La Independencia de México fue la consecuencia de un proceso político y social resuelto por la vía
de las armas, que puso fin al dominio español en los territorios de Nueva España
El movimiento independentista mexicano tiene como marco la Ilustración y las revoluciones
liberales de la última parte del siglo XVIII. Por esa época la élite ilustrada comenzaba a reflexionar
acerca de las relaciones de España con sus colonias. Los cambios en la estructura social y política
derivados de las reformas borbónicas, a los que se sumó una profunda crisis económica en Nueva
España, también generaron un malestar entre algunos segmentos de la población.
A partir de 1810, el movimiento independentista
pasó por varias etapas, pues los sucesivos líderes
fueron puestos en prisión o ejecutados por las
fuerzas leales a España. Al principio se
reivindicaba la soberanía de Fernando VII sobre
España y sus colonias, pero los líderes asumieron
después posturas más radicales, incluyendo
cuestiones de orden social como la abolición de la
esclavitud. José María Morelos y Pavón convocó a
las provincias independentistas a conformar el
Congreso de Anáhuac, que dotó al movimiento
insurgente de un marco legal propio
Hacia 1820, sólo quedaban algunos núcleos rebeldes, sobre todo en la sierra Madre del Sur y en
Veracruz. La rehabilitación de la Constitución de Cádiz en 1820 alentó el cambio de postura de las
élites novohispanas, que hasta ahí habían respaldado el dominio español. Al ver afectados sus
intereses, los criollos monarquistas decidieron apoyar la independencia de Nueva España, para lo
cual buscaron aliarse con la resistencia insurgente