Los arrecifes artificiales son
estructuras creadas por el ser
humano con diversos materiales,
acondicionadas para
proporcionar un hábitat
adecuado para diversas especies
de la flora y fauna marinas. Estas
estructuras pueden ser de
concreto, de metal, pueden ser
cilíndricas, cuadradas e incluso,
grandes barcos que ya han
perdido su capacidad útil de
navegación.
Proveen un sustrato duro a
aquellas especies que lo
necesitan para desarrollarse
(los llamados organismos
sésiles) como las algas, las
esponjas, las gorgonias y los
corales, entre otras criaturas.
A su vez, tanto estos
organismos como la propia
estructura artificial, proveen
refugio y alimento a las más
diversas especies como los
peces, los crustáceos,
etcétera.
Estas estructuras no solo contribuyen
a la generación de espacios para la
nueva vida submarina que las
colonizan, también son útiles ya que
disminuyen la presión sobre los
arrecifes naturales proporcionando
sitios alternativos para el buceo y la
pesca submarina, actividades que
pueden llegar a sobreexplotar las
zonas de arrecifes. Muy relacionado
con esto está el beneficio económico
que pueden significar al atraer a los
cada vez más numerosos ecoturistas
que gustan de explorar, por ejemplo,
los barcos hundidos.
Ya sean barcos hundidos u otras
estructuras, los arrecifes artificiales
pueden tener diversos efectos en
dependencia de si se adoptan o no
medidas para reforzar su función. Por
ejemplo, una de estas estructuras puede
provocar en “efecto de llamada”, una
aglomeración de especies que puede
facilitar su captura si previamente el
espacio no ha sido protegido de la
explotación comercial.