Mi padre enternecido, aunque severo,
ensillaba el overo
que ya esperaba indócil a la puerta.
La hermosa niña, casi adolescente.
inclinaba la frente,
callada y sin color como una muerta.
XVI.
En confusión ruidosa pero grata.
la loca cabalgata
de otros muchachos a buscarme vino.
Rayaba apenas la rosada aurora
—”¡Vamos Juan, que ya es hora!”-
Gritó la turba y prosiguió el camino.
XVII
Mi madre entonces, con abrazo estrecho,
me atrajo hacia su pecho,
devorándome a besos trastornada.
Y mi padre decía, ahogado en llanto:
-“¡Mujer, no es para tanto!
¡Siempre ha de ser así! Lloras por nada.
Gaspar Nuñez de Arce
Identifica el tipo de rima de la segunda lira o estrofa del “IDILIO” de Nuñez de Arce
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