El SNA, junto con el endocrino,
mantienen la hemeostasia del
organismo.
El control endocrino es más lento y ejerce su
influencia por medio de hormonas transportadas
por la sangre.
Las funciones del SNA actúan
principalmente a un nivel
subconsciente.
No somos conscientes, por
ejemplo, de que nuestras
pupilas se dilatan.
Las diferentes actividades
del sistema endocrino y el
sistema autónomo se
integra en el hipotálamo.
Los componentes simpático
y parasimpático del sistema
autónomo cooperan en el
mantenimiento de la
estabilidad del medio
interno.
La parte simpática prepara y
moviliza al organismo en
situaciones de emergencia,
de ejercicio extremo, miedo o
ira.
La parte parasimpática
ayuda a la conservación y
almacenamiento de
energía.
Por ejemplo, en las fases de
digestión y absorción de
nutrientes, mediante el
incremento de las secreciones
de las glándulas del tubo
digestivo y estimulando el
peristaltismo.
Estas dos partes suelen
establecer un control
antagonista sobre un
determinado órgano.
La actividad simpática
aumenta la
frecuencia cardíaca.
Ocasiona la relajación
del músculo liso
bronquial.
La actividad
parasimpática
Reduce la frecuencia
cardíaca.
Contrae el
músculo liso
bronquial.
Sin embargo, muchas vísceras no
cuentan con este control dual fino
del sistema autónomo.
Por ejemplo, el músculo
liso de los folículos
pilosos se contrae por el
efecto de la actividad
simpática, pero no está
sometido a un control
parasimpático.
Las actividades de algunos
órganos se mantienen
bajo un constante estado
de inhibición por el efecto
de uno de los
componentes del SNA.
El corazón de un
atleta entrenando se
mantiene con una
frecuencia baja por
el efecto del sistema
parasimpático.
Ello tiene una considerable importancia,
dado que el corazón actúa con mayor
eficacia como bomba cuando se contrae
lentamente que cuando lo hace
rápidamente, dado que permite un
adecuado llenado diastólico de los
ventrículos.