“PEGAN A UN NIÑO” Contribución al conocimiento de la génesis
de las perversiones sexuales
A esta fantasía se enlazan sensaciones placientes, y a causa de las cuales ha sido reproducida
infinitas veces o continúa siéndolo. Al culminar la situación imaginada se impone al sujeto
regularmente una satisfacción sexual de carácter onanista, voluntaria al principio, pero que puede
tomar más tarde un carácter obsesivo.
La confesión de esta fantasía cuesta gran violencia al sujeto; el recuerdo de su primera emergencia es harto inseguro,
la vergüenza y el sentimiento de culpabilidad parecen actuar aquí con mucha mayor energía que en confesiones
análogas sobre los recuerdos primeros de la vida sexual.
Las primeras fantasías de este género surgieron en época muy
temprana; desde luego, antes del período escolar, hacia los cinco
o los seis años, cuando el niño veía pegar a otros en la escuela
La influencia de la escuela era tan clara, que las
personas se inclinaban a un principio de referir
exclusivamente sus fantasías de flagelación a esta
impresión de la época escolar posterior a sus seis
años.
Cuando en clases más avanzadas del
colegio cesaba la posibilidad de estos
sucesos, su influencia quedaba
sustituida por la de las lecturas.
EL INICIO DE LA FANTASIA
La fantasía de presenciar cómo pegan a un niño aparecía
regularmente enlazada a un elevado placer y culminaba en
un acto de satisfacción autoerótica placiente, además el
presenciar en la escuela el castigo de otro niño hubiera
constituido una fuente de análogo placer
En estas circunstancias no podía siquiera decidirse si el
placer concomitante a la fantasía de flagelación era de
carácter sádico o masoquista.
Tal fantasía, emergida en temprana edad infantil, al
estímulo, quizá, de impresiones casuales, y conservada
luego para la satisfacción autoerótica, había de ser
considerada por el análisis como un signo primario de
perversión
COMPONENTES DE LA FUNCIÓN SEXUAL
Uno de los componentes de la función sexual se habrían
anticipado a los otros en el desarrollo, se habría vuelto
autónomo de manera prematura, fijándose luego y
sustrayéndose por esta vía de los procesos evolutivos; al
propio tiempo atestiguaría una construcción particular,
anormal, de la persona
Con la emergencia de esta fantasía de paliza para la
satisfacción auto erótica. Freud da cuenta de una
sexualidad perversa, porque el fantasma plantea una
desviación de la pulsión en tanto que no hay objeto
genital de la pulsión.
El período infantil que se extiende entre los dos y los
cuatro o los cinco años es aquel en el cual despiertan y
son enlazados a determinados complejos por las
experiencias del sujeto los factores libidinosos
congénitos.
Tal perversión infantil no persiste
obligadamente a través de toda la vida, pues
puede sucumbir luego a la represión, ser
sustituida por un producto de reacción o
transmutada por una sublimación
Cuando estos procesos no se desarrollan, la
perversión persiste en la vida adulta, y al comprobar
en un individuo una aberración sexual -perversión,
fetichismo, inversión- esperaremos
justificadamente descubrir por medio de la
investigación amnésica un suceso infantil que haya
provocado una fijación
FASES DE LAS FANTASIAS DE FLAGELACIÓN
La tercera fase se asemeja nuevamente a la
primera
La persona que pega no es nunca la del padre; queda
indeterminada, como en la primera fase, o representada
típicamente por un subrogado paterno (el maestro). La
propia persona del sujeto de la fantasía no aparece ya
en ésta
La situación primitiva de la fantasía, sencilla y monótona,
puede experimentar múltiples variaciones, y la flagelación
misma puede quedar sustituida por castigos y humillaciones
de otro género
Incluso las fantasías más sencillas de esta fase se
diferencian de las de la primera y que establece su relación
con la fase media es el siguiente: la fantasía es ahora el
sustentáculo de una intensa excitación, inequivocadamente
sexual, y provoca, como tal, la satisfacción onanista
La niña aparece, en este período, tiernamente fijada al padre sembrando con
ello la semilla de una actitud hostil a la madre, actitud que persistirá al lado
de una tendencia cariñosa y a la que puede estar reservado hacerse más
intensa y más claramente consciente con el transcurso de los años o
provocar, por reacción, una exagerada adhesión amorosa a la personalidad
materna, la fantasía de flagelación no se enlaza con las relaciones entre hija
y madre.
Comprende perfectamente que el pegar a alguien, aun sin hacerle daño,
significa una negación de cariño y una humillación
La idea de que el padre pega a aquel odiado niño será, pues, muy
agradable y surgirá independientemente del hecho de haber
presenciado o no tal suceso. Tal idea significaría: «El padre no quiere
a este otro niño; sólo me quiere a mí.»
Esta segunda fase es la más importante de todas. Pero en cierto
sentido podemos decir que no ha tenido nunca existencia real. No es
jamás recordada ni ha tenido nunca acceso a la consciencia. Es una
construcción del análisis, pero no por ello deja de constituir una
necesidad.
La persona que pega al niño continúa siendo la
misma, pero el niño maltratado es otro, generalmente
el propio sujeto infantil de la fantasía, la cual provoca
ya un elevado placer y recibe un importante
contenido, cuya derivación nos ocupará más adelante
Su descripción será ahora la siguiente: yo soy
golpeado por mi padre. Tiene, pues, un
indudable carácter masoquista.
La primera fase de las fantasías de la flagelación en
sujetos femeninos habrá de corresponder a una época
infantil muy temprana. En tales fantasías hay algo que
permanece singularmente indeterminado, como si fuera
por completo indiferente
En su primer relato -«pegan a un niño»- parece, pues,
justificada, hay otra cosa que puede determinarse con
plena seguridad y siempre en el mismo sentido, el niño
maltratado no es nunca el propio sujeto sino otro; por lo
general, un hermano o hermana menor, cuando los tiene.
Tampoco este detalle nos descubre una relación constante
entre el sexo del sujeto y el del protagonista de su fantasía.
Esta no es, pues, seguramente, de carácter masoquista y nos
inclinaríamos a considerarla de carácter sádico si no
atendiéramos al hecho de que el propio sujeto no es
tampoco el que maltrata al niño en la fantasía
La personalidad del autor de los maltratados no aparece
claramente definida al principio. Sólo averiguamos que no se trata
de otro niño, sino de un adulto. En esta persona adulta
indeterminada nos es luego posible reconocer inequívocamente al
padre (de la niña).
Por tanto, esta primera fase de la fantasía de flagelación
puede quedar descrita diciendo que el padre pega al niño.
La fantasía satisface claramente los celos del niño y
depende directamente de su vida erótica, pero es
apoyada también con gran energía por sus intereses
egoístas
ELECCIÓN DE OBJETO DEL AMOR INCESTUOSO
alcanza claramente la vida sexual del niño el grado de la organización genital,
circunstancia que resulta, desde luego, más fácil de comprobar a los niños, pero que
tampoco en las niñas puede dar lugar a grandes dudas.
La tendencia libidinosa infantil aparece, en efecto, dominada por una
sospecha de los fines sexuales ulteriores, definitivos y normales, los
genitales inicien ya en esta época su intervención en el proceso de la
excitación
El deseo de tener un hijo con la madre no falta jamás en el niño, y el de
concebir un hijo del padre es constante en las niñas; todo ello a pesar de
una completa incapacidad para concebir el camino que puede conducir al
cumplimiento de tales deseos.
Ninguno de estos enamoramientos incestuosos escapa a la fatalidad de la
represión. Sucumben a ella, bien en ocasiones exteriores fácilmente
comprobables, que provocan una decepción -ofensas inesperadas, el
nacimiento de un hermanito, considerado como una infidelidad, etc-, bien
por motivos internos o simplemente por hacerse esperar demasiado el
cumplimiento del deseo
mueran sencillamente porque ha pasado su tiempo y porque los niños
entran en una nueva fase de la evolución, en la cual se ven forzados a
repetir la represión de la elección de objeto incestuosa de la historia de la
Humanidad, como antes se vieron impulsados a realizar tal elección de
objeto
Aquello que persiste en lo inconsciente como resultado
psíquico de los impulsos eróticos incestuosos no es cogido
por la consciencia de la nueva fase, y lo que ya se había
hecho consciente es expulsado nuevamente de la
consciencia
Simultáneamente a este proceso de represión surge una consciencia de
culpabilidad, también de origen desconocido, pero enlazada
indudablemente a aquellos deseos incestuosos y justificada por la
persistencia de los mismos en lo inconsciente.
La consciencia de culpabilidad no encuentra castigo más duro que la
investigación de este triunfo: «No, no te quiere, pues te pega.»
La consciencia de culpabilidad es siempre el factor que
transforma el sadismo en masoquismo. Pero no es éste,
ciertamente, todo el contenido del masoquismo. La
consciencia de culpabilidad no puede ser el único
elemento eficiente; ha de compartir el dominio con las
tendencias eróticas.
La fantasía de la segunda fase, en la cual la sujeto es
pegada por el padre, permanece, por lo general,
inconsciente probablemente a consecuencia de la
intensidad de la represión
Al transformarse las fantasías incestuosas de los niños en las fantasías
masoquistas correspondientes tiene efecto una inversión más que en el caso
de las niñas, inversión consistente en la sustitución de la actividad por la
pasividad, y que esta mayor medida de deformación puede quizá evitar a la
fantasía la permanencia de lo inconsciente como resultado de la represión