
La división del trabajo en el marco
del sistema social patriarcal fue la
base a partir de la cual comienzan
a conformarse las ciudades.
El discurso social delimita los distintos
usos de los espacios y la distribución de
los lugares, y asigna protagonismos,
dependiendo del género de sus
habitantes. El espacio público será
gestionado mayoritariamente por
hombres mientras que el espacio
doméstico tendrá a las mujeres como
máximas responsables
Existe toda una serie de normas
implícitas y explícitas que establecen
cuáles son los cuerpos que pueden
acceder a ciertos espacios y cómo se
relacionan entre sí.
En esta ciudad social y económicamente
injusta las características sociales como
el género, la clase social, el ser una
persona racializada, la identidad sexual,
la diversidad funcional o la edad, entre
otros aspectos, determinan los
privilegios y las opresiones que
experimentamos en nuestro día a día
en el espacio urbano.
Según Teresa del Valle la construcción
del espacio urbano está más orientada
a mantener a las mujeres en los
espacios destinados a los roles
familiares que a promover su
incorporación a la sociedad en general.
Larsson argumenta que el lento avance
de la perspectiva de género dentro de la
planificación es debido en parte a que la
mayoría de los trabajos de ordenación
urbana se basan en un género neutro,
centrándose en el interés público en
general, sin cuestionar el significado de
interés público.
Las diferencias de género entre mujeres y
hombres se manifiestan en las actividades
que desarrollan, cómo actúan, cómo utilizan
la ciudad, cómo interpretan sus propias
vidas y cómo son percibidas socialmente.
De esta manera, las actividades
desarrolladas en el día a día y la gestión
del tiempo están marcados por los roles de
género y el hecho de tener un cuerpo
sexuado.
La principal diferencia en la vida
cotidiana de mujeres y hombres
estaría en el tiempo y el grado de
responsabilidad dedicado a las tareas
de cuidados.
El trabajo familiar doméstico que
incluye la actividad de cuidados se
presenta como un conjunto de
necesidades que hay que satisfacer,
incluyendo los bienes y servicios
directos y las necesidades de afectos,
relaciones y cuidados emocionales que
se concretan en actividades
particulares que, por su carácter
subjetivo, pueden ser diferentes para
las distintas personas .
Se refieren a actividades
realizadas directamente con las
personas a quien se dirigen los
cuidados: dar comida a un bebé,
atender a una persona enferma,
charlar con una adolescente.
Abarcan lo
que tradicionalmente se conocía
como trabajo doméstico: limpiar la
casa, la ropa, cocinar, hacer la compra
y también todas las tareas de
gestión y organización de los trabajos
del hogar .
Todas las personas son social y
humanamente interdependientes y
requieren distintos cuidados a lo
largo del ciclo vital, y el tipo de las
dependencias también van variando
y pueden ser biológicas, económicas
o emocionales. Al ser la dependencia
algo universal, los cuidados son
inevitables, por lo que su
responsabilidad no debería ser
individual y privada, sino social y
política.
Los entornos urbanos son el escenario en el
que desarrollamos nuestras vidas cotidianas,
en una estructura urbana que está definida
sobre la base de los valores de una sociedad
capitalista y patriarcal y en la que ambos
sistemas se retroalimentan.
Dar respuesta a las
necesidades relacionadas con lo reproductivo
no se traduce en una sectorización sexuada
de los espacios sino en preparar el espacio
para una sociedad más justa y equitativa
donde las obligaciones, que hoy siguen
asumiendo mayoritariamente las mujeres,
sean compartidas.
Este nuevo modelo urbano sitúa a las
personas en el centro de las de cisiones,
teniendo en cuenta la diversidad de
experiencias y rompiendo con la
estandarización de sujetos, cuerpos,
vivencias y deseos. Los espacios deben
ser flexibles y adaptarse a las diferentes
necesidades de las personas y no que las
personas se adapten a las condiciones del
espacio.
En una ciudad que cuida los espacios
públicos, las personas perciben seguridad
de los espacios, porque están bien
señalizados e iluminados; hay gente
alrededor que pueda ayudarte; son
visibles sin elementos que obstruyan el
paso o la visión de las personas; vitales,
porque permiten el uso y desarrollo de
diferentes actividades y promueven el
apoyo mutuo.
La ciudad que cuida nuestro entorno no consume
recursos territoriales, energéticos y ambientales
sin límite. Intenta minimizar los residuos que
produce y promueve acciones para limpiar el aire
que nos contamina y el agua. Impulsa estrategias
para el aprovechamiento de los recursos
existentes, fomenta la distribución equitativa de
servicios, equipamientos y comercios de
proximidad en los diferentes barrios, lo que da
lugar a recorridos funcionales y minimiza el uso
del vehículo privado.
Tenemos una sociedad donde las personas
que no se adaptan a los ritmos productivos
del capitalismo salvaje son excluidas
sistemáticamente y se les niega el derecho
a la ciudad; donde las mujeres somos
acosadas y agredidas en los espacios
urbanos como algo cotidiano; con modelos de
movilidad que siguen priorizando el uso del
vehículo privado y con redes viarias que
priorizan el desarrollo de las actividades
productivas.
Ante esta realidad es
urgente un cambio de
paradigma urbano para que
todas las personas
podamos satisfacer
nuestras necesidades en la
ciudad y donde los cuidados
y la sostenibilidad de la vida
estén en el centro de las
decisiones urbanas.
"Reformulando la noción de “Derecho
a la Ciudad” desde una perspectiva
feminista". - Paula Perez Saz
El espacio, ciudadanía, participación,
seguridad, bienestar o pertenencia.
Con el propòsito de (re)construir
ciudades más justas e inclusivas
para quienes las habitan.
Critica y Anàlisis desde una
perspectiva feminista, en donde se
esta siendo consciente de las
innumerables violaciones del
derecho a la ciudad que sufren las
mujeres.
En la obra "Le droit à la ville" de Henri Lefebvre, el aboga
por la reapropiación del espacio por parte de sus
habitantes, quienes deberían ser sus verdaderos
protagonistas. Es guiado por una concepción
marcadamente humanista, formulando un derecho a la
ciudad que se inscribe en la posibilidad, no sólo de
satisfacer necesidades elementales, sino de poder acudir
al espacio urbano para disfrutarlo en su totalidad y
retomar lazos comunitarios e identitarios, fomentando
las relaciones sociales y el intercambio cultural.
Inspirándose en Lefebvre y revisando
sus conceptos, otras aportaciones a la
noción del derecho a la ciu dad las
encontramos en autores como David
Harvey y Jordi Borja.
Defiende el papel central que han tenido los
procesos de urbanización a lo largo de la
historia para absorber los excedentes de
producción y fuerza de trabajo, se pone de
manifiesto el conflicto inherente a estos
procesos de urbanización y su relación con
el avance del capitalismo.
Desde sus inicios, las ciudades han surgido
mediante concentraciones geográficas y
sociales de un producto excedente. La
urbanización siempre ha sido, por tanto,
un fenómeno de clase, ya que los
excedentes son extraídos de algún sitio y
de alguien, mientras que el control sobre
su utilización habitualmente radica en
pocas manos. Esta situación general
persiste bajo el capitalismo, por supuesto;
pero dado que la urbanización depende de
la movilización del producto excedente,
surge una conexión íntima entre
desarrollo del capitalismo y la
urbanización (Harvey, 2008).
Analiza la ciudad como un espacio construido y
susceptible de ser reconstruido, donde es
posible la reapropiación de todos sus rincones
para generar una nueva ciudadanía y mejorar
las condiciones de vida de quienes pertenecen a
ella. De esta forma, entenderá que ciudad,
ciudadanía y espacio público son los tres
elementos que conforman el derecho a la
ciudad, funcionando de manera conjunta e
indivisible, por lo que la ciudad se convierte en
un espacio político, un espacio donde las y los
ciudadanos elaboran sus deseos,
reivindicaciones y demandas y, por ende, un
espacio de luchas y conflictos.
Guillén presenta la propuesta de “ciudad glocal”,
entendiendo la urbe como el ámbito ideal para dar
res puesta a los problemas que entrañan las
políticas económicas neoliberales y los procesos de
globalización, pues a pesar de que la ciudad es el
lugar en el que cobran más fuerza las situaciones
de pobreza y desigualdad, la idea de proximidad
que prima en este contexto, amplía la capacidad de
representación y legitimidad, siendo además un
escenario más flexible para adaptarse a las
demandas ciudadanas.
Los procesos sociales se plasman en el territorio,
siendo éste “posibilidad y condición para la
re-producción y/o transformación de procesos y
relaciones sociales complejas, para la profundización
o la disminución de las desigualdades económicas,
sociales, políticas y culturales que tienen a nuestras
sociedades partidas en dos.
Los logros alcanzados por los movimientos sociales
han sido muy variados, desde la celebración de Foros
Mundiales, la redacción de Cartas por el derecho a la
ciudad o la aparición de movimientos vecinales, hasta la
introducción de esta demanda en las agendas de
organismos internacionales y constituciones políticas
de países como México y Brasil. Paralelamente a la
Carta Mundial se han redactado otros documentos por
el derecho a la ciudad –entre ellos la Carta por el
Derecho de las Mujeres a la Ciudad.
Durante la Antigüedad, las mujeres quedaron excluidas
de la vida pública, siendo consideradas ciudada nas de
segunda y participando en la ciudad únicamente a
través de su papel como madres y esposas.
Isabela Velázquez recoge también la
participación femenina en las
revueltas sociales euro peas del siglo
XVIII, en un momento en el que las
ciudades ya se habían conformado
como lugares privilegiados en los que
habitar, y en el que su apropiación
del espacio urbano adquiere
relevancia en periodos tan cruciales
como el de la Revolución Francesa
Daphne Spain en su obra How women saved the
city, aborda las movilizaciones e iniciativas
filantrópicas desarrolladas por mujeres en Estados
Unidos a principios del siglo XX para mejorar las
condiciones de vida derivadas de la
industrialización y de la afluencia masiva de
personas a la ciudad. Sus protestas por el estado
de las calles y los barrios, por las condiciones de
higiene y de salubridad, serán algunas de las
reivindicaciones que se incorporarán a la teoría
urbanística posterior.
Diferentes investigaciones han recogido
muestras de activismo crítico y solidario
encabezado por mujeres a lo largo del siglo XX en
beneficio de los sectores más desfavorecidos de la
sociedad (otras mujeres, niños, personas de más
edad, etc), demostrando cómo han contribuido
notablemente a las ciudades que hoy en mayor o
menor medida todas y todos disfrutamos:
Caren Levy señala una línea de
investigación, desarrollada fundamentalmente en la
década de los años 80 y coincidiendo con los primeros
síntomas de crisis de los Estados de Bienestar, que
enfatiza el papel de las mujeres en el cambio social a
través de su participación en movimientos sociales
nacidos en contextos urbanos. Esta implicación, además
de influir en el devenir de las condiciones de vida en la
ciudad y entre los sectores más vulnerables, fue muy útil
para la creación de una conciencia feminista, que
permitiría a las mujeres cuestionar los roles de género
que les habían sido impuestos.
Zaida Muxí y Tania Magro
estudian el papel de las mujeres
dentro de los movimientos vecinales
en la Barcelona de los años 60 y cómo
obtienen cierto protagonismo al
organizarse de forma autónoma para
establecer sus reivindicaciones,
basadas en las problemáticas que ellas
percibían en sus propios ba rrios.
De los trabajos de McDowell
tenemos que destacar su
esfuerzo por visibilizar las
relaciones que se establecen
entre el género y el espacio,
Dolores Hayden, profesora de arquitectura en
la Universidad de Yale, reflexionó en su artículo
“What would a Non-Sexist city be like?” (1981)
acerca el diseño de la ciudad y las
consecuencias que comporta en la vida
cotidiana de las mujeres. Todo ello le lleva a
analizar las limitaciones que supone la
tradicional planificación funcional para la vida
de las mujeres que combinan sus tareas
productivas con las reproductivas.
Ha sido una de las grandes figuras a las que hoy
debemos la construcción crítica del binomio entre
mujer y ciudad. Esta autora debe ser tomada
como un verdadero referente para el urbanismo
feminista por sus aportaciones intelectuales y su
implicación y militancia en movimientos sociales
urbanos. Su obra más famosa, "Vida y Muerte en
las grandes ciudades", que vio la luz por primera
vez en 1961, ha sido traducida a varios idiomas y
ha logrado influir en las corrientes más actuales
de la disciplina.
En relación a esta cuestión, los análisis
feministas tratan poner en entredicho esta
distinción, incorporando el ámbito privado y
la mediación de los roles de género en la
construcción subjetiva de los espacios, con
el objetivo de reformular el derecho a la
ciudad que se había planteado hasta el
momento.
Lo público y lo privado no podrían
ser tomados como un binomio
unívoco, pues los significados de
estas nociones se construyen a
partir de otro tipo de relaciones
(interior y exterior, lo colectivo y lo
individual, lo visible y lo oculto), que
son las que nos permiten visibilizar
la fluidez de estos conceptos, la
existencia de espacios intermedios y
la posibilidad de reformularlos.
Al dividir entre público y privado, como si sólo lo público
pudiera ser fuente de derechos de ciudadanía, en
muchos casos se ocultan los abusos de poder patriarcal
que tienen lugar "de puertas para adentro", quedando
éstos despolitizados, cuando lo personal sí es político.
Otros estudios defienden el análisis del ámbito privado
porque han detectado toda una serie de estrategias
encaminadas a diluir las fronteras que lo separan de lo
público, muy a menudo emprendidas por mujeres que se
encuentran en situaciones económicas precarias y que
actúan “extendiendo el espacio doméstico a la esfera
pública o incorporando ésta al hogar, por ejemplo con la
realización y venta en el hogar de productos o servicios o
con la venta ambulante de productos hechos en el hogar
Las críticas reflejadas hasta ahora
demuestran que es fundamental
salvar dicotomías que generan
compartimentos estancos y apostar
por la flexibilidad y fluidez de los
espacios. Además, parece obvio que
las experiencias vividas por las
mujeres y sus percepciones subjetivas
del espacio van a configurar las
condiciones que determinan su
bienestar en la ciudad.
Revalorizar las experiencias cotidianas
de las mujeres y su percepción de la
ciudad y del hogar como fuentes de
información útiles para el análisis y
como parte de las demandas que
deben incluirse en el derecho a la
ciudad.
La percepción del miedo es más intensa
entre las mujeres que entre los hombres, especialmente durante
la noche, lo que hace que muchas de ellas eviten usar la ciudad y
algunos de sus espacios en determinados momentos. Este hecho
reduce la capacidad de las mujeres para “apropiarse del espacio
adquiriendo autonomía.
En lo que respecta a la ciudad y a los
espacios urbanos, la propuesta feminista
se articula, por un lado, sobre el
reconocimiento del sinsentido que
comporta analizar separadamente lo
productivo y lo reproductivo, y por otro,
tratando de visibilizar el hecho de que
las ciudades estén construidas y
planificadas siguiendo únicamente las
necesidades de los procesos productivos
y las actividades remuneradas.
Juegan un papel fundamental en la
construcción del espacio, pues la experiencia de las
mujeres, tradicionalmente ligada a la exclusión del
ámbito productivo y remunerado, les ha privado del
poder y del prestigio necesarios para participar en la
toma de decisiones sobre la gestión de la ciudad y en
pocas ocasiones se las ha considerado lo
suficientemente presentes en el ámbito urbano como
para hacerse eco de sus deseos.
Sería crear un tejido urbano más
denso y variado que incorporase a
todos los barrios las
infraestructuras, equipamientos y
servicios demandados por sus
habitantes, teniendo en cuenta las
distancias y el tiempo disponible de
las personas, y no únicamente de
los trabajadores remunerados y
“productivos”.
Este compromiso con las tareas de
reproducción ya sitúa a las mujeres en una
posición diferente a la de los hombres con
respecto a la ciudad y sus espacios, pues las
obligaciones con el cuidado, el hogar, y sus
miembros, imprimen un ritmo a la
experiencia y a la vida cotidiana, marcando
unos recorridos y unos desplazamientos
concretos dentro de la ciudad que no
coinciden necesariamente con los que habían
estado previstos en su planificación.
Se debe insistir en la idea de que si bien
el ideal es revalorizar el trabajo
reproductivo no remunerado por su
importancia para garantizar el
bienestar en una sociedad, el mínimo
deseable sería el de visibilizarlo, pues
resulta absolutamente imprescindible,
como ya se ha dicho, tener en cuenta
las tareas reproductivas para
entender que tales responsabilidades
dan lugar a una posición y una
experiencia distintas con respecto al
espacio y al tiempo disponibles.
La lucha va encaminada a asegurar
los derechos de quienes han quedado
a los márgenes de los intereses de
unas élites políticas y económicas
que detentan el poder de planificar y
gestionar el espacio urbano.
Mediante su cuestionamiento de la
subordinación de las mujeres, han guiado
una parte importante de la reflexión
teórica sobre el derecho a la ciudad,
visibilizando cómo las relaciones de
dominación patriarcal, y no sólo capitalista,
se plasman en los espacios urbanos.
Ofrecer algunas pautas para que las mujeres
puedan desarrollar de forma plena su
derecho a la ciudad, invitándonos a
repensar las ciudades en las que vivimos,
cuestionando los aspectos que perpetúan
las desigualdades y haciendo visibles las
vías que las mujeres han empleado para
(re)apropiarse de los espacios y a través de
ellos subvertir el orden simbólico
masculino.
Un análisis feminista de la
ciudad es vital para desvelar
un nuevo orden en las
relaciones patriarcales de
dominación, pues la ciudad es
otro de los escenarios en los
que se construyen y se
perpetúan las desigualdades
de las mujeres.
Gracias a un análisis feminista de
la ciudad, podrán proponerse
nuevas formas para su
planificación, gestión y construcción,
que tengan en cuenta las
necesidades de las mujeres que las
habitan, de tal manera que el
espacio urbano no actúe
reproduciendo las desigualdades
existentes, sino más bien al
contrario, facilitando la vida de las
mujeres en la ciudad.
una perspectiva feminista en el
acercamiento a la ciudad puede aportar
otros puntos de vista que enriquezcan
los estudios producidos hasta el
momento. Tan sólo conociendo en
profundidad cuáles son los mecanismos
que realmente oprimen a las mujeres,
podrán proponerse alter - nativas para
mejorar sus condiciones de vida en los
contextos urbanos e ir más allá de
análisis descripti vos.