La creación del patrimonio en Coatlinchan:
ausencia de piedra, presencia de Tláloc.
El INAH armó una gran fiesta para
el Museo Nacional de Antropología
en 2004.
El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez enmarca la
extracción del objeto como un intercambio entre socios
iguales donde Coatlinchan le regala la piedra a un todo
mayor del cual es parte: la nación mexicana.
Propone que el sentimiento nacionalista venció al
interés económico y dice que personas del pueblo,
citados con nombre y apellido, entregaron la
piedra personalmente a aime Torres Bodet.
El día que llegaron los ingenieros a llevarse
el monolito, los habitantes de Coatlinchan
se rebelaron, poncharon las llantas y
lanzaron piedras.
El 16 de Abril, el monolito salió de Coatlinchan
bajo la guardia de 100 soldados armados,
mientras los habitantes observaban tristes y
silenciosos.
La negociación incluyó la construcción de una
escuela, dos pozos de agua, una carretera y una
clínica. Dichas promesas nunca se cumplieron.
El monolito está presente en su ausencia: la
tortillería Tláloc en una esquina, el sitio de taxis
cuyo logotipo se asemeja a la deidad.
El pasado indígena es el pasado nacional, el
de todos los habitantes del territorio.
Para los habitantes de Coatlinchan la piedra es suya, pues
estaba en su territorio y fue hecha por sus antepasados y no
por los antepasados de todos los mexicanos.
Nunca dejaron de llamarla por el nombre que usaban
sus abuelos y que está basado en una palabra náhuatl
''tecomatl''.
Por más importante que fuera la piedra
para el pueblo que luchó para que no
se la llevaran, seguía siendo una cosa
material que podía ser destruida sin
mayores consecuencias cósmicas.
Fue en su ausencia que empezaron a nacer
otros tipos de vínculos con el monolito.
Una vez al año realizan un tianquizco
''prehispánico'', donde intercambian por
medio de trueque sus productos.
El retiro del monolito creó un vínculo con el objeto,
pero sobre todo con sus artífices prehispánicos.
La ''patrimonacionalización'' de la piedra la convirtió
en un objeto que condensa el tiempo y el espacio.
En miles de comunidades, la creación de un
objeto-patrimonio por el Estado, más que
haber dejado un vacío, engendró un mar de
posibilidades.
El museo tiene su emblema a la escala adecuada
y el pueblo se volvió moderno.