La persona no tiene un valor medial,
"es lo más perfecto en la realidad".
Cada hombre es un ser individualmente activo,
aunque no en todo instante esté ejerciendo la
capacidad correspondiente.
El valor eminente de la educación
se funda en su directa e inmediata
relación a la persona.
De la suprema dignidad, de
ésta resulta la "excelencia
de la educación".
La dignidad es una preeminencia o
excelencia por la que algo resalta
entre otros seres por razón del
valor que le es exclusivo o propio.
En educación no cabe hablar de
producción, sino de formación. "Se trata
de dar forma a lo ya formado, sino en
cuanto incompletamente formado".
El educador no forma al educando,
sino que éste se forma con la
ayuda coadyubante del educador.
El educador solo puede cooperar en la
plenificación de la condición personal del
educando: solo puede propiciar o
fomentar su formación.
Definida la educación como ayuda al
perfeccionamiento humano, puede
concretarse mas su sentido desde la
noción del crecimiento.
Según el diccionario "perfeccionamiento" es la
acción y efecto de perfeccionar, que consiste
en acabar enteramente una obra, dándole el
mayor grado posible de bondad o excelencia.
El crecimiento propiamente humano,
tiene otro nombre que lo designa
operativamente, y que no es otro
que "aprender".
Al hablar de "crecimiento" mencionamos
el hecho, en cambio; si decimos
"aprender" nos referimos al modo de su
dinamismo propio.
La educación es la integración de las
actuaciones del educador y del
educando, y que si puede hablarse
con verdad de un aprender en que
nadie enseñe.
La integración de enseñanza y
aprendizaje, en la que consiste la
educación, no es mera fusión o
concurrencia de actuaciones.