Criado por Victor Hugo Hernandez Paniagua
mais de 2 anos atrás
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Predestinación
Las palabras traducidas como “predestinado” en las Escrituras vienen de la palabra griega “proorizo” que significa “determinar anticipadamente”, “ordenar”, “decidir con antelación”.
La doctrina bíblica de la predestinación enseña que Dios eligió personas para salvación desde antes de la fundación del mundo. Él es su autor porque eligió y predestinó a los creyentes.
¿Qué es lo que Dios determinó anticipadamente?
Romanos 8:29-30 nos dice, “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”.
Efesios 1:5 y 11 “... en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de Su voluntad.... En Él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de Su voluntad”
La objeción más común hecha a la doctrina de la predestinación es que es injusta.
Como resultado, Dios sería perfectamente justo en dejar que pasemos una eternidad en el infierno. Sin embargo, Dios decidió salvar a algunos de nosotros. Él no está siendo injusto con aquellos que no eligió, porque ellos reciben lo que merecen.
Una ilustración sería el que yo regalara dinero a 5 personas de entre un grupo de 20. ¿Las 15 personas que no recibieron dinero, estarían molestas?
Si Dios elige quién es salvo, ¿no afecta eso nuestro libre albedrío de elegir y creer en Cristo? La Biblia dice que tenemos la libertad de elegir – todo lo que tenemos que hacer es creer en Jesucristo y seremos salvos (Juan 3:16; Romanos 10:9-10)
De alguna manera, en los misterios de Dios, la predestinación trabaja mano a mano con una persona que es atraída por Dios (Juan 6:44) y cree para su salvación (Romanos 1:16)
Romanos 11:33 proclama, “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios, e inescrutables Sus caminos!”