Criado por Anouk Chocarro
aproximadamente 8 anos atrás
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Marina Garcés “Este libro es la declaración de un compromiso. En un momento en el que la filosofía y la política buscan la comunidad como algo a recuperar y lo común como algo a producir colectivamente”. Marina Garcés empieza el libro con un breve prólogo, el cual titula “La necesidad de una idea”. En este nos expresa su necesidad por escribir este libro, y la necesidad que tenía de que su idea, que se había ido gestando desde hace ya tiempo, tomara cuerpo para poder acabar de ser pensada. Ella define “una idea” como algo cuya consistencia no se restringe al ámbito de lo lógico, de lo teórico, ni siquiera al ámbito del significado, sino que incorpora las situaciones que le dan sentido, las vivencias que le están asociadas, y muchas cosas más, incluso los usos que, quizá, ha empezado ya a tener. Una idea tiene que ser pensada, y ese es otro tema que trata aquí, el pensar, cosa que define como: respirar, vivir viviendo, ser siendo; y añade que para ello hay que dejar de contemplar el mundo para reaprender a verlo, es decir, tomar una posición para la que ya no es válida la perspectiva del observador, simplemente desde la potencia de la situación el mundo deja de ser un objeto. A continuación nos habla sobre los diferentes puntos desde los que podemos ver el mundo y como lo hacemos o deberíamos. Y por último hace una pequeña introducción a los siguientes capítulos. La autora divide su libro en tres partes: La primera parte titulada “El problema del nosotros” está dividida en 10 capítulos: “Interdependencia global”, “El universalismo individualista”, “Nosotros ¿Quién?”, “El contrato social: ficción calculada”, “La escisión del sujeto antagonista”, “La excepcionalidad de lo político”, “El reconocimiento, entre la indiferencia y la guerra”, “Pensar desde la coimplicación”, “Yo me rebelo, nosotros existimos” y “La revolución, una verdad por hacer”. Parte en la que habla sobre la palabra “nosotros” más directa o indirectamente. Nos habla sobre que no sabemos usar la palabra nosotros, ella dice que solo sabemos entender la palabra nosotros como el plural del yo, una primera persona amplificada poniendo en plural la conciencia individual. Aquí es donde la autora aporta su propia visión del nosotros, concepto que ella define como sentido del mundo entendido como las coordenadas de nuestra actividad común, necesariamente compartida cuya base es la finitud como condición de la continuación, basada en la alianza y la solidaridad de los cuerpos singulares, sus lenguajes y sus mentes. El no saber hablar de “nosotros” es, en su opinión, algo preocupante ya que cada individuo depende del resto detrás de un “yo” siempre hay un “nosotros” ya que más que una comunidad somos un mundo común. También habla sobre la emancipación la cual divide en dos tradiciones: la que entiende la emancipación del hombre como emancipación del individuo y la que asocia la emancipación con la transformación libre y colectiva del mundo que compartimos, de la cual dice que la emancipación no pasa por la conquista de la soberanía individual sino por la capacidad de coimplicarse en un mundo común. Aquí es donde surge la pregunta ¿Qué nos separa? La respuesta de la cual es: las religiones, las comunidades de nacimiento, el miedo… Luchar contra lo que nos separa también lo llamamos tradición revolucionaria. Otro tema que trata es el individualismo, y dice que ha llegado a ser la configuración ideológica moderna en el que culmina el diseño de un mundo sin otro horizonte que la propia experiencia privada; un mundo sin dimensión común, en el que el individuo se encuentra destinado a su autosuficiencia y a su impotencia más absoluta. Solo puede vivir su vida y autoconsumir sus propias experiencias en un mundo que comparte con nadie, en el que no quiere razonar con nadie. La autora continua comentando que el yo se ha hecho global a la vez que ve como sus condiciones de vida se fragilizan, lo particular es hoy de alcance universal y lo privado es hoy lo que articula el espacio público. El universalismo y el individualismo son lo que ella define como las dos caras inseparables del proceso de modernización. Para acabar con la primera parte habla sobre la revelación y sobre que el sistema no funciona, triunfa porque se impone. A continuación continua diciendo que tenemos un problema de escala y que desvincular la idea de revolución de los conceptos que han articulado el espacio moderno de la política, lo que implica exponernos a lo que no sabemos. La segunda parte titulada “Encarnar la crítica” está dividida en 13 capítulos: “Renovar el compromiso”, “Poner el cuerpo”, “La politización del arte”, “Interrumpir el sentido del mundo”, “Más allá de la crítica cultural”, “Desapropiar la cultura”, “Educación y emancipación, ¿de nuevo?”, “Dar que pensar”, “Aprender: un mapa de tentativas”, “El combate del pensamiento”, ”Espectadores del mundo”, “Los ojos sacrificados”y “Mirar un mundo común”. En los cuales habla, en primer lugar, sobre el compromiso. Ella define el compromiso como la disposición a dejarse comprometer, a ser puestos en un compromiso por un problema no previsto que interpela y nos asalta y cuando lo hace nos arranca de lo que somos o de lo que creíamos ser. Nos incorpora a un espacio que no controlamos del todo y hace que tomemos una posición, lo que viene a ser, inventarnos una respuesta que no tenemos y que no nos dejará iguales, transformación de la que no tenemos garantizado el final. La autora refiriéndose a este tema dice también que cuando alguien nos pone en un compromiso, lo hace, porque su problema en un instante queda convertido en un problema común. Otro tema que trata es las distintas formas de ver el mundo. Ella dice: “Podemos verlo todo sin ver nada”, y a continuación añade que el mundo es la realidad que se nos ha puesto delante. Después hace uso de una reflexión de J. Ranciére, el cual dice que ni hablar ni actuar son mejores que ver, y a raíz de esto dice que necesitamos conquistar juntos nuestros ojos para que éstos, en vez de ponernos el mundo enfrente, aprendan a ver el mundo que hay entre nosotros. La autora continua hablando sobre diferentes visiones, como por ejemplo la visión enfocada, de la cual dice que nos enfrenta con el mundo; o la visión periférica, de la que dice que nos envuelve en la carne del mundo y que es la visión del cuerpo vulnerable. De esta última también dice que no es una visión de conjunto, sino la capacidad que tiene el ojo sensible, ojo que ni aísla ni totaliza, para inscribir lo que ve en un campo de visión que excede el objetivo focalizado. También habla de la periferia donde dice que aparece lo que ni hemos decidido ver o desaparece aquello que perseguimos infructuosamente con el foco de la mirada. La periferia excede nuestra voluntad de visión y de comprensión a la vez que les da sentido. Marina Garcés acaba diciendo que para una crítica encarnada, la piel de nuestros ojos es la alianza más frágil y más radical. Y por último, la tercera parte titulada “Dimensión común” está dividida en 7 capítulos: “Ser-con”, “La comunidad en el vacío”, “El falso problema de la intersubjetividad”, “La intercorporalidad”, “Aprender en anonimato”, “ La ontología del inacabamiento” y “La trama de lo común”. En los que trata temas como que decir nosotros, hoy, exige reaprender a ver la realidad desde la implicación en un mundo común. También dice que cambiar el mundo no es cambiar de mundo, cambiar la vida no es pensar que la vida está en otra parte. No hay otro mundo ni otra vida. Y volviendo al tema del nosotros y la vida común dice también que el problema del nosotros no es el problema de un quién irresoluble, sino la cuestión del vivir juntos. Vivir en una vida común anónima que es de todos y de nadie. La autora aporta una reflexión a continuación que dice que puesto que existir es estar abierto al mundo, ya estamos siempre en relación con los otros, estamos ya en un cierto nosotros que es anterior a nuestra relación personal de tú a tú, de uno con el otro. La hace referencia al nosotros con la palabra coimplicación ya que ahí puede sostenerse la autonomía de un nosotrosDespués dice que lo común no es nada y no lo es porque es la dimensión común de nuestra riqueza compartida. Para terminar dice que existir es depender y que la privatización de la existencia no empieza con su posesión, sino en el hecho de convertirla en algo a poseer en el sentido mismo de la riqueza como apropiable. Acaba diciendo: el ser vivo no está atado ni liberado. Lo común no puede ser liberado. “Esta vida es mía “
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