Lo primero es para facilitar la adaptación al cambio. No podemos aplicar soluciones anticuadas a
problemas nuevos. La vida demuestra continuamente que lo que era bueno hace unos años no es
válido para el día de mañana.
Debemos pues utilizar nuestra capacidad creadora para encontrar nuevas respuestas, soluciones más
originales e ideas más innovadoras. Las ideas surgen del conocimiento, pero el conocimiento por sí
mismo no garantiza que las ideas afloren de forma útil para dar respuestas eficaces a los problemas.
Todos conocemos personas que tienen un elevado nivel de conocimientos y que sin embargo carecen
de creatividad. Sus conocimientos, por decirlo de alguna manera, permanecen estáticos en su
cerebro, y son incapaces de ver los problemas desde distintas perspectivas, y por lo tanto son
incapaces de encontrar soluciones a los mismos. Podemos decir que la clave del potencial creativo
está menos en la acumulación de conocimientos y más en el modo en que estos se agitan en el
cerebro, poniéndose finalmente en movimiento hacia un destino determinado (directividad) y con
una fuerza apropiada (impulso).
El pensamiento creador requiere una actitud y un planteamiento capaz de despertar la curiosidad y
lanzarse a la búsqueda de nuevas ideas que permitan elaborar nuevos conocimientos y poner en
juego nuevas experiencias a partir de conocimientos existentes y de experiencias vividas. Esta
perspectiva exige intentar diferentes caminos de aproximación a los problemas, muchos de las cuales
resultarán ineficaces, pero que habrán sido útiles para romper los numerosos bloqueos mentales que
nos imponemos continuamente a nosotros mismos.
La creatividad propone un cambio radical en el comportamiento de nuestras pautas de razonamiento:
poner el inconsciente arriba inviertiendo el modo usual de ordenar el pensamiento. Atreverse a poner
las ideas surgidas en el susconciente en lo más alto de la pirámide y dejar que pasen al orden
consciente por simple "gravedad", lo cual resulta en un movimiento mucho más fácil de las mismas
que si tratamos de que suban desde abajo hacia arriba manteniendo el pensamiento convencional
arriba y el pensamiento creativo abajo. Hay que provocar que lo habitual sea inhabitual y que lo
inhabitual sea habitual, y eso no es una cualidad innata de solo algunas personas. La creatividad se
aprende, se practica, se desarrolla.
El desarrollo de la creatividad se sustenta en un conjunto de técnicas concretas que constituyen una
verdadera "tecnología de la inteligencia" que permite predisponer la mente para aceptar el cambio y
gestionarlo de forma eficiente. Para muchas de nuestras actividades cotidianas los comportamientos
rutinarios son muy útiles: para conducir un coche, para cruzar una calle, para lavarse los dientes o
para prepararse el desayuno. Si en todas estas situaciones nos pusiéramos a pensar, cada mañana,
acerca de por qué lo hacemos y qué formas diferentes habría de hacerlo, probablemente no
llegaríamos a tiempo al trabajo.
El seguir un modo premeditado de actuación permite sin duda ahorrar mucho tiempo y libera la
mente para dedicarla a otros procesos que lo necesitan más. Sin embargo, en aquellas situaciones en
las que el problema no es "gestionar la cotidianeidad" sino "gestionar el cambio", todos esos
mecanismos conservadores tendentes a "pensar como siempre" producen trabas mentales que
bloquean el pensamiento y lo confinan en el fondo de nuestro cerebro, impidiendo que se mueva. De
ahí que la creatividad proponga técnicas para invertir el orden de las cosas, poniendo el pensamiento
creador por encima del pensamiento lógico, favoreciendo que las ideas fluyan "por su propio peso".
La creatividad se constituye así en una capacidad aprendida que permite definir nuevas relaciones
entre conceptos o hechos que antes resultaban aparentemente inconexos, de lo que resulta una
nueva entidad de conocimiento.
La creatividad y la innovación son normalmente actividades complementarias, ya que la creatividad
genera las bases para la innovación que, en su desarrollo, plantea dificultades que han de ser resueltas,
de nuevo, con creatividad. La creatividad es producir y elaborar ideas, mientras que la innovación es la
implantación real y útil de las mismas. No es posible concebir la innovación sin ideas creativas, ya que
representan su punto de partida y los gestores empresariales tienen un papel fundamental en la
estimulación de la creatividad como base para la innovación y del desarrollo tecnológico.
La innovación no significa siempre grandes cambios, sino que muchas veces se expresa en términos de
pequeñas variaciones que siendo acumulativas terminan afectando al conjunto total de la concepción
de la empresa. En el proceso de la creatividad en relación a la innovación empresarial e industrial, se
presentan dos actores fundamentales que interactúan mutuamente: · El individuo, capaz de generar
nuevas ideas a partir de conocimientos y de su propia experiencia. . El grupo en el que se integra el
individuo y que le da cobertura y apoyo para el desarrollo de su actividad creadora o innovadora con
unos fines concretos. La creatividad es un atributo del individuo, pero por lo general se desarrolla de
modo más eficaz cuando se plantea en el seno de un grupo o equipo.