“Reconocimiento” se ha convertido en una palabra clave de nuestro tiempo. Esta idea, una venerable categoría de la filosofía hegeliana, resucitada no hace mucho por los teóricos políticos, está resultando fundamental en los trabajos para conceptualizar los debates actuales acerca de la identidad y la diferencia. Independientemente de que se trate de las reivindicaciones territoriales indígenas, el trabajo asistencial de las mujeres, el matrimonio homosexual o los pañuelos de cabeza musulmanes, los filósofos morales utilizan cada vez más el término “reconocimiento” para desvelar las bases normativas de las reivindicaciones políticas. Observan que una categoría que condiciona la autonomía de los sujetos en el plano intersubjetivo recoge muy bien los intereses morales de muchos conflictos contemporáneos. Y no nos asombremos. La antigua figura de la “lucha por el reconocimiento” de HEGEL cobra nuevo predicamento a medida que un capitalismo rápidamente globalizador acelera los contactos transculturales, fracturando esquemas interpretativos, pluralizando los horizontes de valor y politizando identidades y diferencias.
Fraser & Honneth, Redistribución o reconocimiento
Según los autores, lo que ha permitido que las reivindicaciones actuales giren sobre exigencias de reconocimiento es:
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