[1] Hay un momento durante la adolescencia en que todo parece perdido: la vida duele y no se pertenece a ningún lugar, persona, institución etc. Se sueña con el príncipe, la princesa, el concurso, el viaje, el maestro o la maestra que vendrán a salvarnos o a reconocernos. Se cuestiona la religión, los roles sociales, la sexualidad. Se teme o se anhela el futuro, y se teme el papel que se asumirá en ese mundo que se aproxima. Se camina de puntitas para ver el paisaje como lo veremos cuando termine nuestro crecimiento. Se ensayan peinados, posturas para fumar o echarse los cabellos hacia atrás. Se exprimen en la soledad de un cuarto de baño las primeras espinillas. Se ríe sin motivo aparente. Se es torpe, irregular y hasta desconcertante en las respuestas e interrelaciones. Se escriben poesías, o canciones, o se empieza un "Diario", o se leen manuales de hipnotismo, fotonovelas o historias del deporte. Se reconoce el cuerpo y hay quien se avergüenza de él. Se goza la velocidad en la brisa contra la cara pedaleando una bicicleta, en patines o en el coche (de
los padres, de los amigos o de los hermanos mayores). Se disfrutan también los primeros cigarros y las primeras borracheras, el primer baile, el primer beso, las primeras peleas. No
se es niño ni adulto.
[2] Se puede serlo todo y no se es nada. Empieza la cacería sexual en la que se es perseguido o perseguidor. La música expresa mejor que cualquier otra cosa los deseos y temores más oscuros e indescifrables, los desplantes y arrogancias, las alegrías y las mitificaciones. Se quiere la independencia pero se es incapaz de valerse por sí mismo. Se busca la autoafirmación, pero la familia, la iglesia, la escuela, el Estado, los amigos y las amigas incluso el espejo, parecen cuestionarlo todo, ponerlo en duda, inestabilizarlo todo. Durante la adolescencia se inventan mitos porque los necesitan para tener algo mejor donde reflejarse. Se inventan pautas de conducta porque los temperamentos oscilan terriblemente.
[3] Se despiertan nuevas energías y no se sabe cómo preguntar, pedir ayuda, o no se quiere pedir consejo, o no se sabe cómo, no obstante se le necesite urgente, angustiosamente, y a veces con desesperación. Parece saberse mucho acerca de todo esto pero poco se dice, pues sobrevive la idea mórbidai de que todo debe ser cabalmente experimentado en la adolescencia y en sus ritos de iniciación.
•Para el autor, la adolescencia es una etapa de:
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