En tales condiciones aparecieron fisonomías y siluetas de las personas vistas durante el día, de antiguos conocidos y también de individuos que no había visto nunca; entre estas imágenes se intercalaban de vez en cuando blancas páginas impresasen letras de distintos tipos. Además, se preseutaron repetidas veces la imagen de una rosa amarilla y, finalmente, cuadros completos de varias personas, caprichosamente vestidas, que ocupaban lugares contrapuestos y permanecían en ellos sin moverse. Todas estas visiones aparecían y desaparecían instantáneamente y eran proyectadas con fuerza hacia el exterior, de modo que las veía ante mis ojos, en cambio, no persistían en el campo visual obscuro de los ojos cerrados. Consiguientemente, para ver tales imágenes era preciso desviar la atención de dicho campo obscuro, pues, tan pronto como nos fijábamos en él, aquellas desaparecían
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