Criado por yuliana leòn
mais de 5 anos atrás
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Había una vez una curiosa gallinita roja que vivía junto a otros animales en una bella granja. Los propietarios de la granja la tenían siempre tan limpia y ordenada, y atendían tan bien a todos los animales por igual, que allí todo era armonía y felicidad. Cada día todos los animales desempeñaban orgullosos sus funciones y los dueños trabajaban con tal ahínco, que podríamos decir que era incluso una granja próspera, con buenas producciones de leche, queso, carne, pienso, heno y trigo. Sin embargo, hubo un breve tiempo en el que el trigo no abundó mucho, por lo que los dueños reservaban el que había para su propia alimentación y la venta, dándole entonces a los animales otras cosas igual de efectivas para su alimentación, pero que quizás a alguno que otro no les agradase tanto como el tradicional grano. Uno de esos animales al que le gustaba mucho el trigo era una gallinita roja, quien tuvo tanta dicha que un día se encontró escarbando un reluciente grano de trigo. Pensó la gallinita que no resolvería nada con picotearlo y comérselo así, por lo que prefirió trazar una estrategia que le permitiese a la larga obtener más. Se dijo: -Si lo siembro saldrá una planta, de la que luego obtendré mucho más para poder incluso hacer pan y compartir con mis amigos. Así, la gallinita fue muy contenta a donde estaban los otros animales y dijo: -He encontrado un grano de trigo. Pienso plantarlo para luego cosecharlo y hacer un rico pan. ¿Quién me ayudará a sembrar? Ni cortos ni perezosos los animales se pronunciaron. -¡Yo no! –dijo el pato. -¡Ni yo!- exclamó el perro. -¡Yo tampoco!-agregó el gato. Un poco desilusionada por la falta de ayuda, pero aún resuelta en su empeño, la gallinita roja dijo: -Está bien. Ya lo plantaré yo sola. Así, la gallinita fue y escogió un buen lugar para la siembra. Tanto esmero puso a su labor y tanto vigiló y regó el lugar, que al cabo de unos pocos días la naturaleza la premió con una bella planta. Radiante de alegría la gallinita acudió una vez más a por ayuda de sus compañeros, pues necesitaba de ellos para segar la planta y cosechar el fruto. Cuando llegó al establo donde descansaban el resto de los animales les explicó: -Mi grano se hizo una bella planta que ahora debo segar para luego separar el grano de la paja. Es una gran tarea para la que requeriré de ustedes. ¿Me ayudan? Al igual que en la ocasión anterior, la gallinita obtuvo las mismas respuestas. -¡Yo no! –dijo el pato. -¡Ni yo!- exclamó el perro. -¡Yo tampoco!-agregó el gato. Ya más desilusionada de sus amigos que en el anterior pedido la gallinita roja les contestó: -Pues bien, ya me las apañaré yo solita. Acto seguido fue sin más ayuda que la de sus paticas y alas e invirtió gran cantidad de horas segando y separando luego el grano de la paja. Al día siguiente, muy extenuada pero contenta por haber obtenido un gran resultado después de un duro trabajo, cayó en la cuenta de que ya solo le restaba ir al molino y hacer el delicioso pan que había previsto.
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