LECTURA: Lea el texto y responda las preguntas: desde la 14 a la 20.
Dormía la siesta sobre cubierta, mecido por un mar tranquilo, una de estas tardes cálidas y trasparentes del Caribe. De repente, unos ruidos me despertaron. El capitán pirata golpeaba una y otra vez el piso de madera del castillo de popa con su pata de palo.
“Algo ocurre”, me dije, y comencé a incorporarme despacio, de mala gana. De pronto, la voz del capitán me sobresaltó:
- ¡Por los cuernos de Belcebú! – exclamó.
Corrí hasta él. Sabía que algo malo estaba pasando. Aquella exclamación era su típica forma de reaccionar cuando las cosas no se producían como esperaba.
- ¿Qué ocurre? – le pregunté.
No me respondió. Sólo al cabo de unos segundos me entregó su catalejo y me señaló en una dirección. Me apresuré a mirar en seguida y lo que vi me dejó completamente helado. Se trataba del más grande galeón que he visto en mi vida y, lo que era peor, con dos hileras de potentes cañones en cada flanco.
La manaza del capitán me arrancó el catalejo.
- Ya has visto suficiente – me dijo, y volvió a colocarse el catalejo sobre su único ojo.
- ¿Cree que vienen por nosotros? – pregunté ingenuamente.
- Por supuesto – me respondió–. Todas nuestras cabezas tienen precio, muchacho.
Aquel galeón era mucho más rápido que nuestro viejo barco. No podríamos escapar de ningún modo.
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