La iglesia católica se abre a un
diálogo de la mano con la
filosofía, para producir una
unión entre la fe y la razón y
poder mediante ambos,
enriquecerse con los nuevos
desafíos que demandan
distintas cuestiones actuales
en la sociedad. A su vez, por
este diálogo abierto con otras
disciplinas y corrientes, el
cristianismo involucra por
tanto la inclusión de los más
frágiles y el darle la
importancia correspondiente a
cosas como el medio ambiente,
porque el buen cristiano cuida
de su entorno y la relación
entre criaturas y creador.
La relación del ser humano con el
mundo y con Dios es una muy especial,
ya que fuimos creados con una
dignidad infinita y por un deseo
especial del creador. No fuimos creados
por casualidad, sino por amor y decisión
de Dios. Según escrituras bíblicas, la
existencia humana se basa en tres
relaciones fundamentales: la relación
con Dios, con el prójimo y con la tierra.
Las tres relaciones vitales se
rompieron dentro de nosotros. A esta
ruptura le llamamos “pecado” y como
resultado de este se corrompió la
relación armoniosa entre el ser
humano y la naturaleza. Y Dios nos dio
la tierra, sí, pero no para explotarla y
faltarle al respeto a todas las otras
criaturas, sino para reinar sobre ella y
mantener el pacto armonioso que el
creador hizo. Estamos llamados por
tanto a reconocer la bondad propia de
cada criatura conforme a la voluntad
de Dios.
Desde siempre, según las escrituras,
la fraternidad, el amor y el llevar una
vida buena respetuosa y próspera
han ido de la mano, y estamos
llamados a corresponder a esa
relación amorosa y de perdón que
Dios tiene con nosotros, también a
agradecerle, a creer en él y a guiar
nuestras acciones diarias por su
gracia.
Para la tradición judío-cristiana, la palabra
naturaleza y creación no son lo mismo, porque
cada criatura tiene que ver con un proyecto de
Dios al que pertenece y por tanto también es
una decisión. También, nuestra corriente
religiosa desnitrificó la naturaleza respetándola
y dándole su lugar, pero no divinizándola. Dios,
siendo perfecto y el creador de todo lo bueno y
bello, también tiene la capacidad de extraer
bondades de las desgracias y maldades que
suceden en el mundo. A su vez, nos otorga la
oportunidad de participar y comunicarnos con
él y con otros sistemas abiertos de su creación.
El ser humano, por esta relación inexplicable y
bella de diálogo que mantiene con Dios, tiene
una identidad personal y muchas capacidades
particulares. Como se mencionó anteriormente,
el ser humano no fue hecho para tener el uso
desmedido y el gobierno de todo lo demás que
le rodea, sino, mediante la palabra de Dios se
nos invita a ser humildes y a coexistir en
armonía.
Cada criatura tiene una función y no es
superflua. Todo el universo es una
forma de lenguaje de amor que Dios
tiene para expresarse con nosotros.
Esta contemplación de lo creado nos
permite descubrir a través de cada cosa
alguna enseñanza que Dios nos quiere
transmitir. Por tanto, se entiende mejor
la importancia y el sentido de cualquier
criatura si se la contempla en el
conjunto del proyecto de Dios. Y, al
conocer este proyecto y maravillarse de
todo cuanto ha creado, el ser humano
comienza a sentir un deseo inmenso de
adorar al señor y de reconocerlo en toda
criatura existente.
Al ser creaciones todos del mismo padre,
todos los seres del universo estamos
unidos por lazos invisibles, "una sublime
comunión que nos mueve a un respeto
sagrado.” Sin embargo, debemos
reconocer la diferenciación entre otras
criaturas y los seres humanos, que
cargamos una responsabilidad enorme.
No debemos permitir que existan
inequidades tan escandalosas entre los
humanos como que algunos mueran de
hambre mientras otros no tengan en
donde gastar todo su dinero. El corazón
del hombre debe estar lleno de ternura,
compasión y preocupación por los otros
seres humanos, sus semejantes. Por eso
es que, "cuando el corazón está
auténticamente abierto a una comunión
universal, nada ni nadie está excluido de
esa fraternidad."
La tierra es una herencia común
para beneficiar a todos con sus
frutos. «Dios ha dado la tierra a
todo el género humano para que
ella sustente a todos sus
habitantes, sin excluir a nadie ni
privilegiar a ninguno.» Esto nos
lleva de inmediato a concluir que
efectivamente, ricos y pobres,
grandes y pequeños o malos y
buenos tienen la misma dignidad
porque todos fueron creados por
Dios.
Jesús mediante su palabra nos invita a
reconocer la paternidad de Dios hacia el
resto de las criaturas, con su bondad y
ternura hacia nosotros. También, Jesús
nos ha invitado desde siempre a admirar
la belleza de las creaciones de su padre y
reconocer en ellas los mensajes que Dios
nos enviaba. El hijo de Dios también vivía
en armonía plena con la creación y
trabajaba con sus manos los materiales
de la tierra para darles forma. Santificó
el trabajo. “Para la comprensión cristiana
de la realidad, el destino de toda la
creación pasa por el misterio de Cristo,
que está presente desde el origen de
todas las cosas”. Jesús sostuvo una
relación concreta y amable con todo el
mundo, siendo también presente en toda
la creación por su señorío universal. “Las
criaturas de este mundo ya no se nos
presentan como una realidad
meramente natural, porque el Resucitado
las envuelve misteriosamente y las
orienta a un destino de plenitud."