Criado por Maria Martinez Garcia
aproximadamente 6 anos atrás
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Entre los siglos XXV y XII a. C., los egipcios tenían una visión muy positiva de la vida después de la muerte, anhelaban una eternidad en la pudieran seguir disfrutando de los placeres que tuvieron en vida. Por este motivo, las pinturas que decoran las tumbas estaban al servicio de temas religiosos y mágicos, y las escenas tenían por finalidad garantizarla en el más allá.
El objetivo no era estético, sino hacer que todas las actividades importantes que la persona había realizado, mágicamente se mantuvieran en otra vida. De esta manera, las principales escenas muestran los deleites de las buenas cosechas, la belleza de la naturaleza, el goce de la caza, las fiestas, la música y los juegos
Cuando se representaba una figura, era esencial pintar todas las partes del cuerpo, ya que si se tapaba, por ejemplo, una pierna, el resultado sería vivir durante toda la eternidad sin poder caminar. De ahí que se fijó la “ley de máxima representación” para la representación del cuerpo humano: se dibujaba siempre la cabeza de perfil, un ojo de frente, los miembros de perfil, el torso de frente. Esto explica la similitud de las figuras humanas egipcias. Por este motivo, al encuadrarse en una visión rectilínea, las figuras representadas contaban con gran estatismo y presentaban una ausencia de profundidad.
No les importaba la innovación ni la originalidad, sino prevenir cualquier error de comprensión que pudiera traer problemas al difunto en su otra vida.
Generalmente los personajes importantes se dibujaban vueltos hacia la derecha, con la pierna izquierda avanzada, además de la diferencia de tamaño que indica la jerarquización social. Los hombres se pintaban de un color marrón más oscuro, mientras que las mujeres de un color más claro que llegaba incluso en ocasiones hasta el amarillo. Además, las figuras son siempre jóvenes, esbeltas y bellas, completamente idealizadas.
Los muros de las tumbas se pintaban al temple, una pintura compuesta por un pigmento diluido en agua. A éste se le agregaba una mezcla para que se adhiera el pigmento a la pared. Además, los colores se aplicaban una vez seca la pared. La paleta de colores que utilizaban eran muy simples, predominan los ocres (rojos, amarillos, marrones), blanco, azul, verde y negro. Estos se aplicaban con un junco delgado cuyo extremo se mascaba para usarlo a manera de pincel. A la hora de pintar, se empleaba un color oscuro para la línea (plástico rector) para los contornos marcados y los colores se aplicaban siguiendo un orden, empezando por el más oscuro y terminando por el más claro.
Muchas obras cuentan con simetría en sus representaciones. El fondo de las pinturas del Imperio Nuevo es siempre blanco. En la mayoría de obras aparecen jeroglíficos y las figuras tienen pelucas negras. La flor de loto es un signo de resurrección. La caza se realizaba con boomerang.
Tumba de Nebamum. Tumba de Ramose. Tumba Sennefer. Tumba de Nefertari. Capilla funeraria de Tutmosis III. Tumba de Tutankamón.
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