En la infancia tenemos una idea omnipotente y fantasiosa sobre nuestras limitaciones físicas. Podemos pensar que nunca envejeceremos y moriremos o que será tan tan lejos que prácticamente no ocurrirá nunca. Quizá estas ideas nos preparan mal para la práctica sensata del auto-cuidado, y de ahí que durante un largo periodo juvenil podamos abusar de nuestra aparentes 'energías ilimitadas' para trasnochar, mal alimentarnos y también para adquirir la mala costumbre de preocuparnos y sufrir sin que aparentemente ello implique mayores complicaciones. Pero un buen día las cosas pueden cambiar y enviarnos repentinas señales de funcionamiento corporal anómalo, como si el cuerpo ya no tolerara el mismo ritmo trepidante que tenía hasta el día anterior.
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Como podemos observar por esta descripción en el ataque de pánico hay dos fuerzas que se unen y se suman:
un estado de ansiedad que predispone a padecer molestias en la regulación del sistema nervioso (dificultad de relajarse, disparo automático de la sensación de alerta, cambios bruscos de ritmos).
la percepción de este estado no como una molestia física menor, sino como algo terrible, enigmático y sumamente desagradable (algunos dicen que preferirían que les cortaran una mano antes de pasar por esos mementos). Tenemos la sensación de perder el control voluntario (¡horror!) y sentirnos débiles.
Lo expresamos con un esquema diríamos que
Estímulo de Ansiedad -->
provoca respuesta intensa de miedo -->
la respuesta de miedo de nuevo genera más de lo mismo, una ansiedad todavía mayor -->
En algunas personas esta alarma se activa sin ninguna razón aparente. Cuando esto sucede, se da lo que se conoce como un ataque de pánico o ataque de ansiedad.Durante un ataque de pánico, se dispara la alarma, la persona comienza a sentir todas las reacciones fisiológicas primitivas de huir o pelear, e inmediatamente vienen a la mente imágenes catastróficas. Cuando esto sucede, la persona percibe una confirmación de que sus síntomas iniciales eran de hecho indicadores de un peligro serio. Una sensación de peligro extremo invade a la persona, con lo cual el sistema de alarma vuelve a reaccionar desencadenando la respuesta de miedo, volviéndose así un círculo vicioso que paraliza a la persona, y cuando esto sucede podemos hablar ya de estar viviendo un ataque de pánico.
Evolución de un Ataque de Pánico o Ataque de AnsiedadEl siguiente esquema muestra paso a paso el desenvolvimiento de un ataque de pánico, y cómo es que se convierte en un círculo vicioso:
Al detonarse el sistema de alarma, comienzan a darse los cambios físicos en nuestro cuerpo, preparándose para “huir o pelear”. Estos cambios son el aumento de adrenalina, aumento en la frecuencia cardíaca, aumento de la temperatura corporal, la sangre se va a los músculos de brazos y piernas lo que puede causar una sensación de hormigueo, etc. Recordemos que hasta este punto, todo está sucediendo de manera automática, y no nos hemos percatado de ello.
Al percibir todo esto, comenzamos a interpretarlo. El problema es que lo interpretamos con pensamientos catastróficos como “me está dando un infarto”, “me voy a morir”, “me voy a desmayar”, “nadie me va a ayudar”, “este es el fin”, etc…
Antes, cuando se disparó la alarma, el organismo se preparó ante una supuesta amenaza, y si, existe un cierto grado de miedo que es normal y necesario para la “pelea”. Pero en este punto ya entramos a lo que es el pánico, donde ya perdemos el control de nosotros mismos, de nuestras decisiones y de nuestro actuar. Este pánico se convierte entonces en un nuevo detonador, por lo que aumentan las palpitaciones, aumenta la sudoración, aumenta el hormigueo, probablemente aparecen incluso otras sensaciones físicas como mareo o debilidad en las piernas. Nos percatamos de esto y confirmamos nuestros pensamientos catastróficos, con lo que aumenta el pánico y así se convierte en un círculo vicioso en el que el mismo miedo es el que genera más miedo.