el abuso de ciertos elementos “no arquitectónicos” que alteran
la estética, la imagen del paisaje tanto rural como urbano, y que
generan, a menudo, una sobreestimulación visual agresiva,
invasiva y simultánea.
La cartelera publicitaria es el agente más notorio por su
impacto inmediato, creando una sobreestimulación en el ser
humano mediante la información indiscriminada, y los múltiples
mensajes que invaden la mirada.
La simultaneidad de estos estímulos a la que se ven
sometidos, por ejemplo, los automovilistas, pueden llegar a
transformarse en disparadores de accidentes de tránsito. Dado
que pueden llegar a generar distracción, e incluso a imposibilitar
la percepción de las señales indicadoras de tránsito.
Una ciudad con contaminación visual denota un estado con
falta de política para la ciudad, con una regulación deficitaria o
inexistente del espacio público y privado. Así las ciudades se
convierten en escenarios de millones de decisiones individuales
despreocupadas por su entorno, que conviven formando un
caos difícil de asimilar por el ojo humano.