Question
Los nuevos templos
Los centros comerciales surgen en la medida en que hay desvalorización del
centro de las ciudades y una pérdida de funciones de los sitios que en otras
épocas convocaban allí a la ciudadanía: la plaza pública, los grandes teatros y
las instancias gubernamentales que se desplazan hacia lugares que se suponen
más convenientes. “Descuidamos tanto la calle que la simulación de la calle
triunfa”, dice el arquitecto Maurix Suárez, experto en el tema.
El centro comercial es escenografía, y crea una ilusión de interacción ciudadana
que en realidad no existe. Lo contrario al vecindario y al barrio, lugares que en
sociedades sanas propician el encuentro y la solidaridad. El centro comercial
da estatus. Allí se va no solamente a ver y ser visto, sino a exhibir lo que exige
el capitalismo rampante: capacidad de compra. El centro comercial es un lugar
privado que simula ser público, donde dejamos de ser ciudadanos para ser
clientes en potencia. Es triste ver cómo se instaura una cultura del manejo del
tiempo de ocio que hace que las familias prefieran estos lugares que venden la
idea de que consumir es la forma de ser feliz, al parque o la calle que bulle con
sus realidades complejas.
Tomado de: Bonnett, Piedad. (2 de febrero de 2013). www.elespectador.com. Recuperado el 16 de 6 de
2015, de http://www.elespectador.com/opinion/columna-402565-los-nuevos-templos
En el enunciado “Allí se va no solamente a ver y ser visto, sino a exhibir lo que
exige el capitalismo rampante”, la palabra subrayada tiene la función de
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La espera de la muerte
-¿Muerto? –dijo el hombre–. Me aburre la muerte. Nadie puede contar su
muerte como otra aventura. Estaba sobre la piedra habitual en el río, las
aguas del charco hondo parecían sonar dentro de él mismo.
-Si llegara la muerte, me tiraría al charco-. Porque ella era para él otro
grafismo, como un aviso en los muros. Sonrió con severa tristeza, miró las
ramas altas de laureles y yarumos, las nubes sobre las hojas, el sol en la
montaña, volvió la mirada en derredor de la piedra.
-¿Por qué la muerte no le tiene miedo a la vida?
-Porque son hermanas.
-Si la muerte viene, me tiro al charco hasta que se retire-. La fiebre lo había
agotado, pensaba que su temblor era el temblor del agua. Miró hacia
su cuarto, allí estuvo buscándolo la muerte, de allí salía y se acercaba,
definitivamente.
-¡No me agarrará sobre la piedra!
Se desnudó y se tiró al charco para rehuirla. La muerte ocupó su puesto en
la piedra, nadie la vio en esos minutos, porque nadie había en derredor. El
hombre seguía bajo el remolino, alcanzó a pensar que la muerte era más
rápida y de mayores presencias, pues la había encontrado también en el
fondo de las aguas, sin tiempo ya para seguir huyendo.
Tomado de: Mejía Vallejo, Manuel (2004). “Otras historias de Balandú”.
En: Cuentos completos. Bogotá: Alfaguara. p. 400
La expresión “Porque son hermanas” hace referencia a la muerte y
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Nadie es justo por voluntad sino porque no tiene el poder de cometer injusticias. Esto lo
percibiremos mejor si nos imaginamos las cosas del siguiente modo: demos tanto al justo
como al injusto el poder de hacer lo que cada uno de ellos quiere, y a continuación sigámoslos
para observar hasta dónde lo lleva a cada uno el deseo. Entonces sorprenderemos al justo
tomando el mismo camino que el injusto, siguiendo sus propios intereses, lo que toda criatura
persigue por naturaleza como un bien, pero que la fuerza de la ley obliga a seguir el camino
del respeto por la igualdad.
El poder del que hablo sería efectivo al máximo si aquellos hombres adquirieran una fuerza tal
como la que se dice que cierta vez tuvo Giges, el antepasado del lidio. Giges era un pastor
que servía al entonces rey de Lidia. Un día sobrevino una gran tormenta y un terremoto que
rasgó la tierra y produjo un abismo en el lugar en que Giges llevaba el ganado a pastorear.
Asombrado al ver esto, descendió al abismo y halló, entre otras maravillas que narran los
mitos, un caballo de bronce, hueco y con ventanillas, a través de las cuales divisó adentro un
cadáver de tamaño más grande que el de un hombre, según parecía, y que no tenía nada
excepto un anillo de oro en la mano. Giges le quitó el anillo y salió del abismo. Ahora bien,
los pastores hacían su reunión habitual para dar al rey el informe mensual concerniente a la
hacienda, cuando llegó Giges llevando el anillo. Tras sentarse entre los demás, casualmente
volvió el engaste del anillo hacia el interior de su mano. Al suceder esto se tornó invisible
para los que estaban sentados allí, quienes se pusieron a hablar de él como si se hubiera ido.
Giges se asombró, y luego, examinando el anillo, dio vuelta al engaste hacia afuera y tornó
a hacerse visible. Al advertirlo, experimentó con el anillo para ver si tenía tal propiedad, y
comprobó que así era: cuando giraba el engaste hacia adentro, su dueño se hacía invisible,
y cuando lo giraba hacia afuera, se hacía visible. En cuanto se hubo cerciorado de ello,
maquinó el modo de formar parte de los que fueron a la residencia del rey como informantes
y, una vez allí, sedujo a la reina y con ayuda de ella mató al rey y se apoderó del reino.
Por consiguiente, si hubiese dos anillos como el de Giges y se diera uno a un hombre justo
y otro a uno injusto, ninguno perseveraría en la justicia ni soportaría abstenerse de bienes
ajenos, cuando podría tanto apoderarse impunemente de lo que quisiera del mercado, como,
al entrar en las casas, acostarse con la mujer que prefiriera, y tanto matar a unos como librar
de las cadenas a otros, según su voluntad, y hacer todo como si fuera igual a un dios entre
los hombres. En esto, el hombre justo no haría nada diferente del injusto, sino que ambos
marcharían por el mismo camino. E incluso se diría que esto es una importante prueba de
que nadie es justo si no es forzado a serlo, por no considerarse a la justicia como un bien
individual, ya que allí donde cada uno se cree capaz de cometer injusticias, las comete. En
efecto, todo hombre piensa que la injusticia le brinda más ventajas individuales que la justicia,
y está en lo cierto, si habla de acuerdo con esta teoría.
Tomado de: Platón, D. (1986). República, II. Traducción y notas de C. Eggers Lan, Madrid, Gredos.
Cuál de las siguientes afirmaciones contradice las ideas que presenta el autor?