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Érase una vez una que era muy querida por su , a la que visitaba con frecuencia aunque vivía al otro lado del . Su madre que sabía coser muy bien le había hecha una bonita caperuza roja que la niña nunca se quitaba, por lo que todos la llamaban .
Una tarde la la mandó a casa de la abuelita que se encontraba muy enferma, para que le llevara unos recién horneados, una cesta de pan y mantequilla.
– “Caperucita anda a ver cómo sigue tu abuelita y llévale esta cesta que le he preparado”, –le dijo. Además le advirtió: –“No te apartes del camino ni hables con extraños, que puede ser ”.