Si nos atenemos a las expresiones de san Vicente de Paúl en su correspondencia, Luisa de Marillac se implica intensamente en el camino recorrido por su hijo, lo que le causa múltiples preocupaciones. Fijémonos en tres cartas:
La primera es de 1639. Vicente de Paúl escribe a Luisa de Marillac: «No he visto nunca una madre que sea tan madre como usted; no es usted casi mujer en otra cosa. En nombre de Dios, señorita, deje a su hijo al cuidado de su Padre, que lo ama más que usted, o al menos quítese esa preocupación por él».
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1. Madre
El segundo texto fue escrito por san Vicente en 1646, después del regreso del hijo a París tras fugarse con una joven. «Su hijo se encuentra enfermo y está guardando cama en casa de su médico. Le he ofrecido nuestra casa y todo lo que podamos hacer por él, para que se alivie pronto, o bien dos hermanas que le atiendan, en el caso de que quiera quedarse donde está. Él ha preferido la ayuda de las hermanas, que ya llevan varios días con él».
La tercera carta es del mes de agosto de 1649: «En nombre de Dios, Señorita, no se preocupe por Miguel Antonio. ¿No ve usted el cuidado extraordinario que Nuestro Señor ha tenido con él, casi sin usted? Deje obrar a su divina Majestad; Él mostrará a la madre, que cuida de tantos niños, la satisfacción que esto le proporciona tomando cuidado de su hijo, cuidado que no podrá ella nunca superar en bondad».
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1. Madre y Abuela
El matrimonio de Miguel con Gabriela Le Clerc de Chenevière el 8 de enero de 1650 y el nacimiento de la pequeña Luisa Renata, a la que las hermanas llamaban «la Hermanita», hicieron y fueron para Luisa de Marillac, en los últimos años de su vida, una gozosa y tierna abuela.
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