Los cambios más visibles para la etapa de la vejez son los fisiológicos. Así las
células del cuerpo se regeneran más lentamente, haciendo que la piel se vea
arrugada por pérdida de elasticidad e hidratación. Además, disminuye la masa
ósea, lo que implica una predisposición a las fracturas u osteoporosis.
Cambios nutricionales
Los cambios nutricionales pueden (sumado al sedentarismo)
acompañar a un aumento de peso y estreñimiento (como
modificación de la flora bacteriana en el intestino grueso).
Comportamiento y aislamiento
Debido a la falta de actividad laboral, los adultos mayores tienden al
sedentarismo en el caso de los hombres. Estadísticamente se puede observar
que las mujeres adultas mayores suelen tener más actividad fuera del hogar
que cuando eran jóvenes. Así, esta es una etapa excelente para poder hacer
todas aquellas cosas que en la edad madura no pudieron por la crianza de los
hijos: estudiar, salir, viajar, etc.
Funciones intelectuales
A raíz de la falta de actividad física, los neurotransmisores se
lentifican haciendo que la información se procese de forma más
lenta que en etapas anteriores. De este modo, las funciones como el
análisis, síntesis, ingenio, imaginación, razonamiento aritmético,
memoria y percepción, pueden verse alteradas o disminuidas. No
obstante, la capacidad de aprendizaje se mantiene en esta edad.
Sentidos disminuídos
Los órganos de los sentidos, principalmente oído y vista, se deterioran
teniendo que en algunos casos utilizar lentes o audífonos para poder
ver u oír bien. También puede haber una pérdida del olfato y del gusto.
Cambios en el autoconcepto
Como producto de todos los cambios sociales, psicológicos y físicos, puede
haber una disminución en cuanto a las capacidades y el autoconcepto se ve
alterado. Para contrarrestar esto, existen disciplinas como la geriatría y la
gerontología que contienen a los adultos mayores evitando que la modificación
del autoconcepto desemboque en una depresión o falta de iniciativa.